sábado, 9 de septiembre de 2023

Smiley

George Smiley, espía profesional y director circunstancial del Circus británico, es hijo de una época de confrontación subterránea entre los dos bloques dirigentes en el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los años finales de la década de los noventa del siglo pasado en que la Unión Soviética implosionó dejando a los Estados Unidos como potencia hegemónica indiscutida. 

Esa época nos ha dejado innumerables libros y películas en la cultura popular, muchas de ellas muy recomendables. Autores como Ian Fleming (creador de James Bond) o Frederick Forsyth (autor de El cuarto protocolo o La alternativa del diablo). O como John Le Carré, el creador de Smiley y autor de un carro de libros de espías. 

 

Tengo La gente de Smiley desde hace décadas, literalmente, en casa de mis padres. Recuerdo que lo intenté leer de adolescente y me aburrió hasta que lo dejé al poco de empezar. Han pasado más de treinta años hasta que he tenido la ocasión y, sobre todo, las ganas de leer toda la serie. 

Me ha encantado la forma de escribir de John Le Carré. Es una prueba más de que la literatura de género puede ser también buena por sí misma y estamos seguramente ante una de las joyas de siempre. Un estilo elegante, sobrio, pausado, alejado de los artificios, de las escenas de acción y de la espectacularidad y las situaciones límite. Al contrario, John Le Carré es un autor de tramas y de personajes, que te va sumergiendo desde el principio en un universo alternativo de espías, mensajes ocultos, procedimientos de seguridad, seguimientos, registros, pasaportes falsos y redes de inteligencia.

 

 

Por eso, es probable que las historias que escribe no sean para todos los públicos, precisamente porque no son fáciles de leer. No estamos ante literatura de consumo rápido. 

George Smiley es también un personaje alejado del estereotipo del espía que resulta atractivo para el gran público. Bajito, regordete, con gafas, un personaje gris al que no te volverías a mirar porque nada en él llama la atención. Lo cual, bien mirado, resulta de cine para un espía. 

Su atractivo, su valor añadido, es su cerebro. Capaz de urdir las operaciones más complejas para llegar al objetivo final, manejando informadores, agentes de campo y redes de inteligencia como nadie.

 


Le conocemos siendo un personaje gris que investiga el asesinato de un funcionario que oculta algo mucho más siniestro, peligroso e importante de lo que parece en Llamada para el muerto.  

Asesinato de calidad es el segundo título de la serie y George apenas es más que un secundario que aparece para dar luz a otro asesinato sucedido, en esta ocasión, en el ambiente de un colegio universitario de élite británico, asesinato que no tiene relación con el espionaje ni la lucha de bloques por la hegemonía mundial, sino que está motivado por las pasiones humanas. 

El topo es el momento brillante de George Smiley. Karla, su némesis en el Centro de Moscú, ha conseguido infiltrar un topo en el Circus. Un topo al más alto nivel que ha permanecido inadvertido durante décadas, mientras se forjaba una carrera propia y ponía todo el entramado de inteligencia británico. Control, el director del servicio secreto, cae por su propio peso y George Smiley se enfrenta a la titánica tarea de desenmascarar al traidor, capturarlo y hacer un análisis de los daños. Con su eficiencia habitual lo conseguirá, pero las respuestas al enigma son muy dolorosas en lo personal. 

 


El honorable colegial transcurre después de El topo, cuando George continúa siendo el director y está intentando reconstruir desde las cenizas. No obstante el protagonismo se desplaza de nuevo y enfoca a un activo en la todavía colonia de Hong-Kong (no olvidemos que está ambientada en los años setenta del siglo pasado) y el operativo para conseguir un triunfo, más moral que práctico, que vuelva a dar confianza al servicio secreto británico y, sobre todo, vuelva a ponerlo en el tablero internacional y consiga sacudirse la tutela de sus primos estadounidenses. 

Por último, La gente de Smiley es una novela crepuscular. Smiley está ya retirado del servicio activo, pero recibe una llamada del nuevo director porque uno de los agentes más antiguos, un anciano general letón que ha dado grandes servicios ha sido asesinado cuando intentaba ponerse en contacto con Smiley, habiendo informado de tener pruebas determinantes contra su archienemigo, Karla. George volverá a calzarse su gabardina y su sombrero, viajará a Alemania y recabará la información necesaria para derrotar finalmente a su enemigo. De fondo, como testigo privilegiado del momento, un encendedor caído en la nieve. 

 


El atractivo de Smiley es que se trata de un personaje normal y corriente, incapaz de proezas físicas como James Bond. Es lo más cercano a las personas normales, a los lectores que están pasando las páginas. 

Una serie de notable, muy recomendable para los lectores que hayan vivido la Guerra Fría y para aquellos que estén interesados en aquellos momentos en los que todo estaba al filo de la navaja. Deseando echarle mano a otros libros del autor.

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