sábado, 20 de noviembre de 2010

¡Nucleares sí!

Hace ya bastantes días que no actualizo el blog. Mucho lío en el trabajo y por consiguiente falta de tiempo y de ganas. Con un viaje a la vista a la hereje Holanda, veré de añadir esta entrada y otra más mañana.

Últimamente hemos hablado del llamado pico del petróleo. La consecuencia directa de todo esto es que la previsible carestía del petróleo puede modificar catastróficamente la sociedad tal como la conocemos. Porque, aunque volvamos a recurrir al carbón y posiblemente al gas natural, el petróleo es tanto o más importante como base para la fabricación de infinidad de plásticos que, a su vez, son un pilar sobre el que se sustenta la industria actual.

Una actuación lógica sería liberar al petróleo de su función como fuente de energía y continuar su consumo exclusivamente como materia prima. Para ello, debería recurrirse a otras fuentes de energía que puedan cubrir el vacío dejado por el petróleo.

A día de hoy parece que las energías renovables serían serían las candidatas más populares. Contra toda lógica, además, pues su estacionalidad y carencia de suministro asegurado hacen depender en exceso las reservas energéticas de las condiciones ambientales.

La energía solar fotovoltaica necesita una gran inversión en terreno y en materiales. La extensión de los campos de placas es enorme comparada con la energía que pueden generar por metro cuadrado. Ya que no hay una garantía de suministro, es necesaria una inversión adicional en bancos de baterías que permitan almacenarla y hacerla llegar a la red en caso de necesidad. La generación a 12 VCC necesita de inversores y transformadores para su uso, añadiendo las pérdidas en el proceso a la ya de por sí pequeña eficiencia del sistema. A su favor, que no necesitan que los días estén despejados, sólo que haya luz.

En cuanto a la energía solar fototérmica, empleada para calentar el agua, sí necesita días de gran radiación solar, sin nubes, y medios para evitar que el calor se disipe antes de calentar el agua que circula por los tubos. Los depósitos acumuladores necesitan además de resistencias eléctricas que mantengan el agua caliente. Esta energía adicional proviene, en gran medida, de combustibles fósiles.

Las centrales fototérmicas, en las que un grupo de espejos concentran la luz solar en un punto relativamente pequeño de una torre, aumentando la temperatura del agua que circula por ella hasta formar el vapor que mueve las turbinas, también requiere grandes extensiones de terreno.

La energía eólica depende también de la intensidad del viento y requiere grandes extensiones de terreno.

El resto de energías renovables están en fases todavía muy primitivas de su desarrollo. Todas además tienen el mismo problema de rendimiento que hacen que sea un riesgo el confiar en ellas como fuente primaria de energía. Todo lo más, a día de hoy sólo puede aspirarse a cubrir un porcentaje más o menos elevado de las necesidades energéticas de un país, como fuentes de energía secundarias o de apoyo.

Sin embargo, se prescinde voluntariamente de la energía nuclear. Producida al fisionar átomos de uranio en centrales nucleares, el calor generado en la reacción atómica produce el calentamiento del agua que rodea al reactor. Un intercambiador de calor calienta el agua del circuito secundario (limpio de radiactividad) generando el vapor que mueve las turbinas.

Las ventajas de la energía nuclear son evidentes para cualquiera: el combustible es capaz de generar una gran cantidad de energía por unidad de masa; el control de la energía producida es sencillo, mediante el accionamiento de pantallas de plomo que al interponerse entre las barras de combustible interrumpen la reacción en cadena; la fiabilidad del sistema está suficientemente probada y la tecnología para su uso es relativamente sencilla (lo que favorecería su expansión a países con un escaso grado de desarrollo tecnológico). No emiten gases de efecto invernadero ni posibles causantes de lluvia ácida...

Por contra, las desventajas vienen más por los prejuicios que por ellos mismos. Es cierto que se generan cantidades apreciables de residuos radiactivos (aparte de otra cantidad también apreciable de residuos radicativos de bajo nivel: guantes, ropa de protección, etc.). Estos residuos tienen una larga vida media y pueden permanecer durante miles de años emitiendo radiación, por lo que deben almacenarse en sitios seguros que impidan la llegada de esta radiación al ciclo del agua, al suelo o al ecosistema. Pero también se generan actualmente ingentes cantidades de materiales plásticos que también tardan un apreciable intervalo de tiempo en desaparecer... Afortunadamente se puede disponer de refugios adecuados para el almacenamiento de estos materiales y tampoco es desdeñable la posibilidad de lanzarlos fuera del planeta, con destino al Sol (aquí habría un posible riesgo adicional si el cohete sufriera un accidente).

Otra desventaja es la percepción de la seguridad de las centrales. Hay que ser conscientes de que las centrales son seguras, mucho más que otras instalaciones más cercanas a nosotros. Los incidentes graves son prácticamente inexistentes, si bien es verdad que son potencialmente catastróficos. No obstante, un buen seguimiento y control de las instalaciones puede hacer que la vida útil de las centrales nucleares supere con mucho los 40 años.

Una circunstancia a considerar, sería asegurarse que el ecosistema de las inmediaciones de la central no varía. El agua de refrigeración de los sistemas no radiactivos se vierte a ríos o embalses, lo que puede producir alteraciones en plantas o animales. Por eso, el emplazamiento y el sistema empleado deben estudiarse con cuidado.

Cuidado: nos preocupamos de no tener centrales cerca de casa, o cementerios de material radiactivo. Pero tenemos las ciudades plagadas de antenas de telefonía móvil, que han sido reportados como posible causa de aumento de la posibilidad de padecer un cancer. O tenemos en la oreja un teléfono móvil que, por ejemplo, no puede utilizarse en una gasolinera o en un avión. Curiosas paradojas que demuestran la ingenuidad del ciudadano.

Francia tiene un gran número de centrales nucleares y no se plantea prescindir de esta fuente de energía. Alemania está estudiando seriamente retomar su programa nuclear... Nosotros preferimos depender del gas de Argelia o el petróleo de quién sabe dónde, mientras plantamos pequeñas centrales de energías renovables que, en el mejor de los casos producen gotas de energía en el océano de nuestro consumo nacional.

Es curioso cómo, voluntariamente, prescindimos de una más que aceptable solución a uno de los problemas futuros más difíciles con los que nos enfrentamos.

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