sábado, 27 de noviembre de 2010

Tampoco este año

Pues no...

Tampoco este año he podido colocar ninguno de mis relatos como finalista en el Monstruos de la Razón. Y mira que tenía esperanzas, la verdad. Creo que tanto Linaje real como GCH son lo mejor que he presentado, con bastante diferencia, en estas tres ediciones. Incluso mejores que El reposo del guerrero, finalista en 2008.

No voy a ocultar que me he quedado bastante planchado. Los (escasos) comentarios han sido muy positivos, incluso alguno ha sido excelente. Pensaba que tenía bastantes posibilidades de colarme como selección del público, pero nada de nada. Una vez más se demuestra que los comentarios no son indicativo de nada, ni su número ni su contenido.

Acabo de leer los finalistas de Ciencia Ficción y, para qué engañarnos, hay al menos tres, quizá cuatro, que merecen estar donde estan, con todos los honores.

Toca este fin de semana leer los de fantasía. Voy a pasar de los de terror; la orientación que ha tomado el género en el certamen no me gusta.

Un palito que castiga mi ego, amigos míos.

Pero volveremos. Aunque sea por aburrimiento, acabaré por saborear las mieles del triunfo. Ved dónde ha acabado Dan Brown, a base de insistir...

domingo, 21 de noviembre de 2010

Los viajes de Tuf

También de mi admirado George R.R. Martin, hace unos días he terminado Los viajes de Tuf, un libro que es una reunión de historias centradas en las aventuras de Haviland Tuf. Ciencia ficción, más bien space opera, con sabor rancio a la edad de oro del género.

Los relatos fueron escritos originalmente hacia finales de los 70 y mediados de los 80, publicados individualmente en diversas revistas y luego reunidos en este tomo.

Las historias son interesantes. Desde la primera de ellas, en las que Tuf se hace con un Arca del Cuerpo de Ingeniería Ecológica de la Vieja Tierra. Una nave de 30 kilómetros de longitud que no es sino un arma de destrucción masiva capaz de arrasar planetas enteros haciendo caer sobre ellos verdaderas plagas bíblicas, gracias a la clonación de seres que se encuentran en su biblioteca biológica y la acción de un campo de estasis temporal que permite acelerar todo el proceso de años a unos pocos días.

Tuf, sin embargo, se servirá de ella para hacer cambiar su más bien negra suerte como mercader, vendiendo sus servicios para mejorar las condiciones de los habitantes de los planetas que visita durante sus viajes, haciendo gala de una gran imaginación. Aunque lo más probable es que sus clientes no estén demasiado contentos con las soluciones que les son impuestas...

Tuf es un ser humano de gran tamaño, aprox. 2,50 m de alto, calvo, muy pálido (¿quizás albino?), con una barriga enorme, vegetariano y amante de los gatos. De hecho a los que pone nombres tan peregrinos como Caos, Desconfianza, Estupidez, etc. Va siempre acompañado por uno de ellos que tiene capacidades psíquicas, lo que le pone en una posición de fuerza durante una negociación. Pausado hasta la extenuación, tiene una rara habilidad para sacar de quicio a la gente. A sus oponentes y también al lector.

La verdad es que me costó mucho empatizar con Haviland Tuf. A veces es cargante y en muchas ocasiones es simplemente raro. Por eso no acababa de cogerle el tranquillo, hasta bien avanzado el libro. Hasta se le llega a coger un poco de manía. Menos mal que las historias son relativamente cortas, lo que ayuda mucho si te atascas un poco con él.

No es lo mejor que he leído de Martin, ni mucho menos. Aunque no está mal, tampoco es para tirar cohetes. Así que creo que un cinco sería adecuado. Un seis si estamos de buen humor.

Dan Brown, ¿por qué no te pasas tú a la space opera, a ver si te pierdes un rato entre planeta y planeta?

sábado, 20 de noviembre de 2010

¡Nucleares sí!

Hace ya bastantes días que no actualizo el blog. Mucho lío en el trabajo y por consiguiente falta de tiempo y de ganas. Con un viaje a la vista a la hereje Holanda, veré de añadir esta entrada y otra más mañana.

Últimamente hemos hablado del llamado pico del petróleo. La consecuencia directa de todo esto es que la previsible carestía del petróleo puede modificar catastróficamente la sociedad tal como la conocemos. Porque, aunque volvamos a recurrir al carbón y posiblemente al gas natural, el petróleo es tanto o más importante como base para la fabricación de infinidad de plásticos que, a su vez, son un pilar sobre el que se sustenta la industria actual.

Una actuación lógica sería liberar al petróleo de su función como fuente de energía y continuar su consumo exclusivamente como materia prima. Para ello, debería recurrirse a otras fuentes de energía que puedan cubrir el vacío dejado por el petróleo.

A día de hoy parece que las energías renovables serían serían las candidatas más populares. Contra toda lógica, además, pues su estacionalidad y carencia de suministro asegurado hacen depender en exceso las reservas energéticas de las condiciones ambientales.

La energía solar fotovoltaica necesita una gran inversión en terreno y en materiales. La extensión de los campos de placas es enorme comparada con la energía que pueden generar por metro cuadrado. Ya que no hay una garantía de suministro, es necesaria una inversión adicional en bancos de baterías que permitan almacenarla y hacerla llegar a la red en caso de necesidad. La generación a 12 VCC necesita de inversores y transformadores para su uso, añadiendo las pérdidas en el proceso a la ya de por sí pequeña eficiencia del sistema. A su favor, que no necesitan que los días estén despejados, sólo que haya luz.

En cuanto a la energía solar fototérmica, empleada para calentar el agua, sí necesita días de gran radiación solar, sin nubes, y medios para evitar que el calor se disipe antes de calentar el agua que circula por los tubos. Los depósitos acumuladores necesitan además de resistencias eléctricas que mantengan el agua caliente. Esta energía adicional proviene, en gran medida, de combustibles fósiles.

Las centrales fototérmicas, en las que un grupo de espejos concentran la luz solar en un punto relativamente pequeño de una torre, aumentando la temperatura del agua que circula por ella hasta formar el vapor que mueve las turbinas, también requiere grandes extensiones de terreno.

La energía eólica depende también de la intensidad del viento y requiere grandes extensiones de terreno.

El resto de energías renovables están en fases todavía muy primitivas de su desarrollo. Todas además tienen el mismo problema de rendimiento que hacen que sea un riesgo el confiar en ellas como fuente primaria de energía. Todo lo más, a día de hoy sólo puede aspirarse a cubrir un porcentaje más o menos elevado de las necesidades energéticas de un país, como fuentes de energía secundarias o de apoyo.

Sin embargo, se prescinde voluntariamente de la energía nuclear. Producida al fisionar átomos de uranio en centrales nucleares, el calor generado en la reacción atómica produce el calentamiento del agua que rodea al reactor. Un intercambiador de calor calienta el agua del circuito secundario (limpio de radiactividad) generando el vapor que mueve las turbinas.

Las ventajas de la energía nuclear son evidentes para cualquiera: el combustible es capaz de generar una gran cantidad de energía por unidad de masa; el control de la energía producida es sencillo, mediante el accionamiento de pantallas de plomo que al interponerse entre las barras de combustible interrumpen la reacción en cadena; la fiabilidad del sistema está suficientemente probada y la tecnología para su uso es relativamente sencilla (lo que favorecería su expansión a países con un escaso grado de desarrollo tecnológico). No emiten gases de efecto invernadero ni posibles causantes de lluvia ácida...

Por contra, las desventajas vienen más por los prejuicios que por ellos mismos. Es cierto que se generan cantidades apreciables de residuos radiactivos (aparte de otra cantidad también apreciable de residuos radicativos de bajo nivel: guantes, ropa de protección, etc.). Estos residuos tienen una larga vida media y pueden permanecer durante miles de años emitiendo radiación, por lo que deben almacenarse en sitios seguros que impidan la llegada de esta radiación al ciclo del agua, al suelo o al ecosistema. Pero también se generan actualmente ingentes cantidades de materiales plásticos que también tardan un apreciable intervalo de tiempo en desaparecer... Afortunadamente se puede disponer de refugios adecuados para el almacenamiento de estos materiales y tampoco es desdeñable la posibilidad de lanzarlos fuera del planeta, con destino al Sol (aquí habría un posible riesgo adicional si el cohete sufriera un accidente).

Otra desventaja es la percepción de la seguridad de las centrales. Hay que ser conscientes de que las centrales son seguras, mucho más que otras instalaciones más cercanas a nosotros. Los incidentes graves son prácticamente inexistentes, si bien es verdad que son potencialmente catastróficos. No obstante, un buen seguimiento y control de las instalaciones puede hacer que la vida útil de las centrales nucleares supere con mucho los 40 años.

Una circunstancia a considerar, sería asegurarse que el ecosistema de las inmediaciones de la central no varía. El agua de refrigeración de los sistemas no radiactivos se vierte a ríos o embalses, lo que puede producir alteraciones en plantas o animales. Por eso, el emplazamiento y el sistema empleado deben estudiarse con cuidado.

Cuidado: nos preocupamos de no tener centrales cerca de casa, o cementerios de material radiactivo. Pero tenemos las ciudades plagadas de antenas de telefonía móvil, que han sido reportados como posible causa de aumento de la posibilidad de padecer un cancer. O tenemos en la oreja un teléfono móvil que, por ejemplo, no puede utilizarse en una gasolinera o en un avión. Curiosas paradojas que demuestran la ingenuidad del ciudadano.

Francia tiene un gran número de centrales nucleares y no se plantea prescindir de esta fuente de energía. Alemania está estudiando seriamente retomar su programa nuclear... Nosotros preferimos depender del gas de Argelia o el petróleo de quién sabe dónde, mientras plantamos pequeñas centrales de energías renovables que, en el mejor de los casos producen gotas de energía en el océano de nuestro consumo nacional.

Es curioso cómo, voluntariamente, prescindimos de una más que aceptable solución a uno de los problemas futuros más difíciles con los que nos enfrentamos.