domingo, 24 de abril de 2011

El caballo de J.J. Benítez

Durante la adolescencia mis autores favoritos eran Julio Verne e Isaac Asimov. Hablo por número de libros leídos - adquiridos, ya que El Señor de los Anillos siempre ha estado ahí, icono inconfundible en mi fondo de armario de libros.

Curiosamente leía también, de forma compulsiva, a Juan José Benítez, gurú de la ufología española en los años ochenta, admirado adalid de la verdad y de la lucha contra el sistema y hoy reconocido como uno de mis grandes errores de juventud y muestra de mi absoluta falta de criterio. Titulos como 100.000 km tras los ovnis, Los astronautas de Yahvé u Ovnis: SOS a la humanidad no son más que cúmulos de despropósitos, especialmente el último, que narra los inicios de Sixto Paz, contactado peruano que se supone mantiene relación epistolar primero y luego cercana, con habitantes de Ganimedes (Carlos Jesús, ¿dónde estás?).

J.J. Benítez es autor de frases como "La Biblia es el mayor libro de OVNIs de la Historia" (aquí todavía tengo mis dudas) o de afirmaciones como aquella del episodio que TVE dedicó a "sus" misterios, desde el anfiteatro Flavio de Roma, en el que sin rubor alguno decía que llegó a sentarse Jesús de Nazaret, algo físicamente imposible pues el anfiteatro se terminó alrededor del 70 AD. Una gran decepción, en definitiva.

No obstante y contra toda lógica, su Caballo de Troya sigue hechizándome. El primero, se entiende, pues no he leído ninguno de los otros siete que, de momento, forman la serie. Recuerdo tener diez o doce años y ver una entrevista en televisión (la Primera, claro, no había otra más que el UHF) en un programa que se llamaba La Tarde. Por aquél entonces, Benítez se encontraba en lo más alto de su fama y lo que decía, y cómo lo decía, maravillaba a un crío como yo. Más tarde me hice con la novela y la leí con fruición. Durante años la releí durante la Semana Santa, aunque hace quizá veinte años que no lo he hecho, así que hablo principalmente de memoria.

No vale mucho desde el punto de vista literario. Es disparatada en algunos momentos (el inicio, en el que se cuenta cómo llegó el supuesto informe en que se basa a manos de J.J., es delirante). Es enormemente subjetiva y en muchos momentos pretenciosa. Calificarlo como novela histórica es, en el mejor de los casos, optimista. Pero tiene también puntos interesantes, como la teoría esbozada del viaje en el tiempo o la recreación de la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret, desde un punto de vista médico, aunque mi desconocimiento de las disciplinas en cuestión me impide valorar la veracidad de sus afirmaciones. Parece basado, en parte al menos, en los estudios realizados a la Sábana Santa y especialmente a los informes forenses realizados sobre la imagen del llamado Hombre de la Sábana.

La autenticidad de la Síndone desde el punto de vista científico, es discutible, pero recuerdo la sensación de angustia del relato, el estremecimiento con que leía algunos pasajes especialmente duros, la pena. Aunque sólo fuera por esto, la lectura de Caballo de Troya es recomendable para un creyente porque valorará en mayor medida el sacrificio de Jesús. Yo lo hice.

Aunque su calidad sea equiparable a la de Dan Brown, si no peor. Por inimaginable que esto sea.

viernes, 22 de abril de 2011

Cine de Semana Santa

Ya es Jueves Santo. O más exactamente, vista la hora a la que empiezo a teclear esta entrada, hemos dejado atrás el inicio oficial de la Semana Santa y nos adentramos en las procelosas aguas del Viernes Santo. Empieza la escena de Getsemaní, el Prendimiento y demás zarandajas hasta llegar al clímax de la Historia.

La Semana Santa, como otras muchas cosas en mi vida, ya no es lo que era. El primer cambio fue de la placentera vida de estudiante a la más exigente de trabajador por cuenta ajena, para luego derivar en persona casada. Fundamentalmente, ya no había vacaciones de Navidad, de Semana Santa ni de verano en las que, a pesar de tener alguna que otra asignatura colgando, uno podía disfrutar de las aficiones. Dejar de ser estudiante significó tener que usar el videograbador o seleccionar lo que iba a hacer.

Sin embargo, el cambio más brutal consiste en ser padre. Ahí ya que las aficiones personales de cada uno pasan a un plano marginal. O uno se ve obligado a trasnochar para poder sacar algo de tiempo. En mi caso, eso pasa cada vez menos porque a las horas a las que puedo hacer algo, normalmente estoy demasiado cansado. Eso se traduce en que hace casi dos años que no cojo la PlayStation, hace más o menos el mismo tiempo que no juego con el PC (aunque continúo comprando juegos, de saldo principalmente) o que nos hayamos pedido la Wii para Reyes y la haya puesto ¡dos veces! desde entonces.

Entre otras cosas, recuerdo con nostalgia las sesiones de cine en televisión, incluso cuando había dos cadenas en lugar de las tropecientas que nos encontramos ahora. Entre procesión y procesión, la Primera Cadena ponía clásicos que ya habíamos casi memorizado de las veces que las habíamos visto. Algunos incluso se pueden ver todavía hoy.

Hablo de Quo Vadis?, con la soberbia recreacion de Nerón que nos regala Peter Ustinov, muy por encima del pétreo Robert Taylor o la frígida Deborah Kerr. Muy entretenida, con grandes momentos, es curioso ver cómo las grandes estrellas repiten en las superproducciones de Hollywood de la época (los dos anteriores, junto al actor que encarna a Pedro) aparecen en Ivanhoe. Por cierto, ¿soy sólo yo el que piensa que la apariencia de Pablo es "demasiado" judía?

O de La túnica sagrada, con Richard Burton, Jean Simmons y el inefable Victor Mature, probablemente el peor actor de la historia, pero con un gran sentido del humor ("Señor Mature, lo siento pero no está permitida la entrada de actores a este club" - "Yo no soy actor, señor mío; tengo más de XX películas para demostrarlo") que dio lugar a la menos conocida Demetrio y los gladiadores en la que Mature volvía a mostrar pectorales y la más famosa caída de ojos hasta la aparición de Sylvester Stallone.


Años más tarde, Anthony Quinn sería Barrabás en una superproducción americana con sabor italiano incluyendo la presencia de Silvana Mangano o Vittorio Gassman en el reparto. Ya se dejaba ver la decadencia del cine monumental, que duraría alguna que otra década.

Todas estas películas comparten rasgos comunes: bandas sonoras (las trompetas suenan igual sea donde sea, en Roma, en Jerusalén, en Antioquía...), voces lánguidas de ellas, poses varoniles de ellos... Gusto a cine añejo hollywoodiense.

Recuerdo también Jesús de Nazaret, de Franco Zefirelli. Originalmente una miniserie de televisión, yo la conocí como largometraje. Largo el metraje (382 minutos) y enorme la lista de estrellas. Robert Powell (Jesús) es quizá el menos conocido, compartiendo pantalla con Anne Bancroft (la Madgalena), Ernest Borgnine (el centurión), Ian McShane (Judas), Michael York (Juan Bautista), Christopher Plummer (Herodes), Fernando Rey (uno de los reyes magos), Lawrence Olivier (José de Arimatea), Anthony Quinn (Caifás), Ian Holm (Bilbo Bolsón, digo... Zerah el fariseo), Olivia Hussey (una Virgen María que no envejece a lo largo del metraje). Tan larga es que es imposible de ver en una sentada. Monumental.

En los últimos años aparece La Pasión, de Mel Gibson, bastante gore y aún muy reciente para ser considerada un clásico. Me gustó bastante cuando la vi en el cine, y el final me parece muy adecuado.

Totalmente prescindibles son los peplums que en ocasiones se programaban aprovechando la época y pensando que el espectador no tiene el mìnimo gusto. Adiós a los Macistes, Hércules y demás, totalmente infumables, protagonizados por culturistas fugaces que sólo lucían músculos aceitados. Aunque en algunas ocasiones se puedan degustar grandes películas como La caída del Imperio Romano (Sofía Loren, ñam-ñam) superproducción crepuscular del género hasta que Russell Crowe vino a rescatarlo; o Espartaco.

La verdad es que han sido muchas horas delante del televisor. Entretenimiento, al fin y al cabo, que cumple su propósito con dignidad.

lunes, 18 de abril de 2011

Teseo VI

Una vez más, los pobladores del Multiverso han convocado el certamen de microrrelatos Teseo, siendo ésta su sexta edición. La gracia del tema es que en menos de 500 palabras se debe contestar a una pregunta propuesta por el organizador (el ganador del anterior certamen). La pregunta fue ¿Por qué brillan las estrellas? Sin dudar, me lancé al reto de escribir algo coherente para tan evocadora cuestión. Así nacieron Atrezzo y Hereje.

Si vamos a los puros números, quedaron empatados en la novena y décima posición de un total de 28 relatos. Cada uno de ellos obtuvo 11 puntos y recibieron votos de un porcentaje significativo de los participantes. Los resultados son bastante alentadores, la verdad.

En cuanto a calidad, me gustan bastante aunque Hereje termina de una forma un tanto abrupta debido al límite de palabras y Atrezzo parece ser un relato poco claro ya que una parte significativa de los comentarios, a pesar de alabar su calidad formal, indicaban que los lectores no entendían el final. Eso lastró lamentablemente sus posibilidades, pero sigo estando satisfecho y creo que, convenientemente retocados y adaptados a una mayor extensión, pueden hacer un buen papel en otros certámenes.

El ganador fue el poblador Caballero, con Aristarco de Samos, un muy bien micro que se llevó 43 puntejos. A él le tocará organizar el Teseo VII.

Os dejo con los relatos. Se leen rápido, que son cortitos.

*****

ATREZZO


—Señor, la última placa de unobtainium de la superestructura estará en su lugar en quince minutos.

El comandante T´zahrr asintió levemente, satisfecho. Todo indicaba que cumplirían puntualmente el programa. Echó un vistazo a la holopantalla desde la que podía observar la inmensa esfera que, con un radio superior al de la órbita del planeta más externo del sistema estelar, encerraba a éste por completo. Su objetivo, absorber la ingente cantidad de energía emitida por la estrella, asegurando la supervivencia de la moribunda nave-semilla.

La primera intención había sido seguir el protocolo habitual y catalizar la fusión del nucleo estelar para provocar el envejecimiento acelerado del astro, hacerlo salir de la secuencia principal y extender los colectores que recogerían los elementos pesados que permitirían a la nave abastecerse y continuar camino.

Pero los sensores indicaron que el tercer planeta, de un curioso color azul con retazos blancos y verdes, rebosaba de raras formas de vida basadas en la química del carbono y el oxígeno, poniendo a la tripulación en un brete moral. No disponían de medios para continuar viaje hasta la estrella más cercana y tampoco colonizar el planeta, tan diferente a sus necesidades. Decidieron entonces construir la esfera para obtener la energía necesaria que alimentara los sistemas y ser testigos al mismo tiempo del milagro de la evolución.

—Preparados para las pruebas de coherencia interna —resonó la voz amplificada del comandante en la sala de control.

—Coherencia interna ejecutándose —contestó por el intercomunicador el oficial técnico.

Los ojos facetados de T´zahrr no se apartaron de la barra de progreso y las cifras que, borrosas, volaban por la holopantalla mientras el oficial cantaba los resultados de las subrutinas.

—Efectos visuales, correctos… Radiación de fondo, uniforme… Simulación de expansión, constante… Porcentaje de materia oscura, correcto… Densidad de núcleos globulares, estándar —recitaba la voz, monótona —. La simulacion es coherente y se sitúa dentro de los límites esperados, señor.

—Confirmen finalización de la superestructura —exigió T´zahrr.

—Superestructura completada —las excitadas vibraciones de las placas quitinosas de los presentes fue como música a los oídos de T´zahrr.

El comandante se permitió una breve pausa, disfrutando el momento.

—Inicien programa de iluminación.

*****

La pequeña criatura se asustó por la súbita aparición de una miríada de pequeños puntos luminosos en el oscuro cielo nocturno. Pronto, la curiosidad se abrió camino. Lentamente se irguió sobre sus patas traseras, precariamente al principio, como queriendo alcanzarlos. La chispa de la inteligencia prendió en su diminuto cerebro, convirtiéndose con rapidez en un voraz incendio.

*****

El doctor Harris no daba crédito a la grabación que le habían hecho llegar por correo electrónico los de Control de Misiones. Correspondía a la última señal, convertida en sonido por la supercomputadora, emitida por la sonda Pioneer X, poco antes de perderse tras sobrepasar la última frontera del Sistema Solar. Ya había perdido la cuenta de las veces que la había pasado, pero lo hizo una vez más. Meneó la cabeza, sin saber qué pensar.

¡CLANNNGGGGGGGG!


*****

HEREJE
Zenón de Elea se pasó la mano por el cabello blanco y ralo al tiempo que miraba, satisfecho, el resultado de sus últimos cálculos, deleitándose en la perfección de las circunferencias dibujadas en el pergamino: las órbitas de los cuerpos celestes. De cuando en cuando desviaba la mirada para apreciar el fino trabajo del artesano que construyó su esfera armilar, maravillado de las filigranas que adornaban el disco situado en su centro.

Desde que cayó en la cuenta de que los barcos que zarpaban del puerto de Alejandría, lejos de hundirse aparentemente bajo la línea del horizonte, se hacían más pequeños a medida que se alejaban para finalmente desaparecer de la vista, tuvo claro que la única conclusión lógica era que la Tierra era un disco plano.

Pocos fueron los que luego pusieron en duda su afirmación de que este disco era, además, el centro del Universo, con el resto de cuerpos celestes girando ordenadamente a su alrededor. Únicamente la esfera exterior permanecía fija, salpicada de estrellas que cada noche brillaban majestuosas en el firmamento.

Alzó la cabeza cuando un alboroto interrumpió tan placenteras divagaciones. Molesto, recogió cuidadosamente los pergaminos antes de adecentarse un poco y salir a la calle a ver qué pasaba.

La muchedumbre era más numerosa a medida que se acercaba al ágora dificultando su caminar, así que preguntó a un hombre, que parecía estar de vuelta, cuál era la causa de tal excitación.

—Anaximandro de Mitilene —contestó, señalando hacia atrás—. Hoy no me gustaría estar en su piel. No señor.

Hubo un tiempo en que el orgulloso Zenón había considerado a Anaximandro como su único igual. Hoy era poco más que un viejo chocho que escandalizaba a las sencillas gentes de Alejandría con sus locas teorías.

Finalmente, con su porte majestuoso, llegó a un lugar próximo desde el que podía escuchar con comodidad el discurso de su antiguo rival, interrumpido a cada poco por el creciente murmullo del gentío allí arracimado.

—¡Calla! ¡No sabes lo que dices! —gritaba uno.

—¡Os repito que estoy en lo cierto! —protestaba Anaximandro— ¡El Universo es infinito y se expande en todas direcciones al mismo tiempo! ¡Por eso las estrellas están tan lejanas que parece que no se mueven! ¡Si estuvieran más cerca, nada las distinguiría de nuestro Sol!

—¿No temes a los dioses para afirmar esas locuras? —dijo otro, exaltado.

—¿Qué dioses? —gritó, irritado— Los dioses no son más que idealizaciones de…

El rayo que lo consumió les cegó a todos, incluido Zenón. Mientras tanto, en la cima del monte Olimpo, Zeus meneó la cabeza con pesadumbre. ¿Cuándo comenzarían los hombres a aceptar lo evidente?

Tan lejos que la distancia dejaba de tener sentido, la esfera exterior del Universo permanecía inmóvil. El fulgor del ardiente fuego eterno que la envolvía llegaba a la Tierra a través de los múltiples orificios que horadaban su negra superficie, percibidos como diminutos puntos de luz.

domingo, 17 de abril de 2011

Douglas & Kubrick

Importante combinación. Más cuando está aderezada con un poco de Lawrence Olivier, Charles Laughton, Peter Ustinov o Toni Curtis.

El genio de Kubrick y la personalidad de Douglas, que impuso el cambio de director una vez empezada la película, crearon Espartaco, una película que no me cansaré de ver y que formalizaron la versión canónica del personaje hasta la llegada de la serie de televisión de la que ya hemos hablado.

Con un gran presupuesto, repasemos más arriba la lista de estrellones que participan, grandes decorados, miles de extras, es una superproducción al más puro estilo Hollywood y repasa la vida de Espartaco desde que se encuentra en el ludus hasta su escapatoria poniendo en jaque a las tropas de la república romana.


Probablemente cometa gazapos históricos. Por ejemplo, no reconozco el personaje de Charles Laughton, Graco, en una época tan tardía como el 70 a.C. Pero no deja de tener múltiples factores que le hacen ganar puntos.

El Batiato de Peter Ustinov (¡qué grande!) me parece mucho mejor que el de la serie, a pesar de que éste sea mucho más creíble. Pero Ustinov se convierte en un auténtico robaplanos y, no sabemos por qué, evoluciona hasta el mismísimo final de la cinta. Reconozco que tengo debilidad por Peter, pero no es menos cierto que con este papel logró el oscar al mejor actor de reparto, así que...

Luego hay infinidad de momentos a recordar: el momento en el que el gladiador de color (negro) está a punto de matar a Craso y éste le "descabella"; las escenas de batallas, con todos esos extras realizando escenas complicadas (la formación de las legiones romanas, por ejemplo); el camino rodeado por cruces hasta la misma Roma; la lucha entre Espartaco y Antonino, a la luz de las antorchas; las sospechas de Craso de que está en realidad frente a su némesis...

Y algunas frases:

"No voy en busca de gloria, voy en busca de Espartaco" - Craso dixit
"Yo soy Espartaco" - todos

Hay incluso curiosidades curiosas. En España se producía una revisión previa de las películas, tanto nacionales como extranjeras, que recibían los cortes de tijera que el censor consideraba necesarios para mantener la moral y buenas costumbres de las gentes del país. Espartaco no fue una excepción. Pero una vez que alcanzamos la democracia se pudieron recuperar las versiones completas de algunas de estas cintas. Al ocurrir, en algunos casos, muchos años e incluso décadas después del doblaje original, no era posible contar con los mismos actores de doblaje. El espectador atento reconocerá las escenas originalmente censuradas por el cambio en las voces de los personajes.

En Espartaco hay una en particular: Antonino, esclavo de Craso antes de unirse a la hueste de Espartaco, se encuentra acicalando a su amo en la bañera. Mientras tanto, mantienen una sesuda conversación moral pero... Las voces cambian y una de las frases de Craso es algo así como:

"¿Consideras que comer ostras es moral y comer caracoles es inmoral?" ...

Aquí el enlace del vídeo

Por todo esto y más, Espartaco es una peli que hay que ver.

domingo, 10 de abril de 2011

Números redondos

Dos años.

Cien entradas.

Este es el resumen desde que empecé con Historias de Iramar. Hoy, se cumplen ambos. Una casualidad, pero no del todo. He estirado la aparición de las últimas entradas para crearla. Me gusta.

Nos aproximamos a la media de una entrada a la semana y he podido alcanzar una cierta regularidad en las publicaciones. Ya que durante la semana me faltan normalmente tiempo y ganas, los fines de semana y las vacaciones son un hervidero de actividad (evidentemente, en comparación con el resto). Ya se puede hablar de tendencias y costumbres, en ese sentido.

Tengo una lista de temas para tocar aquí relativamente extensa. Con la frecuencia que llevo este año 2011, daría para todo el año sin contar con las reseñas de libros o películas. Eso es bueno.

No me he cansado todavía de escribir aquí, aunque el público es reducido. Contaba con ello desde el primer día, asi que en gran medida escribo para mí mismo. Para recordar, dentro de unos años, las tonterías que decía. Esto también es bueno.

Desde que llevo un registro de entradas, reflejando oscilaciones que no pueden justificar mis cuatro fieles seguidores (100% de familia y amigos; por cierto, gracias) me he dado cuenta de la existencia de visitantes esporádicos y que puede que algunos incluso repitan visita. Poner la dirección en la firma de mi perfil en algunos foros y en facebook, además de algunas localizaciones aleatorias gracias a Google, los ha hecho llegar hasta aquí. Quizá algún día decidan quedarse.

Aunque mi producción literaria se limita a certámenes puntuales y a la eterna revisión del Ciclo de Iramar, he ido añadiendo cositas que pueden ser interesantes: cine y televisión, principalmente; un poco de tebeo; mi cruzada particular contra Dan Brown (un poco fundamentalista, he de admitir). Para el futuro pretendo mantenerlo y tengo algunas buenas intenciones: módulos de rol; reseña de manuales; personajes con su trasfondo y estadísticas... Veremos.

El balance es positivo. Me encuentro a gusto. No veo, en circunstancias normales, un fin cercano a esta bitácora, así que espero que sigáis acompañándome en este viaje.

viernes, 8 de abril de 2011

Panem et circenses

Pues sí señor. Así se decía hace muchos años (nosotros, en este país tan nuestro, podríamos decir fútbol y toros, viniendo a ser lo mismo). Los espectáculos en el circo y en el coliseo eran el pan nuestro de cada día en la antigua Roma.

Y érase una vez en Capua un lanista llamado Batiato que, por aquellos azares del destino, se hace dueño de un tal Espartaco, tracio, del que poco se sabe pero que puso en jaque a las legiones de la República de Roma tras escaparse junto con sus compañeros gladiadores y juntar miles de seguidores, deambulando por la bota italiana como Pedro por su casa.


Spartacus, blood and sand, serie que ha emitido Cuatro, es la recreación de la estancia de Espartaco en el ludus. Y es una serie de gran nivel, con personajes creíbles, una buena historia, efectos especiales... Vamos, que lo tiene todo para triunfar.

Su estética, similar a aquella que vimos en 300, no me acaba de enamorar, pero tengo que reconocer que en ocasiones es épica de narices. También un poco gore (a veces demasiado para mi gusto): enormes chorros de sangre que brotan de las heridas, miembros amputados, entrañas que se salen del vientre, tremendos golpes de los que no sabemos cómo salen en pie... Y sexo, que ayuda a vender. Bastante y sin demasiados tapujos para el horario en que se exhibe... No es precisamente una serie para niños...

Hay momentos para recordar: la lucha de Espartaco y Crixo contra Teocles, la sombra mortal. Probablemente la lucha en la arena mejor conseguida. Y la presentación del mítico Teocles es de lo más acertada, primero insinuando su nombre, contando historias en episodios previos y luego la visión de un gigante albino que sólo vive para matar. La pera.

Otro momento es el último capítulo completo, Matadlos a todos, que termina en un horrendo baño de sangre, lamentablemente creíble.

Aunque quizá lo mejor sean los personajes, con sus luces y sus sombras, con historias que contar. Personajes a los que amar o a los que odiar. Personajes a los que admirar.

El pétreo Espartaco (me gusta que no sepamos su nombre); su rival Crixo (basado probablemente en uno de sus lugartenientes que dirigió a uno de los dos grupos en que se dividió la multitud que los seguía); su único amigo Varro, romano que se presenta en el ludus para saldar sus deudas, su final es de los más duros de la serie; Ashur, el esclavo de confianza de Batiato, ladino y escurridizo; Doctore, el instructor, me encanta este personaje encarnado por un desconocido para mí Peter Mensah, un gigante de ébano con gran carisma; el propio Batiato; la retorcida Ilitia (gran salida en el último episodio)...

Dos curiosidades: la primera es la vuelta de Lucy Lawless, Xena para el gran público, encarnando a la mujer de Batiato, ambiciosa como su marido y trabajadora para conseguir el objetivo de la familia. La segunda, el legado Glabro, que separa a Espartaco de su mujer y desea por todos los medios acabar con él, no es otro que Haldir de Lórien en El Señor de los Anillos. Con la misma cara de empanado, todo hay que decirlo.

Trece capítulos de 50 minutos de duración que mantienen entretenido y que no defraudan. El clímax para la segunda temporada es perfecto. No veo el momento de sentarme de nuevo ante el televisor, si no fuera porque...

Andy Whitfield, desconocido para mí hasta ahora, padece una rara leucemia. Es la segunda vez, ya que estuvo tratándose hasta hace poco tiempo de ella, pero parece haberse reproducido. El rodaje de la segunda temporada se aplaza por tanto sine die, habiendo comenzado el de una precuela.

En definitiva, muy, pero que muy recomendable. No dejéis de verla.

domingo, 3 de abril de 2011

El asedio

Estuvo más de un año en la pila de libros pendientes, esperando su oportunidad. Y, cómo no, llegó. No en vano soy un fiel lector de Pérez-Reverte, incluyendo los artículos semanales que incluye en el semanal que acompaña al periódico de Gijón, El Comercio.

La historia, ubicada en el asedio francés a Cádiz durante un amplio período de las guerras napoleónicas, da para más de 700 páginas que se leen con mucho agrado. Su reparto, ampliamente coral, tiene varios personajes carismáticos que mantienen el peso de la novela. Porque si de algo puede vanagloriarse don Arturo, es de crear personajes que se ajustan como un guante a la historia que están contando. Esa es una gran virtud, da igual el peso que el personaje en cuestión tenga en la trama, Pérez - Reverte consigue que sea creíble.

Varias historias arrancan en El asedio para, poco a poco, confluir en la trama principal. Un asesino en serie ataca a jóvenes mujeres, matándolas cruelmente. En los lugares del crimen ha impactado una bomba francesa; más adelante, el asesino incluso se adelantará a los acontecimientos y matará antes del impacto. Un comisario de policía, cruel y corrupto, dejará su empeño en descubrir al monstruo.

Comparten las páginas de la novela Lolita Palma, heredera de una casa comercial gaditana, Pepe Lobo, capitán corsario, Fernando Mojarra, guerrillero, Simon Desfossaux, artillero francés, y muchos otros relacionados con los anteriores. Cada uno con sus blancos y negros, virtudes y defectos, pero todos con el inconfundible sello Pérez-Reverte.

Y es éste quizá el mayor problema. A veces uno tiene la impresión de que las ideas se le están agotando. Los tics que utiliza ya los ha empleado en otras ocasiones, hasta el punto de que parece que estamos leyendo una historia similar, cambiando la época en que transcurre. La sombra de Alatriste es alargada y quizá el mismo autor se da cuenta, pues hace años del último libro de la serie. Quizá huye de ello, buscando refugio en otras aguas.

Porque en El asedio hay también un gusto a mar. Se nota que es una de las aficiones del autor, que disfruta describiendo escenas, maniobras, utillaje. Quizá demasiado, pues para el lector es difícil de seguir tanto vocabulario técnico (más para los de la LOGSE que para nosotros, los que hicimos EGB y BUP). Eso y esa añoranza de un pasado mejor, ese dolor de España como tierra de contrastes, ventajista y pesimista como pocas. Como digo, el sello Pérez-Reverte se encuentra en cada página.

La historia transcurre con facilidad, las páginas pasan veloces hasta llegar a el final. Quizá llega éste de un modo demasiado abrupto. Seguro que algún cierre parcial no es satisfactorio (en especial, lo que le ocurre a Pepe Lobo no tiene nombre). Final amargo, incluso aunque el asesino sea finalmente descubierto y pague su culpa de un modo, digamos, peculiar.

Es eso lo que hace que no estemos ante un libro redondo. Pero me ha gustado mucho más que otros títulos recientes del autor como Un día de cólera (probablemente un libro de encargo, y se nota) o El pintor de batallas, demasiado intimista para mi gusto. Creo que remonta el vuelo un poco, pero está lejos de llegar a cimas anteriores. Vamos a poner un notable bajo a El Asedio. Un siete, más por cariño que por merecimiento, pues quizá siendo justos le iría mejor un seis.

Otro día será el momento de hablar un poco del personaje que para sí mismo ha creado Pérez-Reverte. Dudo si estará fagocitando a la persona.

Por cierto, ya quisiera Dan Brown escribir como lo hace Arturo, aún lejos de sus mejores momentos.