martes, 31 de diciembre de 2013

Juego de Tronos (T3)

Me toca ahora hablar algo de la adaptación de las novelas de George Martin a la televisión, con la tercera temporada de Juego de Tronos.

Lo primero que me viene a la cabeza es alabar la valentía de la serie. No temen adaptar los sucesos más tremendos de los libros, aún a pesar de que no se estila eso de pasar la cuchilla y segar personajes de ese calibre con tal frecuencia. 

Esta tercera temporada quedará marcada por el espectacular noveno episodio: 3.09 Las lluvias de Castamere. Espectacular por lo que se dio en llamar la boda roja. Tremendo. 

Ya lo había leído, por supuesto. Recuerdo que vivía en Madrid y que estaba, como de costumbre, leyendo un rato antes de echar una siestecita, cuando llegué al capítulo en cuestión. Flipé. Y cuando me repuse, pillé tal cabreo que tiré el libro y no lo cogí en unos cuantos días. 

Este tío es el p... amo

Digo, pues, que ya sabía lo que me iba a encontrar. Pero aún así la adaptación a imágenes es brutal. Mejor de lo que me esperaba, de echo hecho (¡ups!)

Las reacciones no se hicieron esperar y HBO perdió unos cuantos abonados que se dieron de baja después de ver el capítulo. Los videos con las reacciones más dispares circulan por la red, pero no las voy a enlazar aquí por aquello de los spoilers. Tendréis que buscarlas en google / youtube.

Por lo demás, la temporada es bastante tranquila. Lo que más me gusta es la profundización en el personaje del matarreyes, Jeimi Lannister (que ya ocurría en los libros, por cierto), mucho más rico en matices y que se convierte, mal que me pese, en un personaje de los más atractivos. 

La historia de Jon Nieve es un poco de transición, esperando que lleguen tiempos mejores.

No sabes nada, Jon Nieve


Y ver a Daenerys / Emilia Clarke, resulta una delicia. Parece ingenua, parece una idealista, pero se las da con queso a los esclavistas que se encuentra. Mola y además es guapa. 

Y me gusta también el caballero de la Cebolla, el ex-contrabandista Davos Seaworth. A pesar de que quiere pasar por pragmático, resulta ser un idealista que no duda en enfrentarse a su rey, el inflexible Stannis Baratheon, por lo que cree justo. 

Brienne de Tarth, o el poder del maquillaje


De todas las decisiones de la temporada, la que menos entiendo es por qué programar el clímax (la boda roja) en el penúltimo capítulo de la temporada. A partir de ahí, solo puedes ir hacia abajo. No sé, yo no lo habría hecho así...

Pues eso, que la temporada, aunque solo sea por el capítulo 3.09, se merece un ocho. Ardo en deseos de ver la cuarta temporada.

¡Ah! Joffrey, eres un crío odioso.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Vikingos (T1)

Pues me he tragado toda la primera temporada de la serie Vikingos (tampoco son tantos, 9 capítulos de nada), del sello Canal Historia. 

Lo primero que me viene a la cabeza es que Canal Historia ya no es lo que era. Recuerdo hace ya bastantes años, cuando vivía en casa de mis padres y comenzaba la historia esta de Telecable, que el Canal Historia estaba plagado de grandes documentales de... Historia, claro. Pero hoy, ya en mi casa y de nuevo con Telecable tras un larguísimo paréntesis, la historia ha perdido la mayúscula del inicio y ha ganado en alienígenas, hasta el punto de que parece que todo lo que ha habido alguna vez de llamativo sobre la faz de la Tierra tiene algo que ver con civilizaciones extraterrestres superavanzadas. Una pena, vamos.

Volviendo al tema de esta entrada, la serie cuenta la historia de Ragnar Lodbrok, un visionario vikingo de lo que parece Suecia en el siglo VIII, vasallo del conde (Jarl) Haraldson. Descontento con éste porque cada año dirige sus barcos a saquear las pobres tierras de Oriente, y habiendo oido fantabulosas historias de las riquezas que se encuentran en Occidente, decide fletar por su cuenta un barco hasta llegar a la antigua Inglaterra. Más en concreto al reino de Northumbria y al monasterio de Lindisfarne, de donde se trae grandes riquezas y un esclavo, el monje Athelstan. Y luego pasan más cosas que no contaré aquí porque para eso está la serie, para verla.

Ragnar y Lagertha
Sí comentaré que es interesante desde el punto de vista de la sociedad nórdica, que vemos con los ojos de Athelstan según va descubriendo el nuevo mundo que se abre ante él. Somos testigos de lo taimados que son en sus negociaciones, tanto entre ellos como, sobre todo, con los extranjeros. Vemos también lo extraño de sus tácticas de combate y el aparente desapego a la vida que tienen, lo que se traduce en una ferocidad en la lucha que desborda a sus enemigos. O vemos también el papel que el destino y sus dioses tienen en sus vidas. 

Quizá lo mejor de todo sean los personajes, empezando por el protagonista absoluto, Ragnar Lodbrok (el desconocido Travis Fimmel), con unos ojos azules como el hielo y un aire canalla que le va bastante bien. Luego está su mujer Lagertha la Escudera, su hijo Björn y su hermano Rollo, que veremos si aguanta bien ser eclipsado continuamente por su hermano. El conde Haraldson (Gabriel Byrne) es el hombre más poderoso del condado, pero también el más preocupado por mantener su estatus. Menos mal que tiene a su esposa Siggy para darle consejo. Y luego está, claro, Athelstan, que poco a poco se moverá como pez en el agua por las procelosas aguas nórdicas.


Escudos redondos, hachas danesas...

Como curiosidad, tenemos al actor Vladimir Kulich en un papel muy secundario. Vladimir era el Buliwyf de El guerrero número trece

Otra curiosidad, Ragnar Lodbrok es un personaje semimítico de la historia, más conocido por ser el padre del Ivar sin huesos que se enfrentó al rey Alfredo el Grande de Wessex en el siglo IX. Curiosidad que lleva a otra, porque Ivar fue el personaje de Kirk Douglas en la película Los vikingos, aunque con el nombre de Einar. 

Un exceso de sangre es la tónica de los combates


Curiosidades aparte, la serie cumple pero sin alardes. El tema me interesa mucho, así que por eso la he visto entera y seguramente veré la segunda temporada. Pero no sé yo si a quien no le interse la historia de las invasiones vikingas le gustará...

Yo le doy un seis. Los usuarios de imdb le dan un 8,5, que me parece demasiado.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Un país al paroxismo

Vuelvo después de unos cuantos -bastantes- días de inactividad en el blog y con una lista de asuntos pedientes que quiero comentar por aquí. Pero es que hoy se cumplen también treinta añazos de aquel famos partido España - Malta, clasificatorio para la Eurocopa de fútbol de Francia ´84. 

Es una de esas cosas que no se olvidan nunca. Yo no he sido nunca un gran aficionado al fútbol, la verdad, pero aquella tarde-noche de diciembre me puse frente al televisor  y a mis diez añitos fui testigo de la machada épica. 

La historia es por todos conocida. España debía ganar a Malta en el último partido. Eso nadie dudaba que iba a pasar. Lo que era más difícil era que se consiguiera por una diferencia de once goles que haría a España clasificarse por delante de Holanda (que tampoco era gran cosa por aquel entonces). 

Y así empezaron a jugar los españolitos. Nombres míticos de nuestro fútbol como Paco Buyo (en la portería en lugar del gran Arconada, no recuerdo muy bien por qué), Víctor, Gordillo, Maceda, Carrasco, Señor, Santillana, Maceda... Nombres que nos han acompañado durante nuestros años mozos. 

La primera parte terminó con el resultado de 3-1 y la sensación de que aquello no iba a ser posible, pero luego...



Recuerdo como el primer día la voz quebrada del no menos mítico José Ángel de la Casa retransmitiendo el último gol, el de Juan Señor, el que nos metía de cabeza en la Eurocopa, y todavía se me pone la piel de gallina.

Ahora estamos mucho más acostumbrados a las glorias deportivas de nuestros representantes. Hemos sido campeones mundiales, olímpicos o europeos en todos los deportes mayoritarios: fútbol, baloncesto, balonmano, waterpolo... tanto en categoría masculina como femenina. Disfrutamos de fenómenos como Gasol, Nadal o Fernando Alonso. Estamos en la cresta de la ola.

Pero en los primeros años de la década de los ochenta, la cosa era bastante distinta. El mundial de fútbol, celebrado el año anterior en nuestro país, se había saldado con un fracaso desmoralizador. Solo Seve Ballesteros o Ángel Nieto eran deportistas de escala mundial en sus respectivos deportes. Conseguir medalla en unos Juegos Olímpicos era poco más que utópico...

Y, lo peor de todo, es que la situación del país era bastante peliaguda. El terrorismo de ETA en su máxima expresión. Apenas habían pasado dos años del golpe de estado del 23-F y el PSOE llevaba un añito en el poder. Paro galopante. Inflación de dos dígitos anuales. Depreciaciones continuas de la peseta. Reconversión brutal en el sector naval, la minería y la metalurgia pesada... Pocas alegrías había por aquellos días, aunque la inocencia de mis diez años hiciera que no fuera consciente plenamente de lo que sucedía a mi alrededor.

Por eso, hoy va mi recuerdo a once chavales en pantalón corto que, persiguiendo una pelota, consiguieron hacer feliz a todo un país.




domingo, 8 de diciembre de 2013

Super 8

Ya tenía ganas de ver esta peli de JJ Abrams y Steven Spielberg: Las críticas que había leído eran francamente positivas y todas giraban más o menos sobre lo mismo: que Super 8 era una vuelta al cine de aventuras de los años ochenta, como Los Goonies, por ejemplo.

Así que el viernes me puse delante de la pantalla, sintonicé La Sexta y me dispuse a disfrutar... 



En líneas generales, no me defraudó. La historia de unos chavales que quieren hacer una película de zombies y que, mientras graban, son testigos de un espectacular accidente de tren que desencadena una serie de acontecimientos inesperados, engancha desde el minuto uno. Esa forma de ir dosificando la información, esas imágenes borrosas y disimuladas de lo que sea que está ahí fuera...

Hasta la llegada de los militares para hacerse con el control, en el más amplio sentido de la palabra, aunque suene a típico y tópico, es también muy ochentero. 

Curioso que, como casi siempre, los chicos vean con más claridad que las mentes más preclaras del ejército estadounidense y que encuentren en apenas unos minutos la información y los papeles que los militares están buscando desde hace media película. Aceptaremos barco, como animal acuático, en aras del divertimento familiar. 

Pero el mayor problema de la cinta es quizá ese divertimento familiar. Como es una película para casi todos los públicos (NR7, en realidad), como los protagonistas son chavalería preadolescente, la película tiene que ser blanca. Así que todo que se ha construido durante más de una hora de explosiones, desapariciones misteriosas, militares malencarados y filofascistas... todo eso se desmorona en los últimos veinte minutos para mayor gloria de la moralina que tanto gusta en los Estados Unidos de América. 

Este final resulta entonces bastante empalagoso para lo que hemos visto y me acabó decepcionando un poco, aunque el conjunto sea notable y resulte muy entretenido.

Coincido casi con la nota de imdb. Vamos a darle un siete a JJ Abrams y Super 8






viernes, 6 de diciembre de 2013

Hasta siempre, Madiba

Es tarde, terriblemente tarde, y me caigo de sueño delante de la pantalla. Pero antes de irme a la cama tengo que escribir esta entrada, con lágrimas en los ojos.

Ha muerto Nelson Mandela, Madiba. Ya llevaba varios meses con una precaria salud. Simplemente su vida se ha ido apagando, no en vano había cumplido ya los 95 años. Una edad venerable que ha conseguido alcanzar a pesar de los largos años pasados en prisión, en condiciones difíciles.

¿Por qué escribo ahora, y no lo dejo para mañana?

La respuesta es simple: hay personas que no deberían morir nunca. Personas que hacen que uno vuelva a tener fe en un género humano capaz tanto de las acciones más atroces como de las más elevadas muestras de heroísmo. 

Mandela, con su sencillez, su honestidad y su perenne sonrisa, es una de ellas. 

Por eso, porque su memoria merece todo esto y más. ¿Qué son cinco minutos de mi tiempo comparado con la magnitud de toda una vida dedicada a la lucha social?

Deja ahora a un país, Sudáfrica, huérfano. Pero sin duda con él ha muerto un poquito de cada uno de nosotros.


INVICTUS (William Ernest Henley)
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.

In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.

Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.




Osiyeza (The crossing), el bueno de Johnny Clegg



No hay palabras para honrarte






sábado, 23 de noviembre de 2013

Cincuenta años del nacimiento de un mito

Ayer se cumplieron cincuenta años desde que el entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, fue asesinado en Dallas por Lee Harvey Oswald, un oscuro simpatizante comunista que consiguió su momento de gloria antes de, a su vez, caer abatido por Jack Ruby, un no menos oscuro hampón que se tomó la justicia por su mano.

O al menos eso dice la versión oficial, de la mano del estudio de la Comisión Warren. 

Pero hoy no me interesa hablar de teorías oficiales ni de conspiranoica, sino de cómo la muerte de una persona, en determinadas circunstancias, es el paso previo a su conversión en mito social. 

Ha ocurrido antes y volverá a ocurrir en el futuro: John Lennon, Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Jim Morrison, James Dean... John Fitzgerald Kennedy... generalmente gente joven que muere de forma inesperada y/o en la cúspide de su poder. 

Allá por 1963 Kennedy había prometido poner un hombre en la Luna antes de finalizar la década, había pronunciado un sonado discurso en Berlín (Ich bin ein Berliner, dijo), la había cagado en Bahía de Cochinos, había resuelto con firmeza la crisis de los misiles de Cuba, se ponía del lado de los afroamericanos en la lucha por los derechos civiles y comenzaba a dar importancia al conflicto en Vietnam. Además, había comenzado la frenética carrera para la reelección, no hay que olvidarlo. 

Aquellas balas en Dallas cortaron de raíz esta posibilidad para el presidente más joven de la historia de los Estados Unidos y el primero católico. Los americanos se despertaron de lo que había parecido un cuento de hadas que había durado tres años, desde que Kennedy venciera a Trick Dick Nixon en las elecciones de 1960, por un escasísimo margen. 

¿A dónde quiero ir a parar? Pues a que toda esta vorágine de sorpresa y estupefacción llevó probablemente a idealizar lo que se había conseguido en esos tres años, tendiendo a olvidar los detalles más escabrosos de su personalidad (probable adicción al sexo, relaciones con la mafia, vida familiar cuestionable...) y a sustituirlos por una crónica edulcorada que sirve para vender una imagen prefabricada al americano de a pie. 

Con la perspectiva que da la distancia temporal, la figura de Kennedy se ve más completa, con sus luces, sus sombras y sus contraluces, que de todo hubo, sin duda.





domingo, 17 de noviembre de 2013

Heimdall sigue siendo negro

El pasado fin de semana vi Thor 2: El mundo oscuro en el cine. Ya he comentado que Thor es uno de mis personajes favoritos de la Marvel y además la primera película me gustó bastante, no sé si por ser Kenneth Brannagh el director o porque iba predispuesto a ello, a pesar de algunos detalles. Y sí, también por ese Loki que por momentos se hace el dueño de la escena. 


Así que no tuve dudas en pasar por caja a ver esta segunda parte, con el añadido de que aperece Malekith, uno de los malutos más carismáticos de la serie de comics.




¿El argumento? Hace eones, el elfo oscuro Malekith estuvo a punto de destruir los nueve mundos al utilizar un arma (el éter, no se han roto la cabeza con el nombre) para destruir la luz. El padre de Odín los derrotó, pero no destruyó el éter, sino que lo enterró (¡qué tontería, por dios!). 

Muchos años después, la novieta de Thor lo encuentra por casualidad (¡cómo, si no!) y el éter se funde con ella. 

Ya tenemos el cóctel necesario para involucrar a nuestro dios nórdico favorito que, cómo no, acudirá a la llamada del honor y la gloria, para enfrentarse en una lucha sin esperanza a Malekith, con la única ayuda de Loki (vaya, ¿quién lo diría?).

El dios de las mentiras, Loki, maneja a los mortales a su antojo


A partir de ahí, frenéticos movimientos de cámara tan de moda en el cine de hoy en día, hacen prácticamente imposible seguir la acción. Y hay una poca de acción, todo hay que decirlo.

Los elfos oscuros han defraudado. Son bastante curiosos en la caracterización, y tienen armas láser y naves espaciales. Los supervivientes de la guerra con el padre de Odín se encuentran en animación suspedida y... pero, ¡espera! ¿estamos hablando de Thor o de una peli de cifi? Y es que, en esta segunda entrega, se hace mayor hincapié si cabe en la idea de que los dioses nórdicos no son tales, sino una raza alienígena con avanzados conocimientos indistinguibles de la magia (hala, cita de Arthur C. Clarke sin citarlo). 

No estoy muy seguro de que esto me guste demasiado.

En cuanto a los personajes, Thor está en la línea que ya le conocíamos y Loki se confirma como todo un descubrimiento. En esta ocasión a Odín le toca el momento de ser vengativo, colérico y poco dado al sentimentalismo. Y la doctora Jane Foster hace poco más que ser el receptáculo del éter y ponerle ojitos al rubio musculoso que tiene al lado. Los secundarios, graciosos y poco más, dando un contrapunto cómico que, bueno... tiene un resultado discutible.

La dama Sif


¿Y Heimdall?, negro como un tizón, por supuesto.

Decepcionado estoy. Tanto que le doy un seis raspado, casi dos puntos por debajo de la votación popular en imdb.


domingo, 3 de noviembre de 2013

Reinos Olvidados - Trilogía del Imperio

Los Reinos Olvidados son una de las ambientaciones del D&D, quizá la más popular (aunque de eso ya habrá tiempo para hablar) y, como no podìa ser de otra forma, pasó los límites del juego de rol para convertirse en franquicia literaria.

Lo que no tiene por qué ser necesariamente bueno, ni malo ya que estamos. Aunque por experiencia suele haber más de lo último que de lo primero, con algunos libros bastante infumables y con graves errores de traducción (por ejemplo la serie de Avatar). 

Imperio es una trilogía compuesta por Los señores de la estepa, de David Cook, La muralla del dragón, de Troy Denning y Cruzada, de James Lowder, los tres publicados a mediados de los noventa del siglo pasado por Timun Mas (o Timan Más, si queréis) y que son una adaptación de las invasiones mongolas al universo de los Reinos Olvidados. 

O sea, tenemos tres libros y tres autores. No sé si esto es una buena idea, pero tampoco soy lo que se dice un experto en historias franquiciadas. No obstante, se nota que han intentado minimizar los riesgos: los tres libros tienen un enfoque distinto y unos personajes protagonistas también distintos, así que no tienen demasiada influencia entre ellos.

De todos, el más interesante es sin duda el primero, Los señores de la estepa. Una historia de los mongoles y sus extrañas costumbres vistos a través de los ojos de un lama tibetano, Koja de los khazaris, que se convierte en anda (algo así como hermano) de Yamun Kahan, unificador de las tribus teiganas y autoproclamado emperador de todos los pueblos. Está bien estructurado y muestra las diferencias de pensamiento y obra de este pueblo nómada que acaba de darse cuenta de su poder gracias a un líder carismático. Una dosis adecuada de intriga y acción hacen del libro un cóctel interesante para los que conocemos el percal de los Reinos. Un seis con perspectiva positiva.



La muralla del dragón nos ofrece un cambio de perspectiva en el que seguiremos la historia a ojos de los chinos. Me gustó bastante menos que el primero, entre otras cosas porque hay una concepción más maniquea de la historia: los buenos son honorables, los malos son muy malos y de oscuros propósitos. Posee también algunos de los ingredientes que más me cargan en las historias de fantasía: una mujer de apariencia frágil pero que en realidad resulta ser una ninja experimentada (porque yo lo valgo) y unos niños que hablan y actúan de una forma muy poco infantil (como los cargantes niños de Parque Jurásico, por ejemplo). La historia va avanzando, pero el interés decae. Un cuatro y gracias.



El último volumen, Cruzada, remonta un poco, pero no mucho. El protagonista es Azoun IV de Cormyr, liderando una coalición de humanos, enanos y orcos que tratará de detener a la horda teigana. Buena parte del libro discute las propias motivaciones de Azoun y sus dudas al liderar la Cruzada. Añadimos también un conflicto paternofilial con la princes Alusair, todavía no sé muy bien por qué, resuelto de una forma bastante precipitada. Y, cómo no, aderecemos el asunto con ideas derivadas del propio juego de rol, del alineamiento de los personajes, en este caso un Legal Bueno como Azoun que se reconcome por dentro por mentir y por dirigir ejércitos en batallas en las que, sin duda, morirá gente. Vamos, de lo más creíble todo. Para este va un cinco peladito, más que nada porque me gusta esa sensación de desesperación al enfrentarse con un enemigo superior. Cruzada es también el volumen en el que la magia está más presente (a pesar de un Vangerdahast, mago mayor del reino, que en ocasiones resulta patético).



Es una serie dirigida a fanáticos de los Reinos o del juego de rol. Necesitaba un poco de lectura ligera antes de dirigirme a nuevos pastos, pero solo salvaría claramente al primer volumen.

domingo, 27 de octubre de 2013

Tardes de dibus II

Vamos pues con la segunda parte de estos recuerdos televisivos que tanto revuelo han levantado en el ciberespacio. 

Ulises va volando por las galaxias, más veloz que una estrella fugaz... así empieza Ulises 31, una serie  de la que no me perdía un capítulo hace ya más de 30 años. Su hijo Telémaco, el pequeño roboto Nono... una serie que mezclaba la ciencia ficción con los mitos clásicos de la Odisea. Todavía la recuerdo con mucho cariño.




También francesa, como la anterior, Erase una vez el hombre unía unos dibujos y unas historias que enganchaban a los niños con el afán de educar de una forma amena. Repasaba los mejores momentos de la Historia, desde la creación del mundo hasta nuestros días. A partir de aquí, otras series como Erase una vez el espacio o Erase una vez la vida, tuvieron progresivamente menos interés. Vemos que el amigo Jean Chalopin se hizo de oro con los niños españoles de mediados de los ochenta.


Otra serie francesa, Inspector Gadget, que estaba bastante bien. La venían mis padres conmigo, y también se echaban una risas con el inspector. Si no fuera por su sobrina Sophie y el perro Sultán, otro gallo hubiera cantado. La intro en francés, como la ponían en la tele.



Otra serie francesa más, Los diminutos. En esta ocasión se trata de una especie de roedores antropomorfos, de una cuarta de altura más o menos, y que viven con nosotros escondidos de nuestra vista. 


Pero también en España se hicieron buenas series de dibujos animados, principalmente gracias a BRB. Una de ellas adaptó nuestro clásico El Quijote, con la voz de Fernando Fernán Gómez y la canción del grupo Botones.


Otra adaptación fue La vuelta al mundo de Willi Fogg, del clásico de Verne La vuelta al mundo en ochenta días, en la que los personajes eran animales. El personaje de Tico, huelga decirlo, es propio de la serie de animación y hablaba con un acento muy andaluz. Aquí tampoco repararon en gastos, porque la canción de inicio corrió a cargo de Mocedades. ¡Vamos, Bully!


¿Y qué me decis de Los mosqueperros? D´Artacán, Amis, Pontos y Dogos, el cardenal, Planchet, Milady... Todos perros. ¡Eran uno, dos y tres, los famosos mosqueperros...!



El despertar de la conciencia ecológica llevó a nuestras pantallas al pequeño y carismático David el Gnomo y a su esposa, Lisa. Curiosamente esta serie fue censurada en los Estados Unidos de América: parece ser que para su mente luterana era excesivo ver a una madre amamantando a sus pequeñuelos. Curioso, en una época en la que proliferaban las pelis de Charles Bronson o Chuck Norris. ¡Soy veces más fuerte que tú, muy veloz y siempre estoy de buen humor!




¡Ahhh! Los pitufos, Gargamel, Azrael... han merecido una adaptación de Hollywood después de muchos años, pero en la vieja Europa hace décadas que sabemos de ellos.



Llegamos ahora a un mundo fantástico, lleno de seres extraños. Dragones y mazmorras (Calabozos y dragones en América) adaptación estadounidense de mi querido D&D. Supongo que fue una de las razones por las que todavía hoy leo fantasía y juego al rol cuando puedo, que siempre es menos de lo que quisiera. 



¿Qué podemos decir de robots que se transforman en aviones, coches, camiones? Mola, ¿no? Optimus Prime, Megatrón y los demás luchan por la energía que les permitirá seguir con vida. Transformers, ahora una saga de cine de acción con mujeres cañon



O estos felinos a modo de superhéroes en una suerte de mundo de fantasía épica, los Thundercats siguiendo a su líder Leon-o en una lucha de la que recuerdo más bien poco aparte de esa espada que se va haciendo cada vez más grande: ¡Thunder! ¡Thunder! ¡Thundercats!



En plena preadolescencia, calculo que con doce o trece años, no me perdía un capítulo de Sherlock Holmes de Miyazaki. Una de las mejores adaptaciones del personaje, incluyendo aquí películas y series de televisión con actores reales. Si no recuerdo mal la echaban los viernes por la tarde y era el preludio de un largo fin de semana. ¡Es un detective de lo más singular, sigue cualquier pista hasta dar en el clavo!




Aún más mayor, ya por el COU, no me perdía tampoco un capítulo de Campeones, Oliver & Benji. Echando la vista atrás, era un poco fantasma la serie. Eso de que la portería salía por debajo de la línea del horizonte o que el balón se transformaba en elipsoide cuando le pegaban un patadón... pero Oliver Aton, Benjamin Price, Mark Lenders, Ed Warner, Clifford Yuma, los gemelos Derrick, quedan también en la memoria. 



De la misma época, Los caballeros del zodíaco. Otra serie que no me perdía. Un poco sangrienta, eso sí, y cierta definición sexual en algunos de sus personajes (¿verdad, caballero de Andrómeda?). Comenzó a emitirse los domingos por la mañana y luego se convirtió en serie de diario. Estaba dividida en sagas, en una de las cuales incluso se enfrentaban a caballeros nórdicos. 



Y aunque no se tratan de dibujos, Los Aurones también ocuparon un hueco de la parrilla televisiva. Un poco cutres para mi gusto, pero Gallofa tenía momentos de risa. Producción nacional.




El creador de Los Teleñecos nos sorprendió con Fraggel Rock, los goris, los fraggel, los curris, el tío Matt el viajero, el perro Sprocket...






Bueno, hemos hecho un repaso de nuestra niñez. No puedo evitar sentir nostalgia de aquellos tiempos. Las notas de estas intros despiertan recuerdos imborrables y, por qué no, las ganas de volver a ver aquellas series que me hicieron soñar de niño.










domingo, 20 de octubre de 2013

Tardes de dibus I

Uno ya tiene cuarenta años y su memoria cubre unas cuantas décadas. Los más jóvenes no recordarán que, durante muchos años, después del telediario de fin de semana y antes de la película, ponían en la tele algunas de las series de dibujos animados que marcaron nuestra infancia. También los domingos, más tarde, a eso de las seis o las siete, había alguna serie que otra.

Tiro de memoria en un ejercicio de nostalgia, que no pretende ser más que eso: recordar aquellas series que durante años me tuvieron pegado al televisor y con las que luego jugaba, imaginando que era uno de los personajes. 

Empezando por Marco y su mono Amedio, que ponían cuando yo tenía tres o cuatro años. Su historia, ya conocida: sale de Génova para buscar a su mamá, que se había ido a la Argentina.



Otro clásico de la animación japonesa fue Heidi, con el abuelo, Pedro, Clara y Niebla. Libertad sin límites en los Alpes suizos. ¡Qué miedo de la Rotenmeyer!. Por cierto, unos frikis han calculado la longitud del columpio, basándose en el período de oscilación.



Otro clásico, esta vez gracias a Parchis ya que no me acuerdo de mucho, es Comando G, en su Ave Fénix. El diseño del robot es sospechosamente parecido a R2D2, pero cuidado, que es cinco años anterior al del amigo Lucas.



Más ciencia ficción. Otro clásico es Mazinger-Z, el gigantesco robot pilotado por Koji Kabuto, que luchaba contra los monstruos que un par de malutos, el Dr. Hell y el barón Ashura. Luego de muchos años la volvieron a echar a diario por las mañanas y la veia antes de ir a la Escuela de Ingenieros. Craso error, porque se cayó un mito de mi infancia. Aún así, las órdenes a viva voz de puños fuera y fuego de pecho no se pueden borrar de la memoria.




Vamos ahora con una serie española, Ruy el pequeño Cid (gracias, BRB) que se centraba en los años de infancia de un Rodrigo Díaz, Ruy, que ya apuntaba maneras de héroe. Aparecen también su primo Álvar (¿quizá el que fue su lugarteniente, Álvar Fáñez, Minaya) y Jimena. De pequeño tuve un castillo de cartón y una figuras troqueladas que se sostenían sobre una base de plástico. Con ellas podías soñar que eras un caballero medieval. 





¿Qué me decís del pequeño Vickie el vikingo? Esta serie sí que sigue vigente (de hecho están poniendo una adaptación 3D actualizada y hasta dos películas de acción real). El ingenio del pequeño vikingo, en contraste con la torpeza del padre, saca a sus compañeros de cualquier situación problemática. Los habitantes de Flak, el padre Alvar, la madre de la que no recuerdo el nombre, la pequeña Ylvi, los vikingos Snorre, Tejure, Fax, Urobe, Gorm (¡estoy entusiasma-do!), el bardo... Compartía país de origen (Alemania) y voces de doblaje con la siguiente:




La abeja Maya, dulce abeja Maya, que viajaba con su amigo Willie mientras descubría ese mundo de color del que hablaba la canción. El saltamontes Flip, la mosca Puc (con grandes gafas negras que ocultaban sus ojillos miopes), la malvada araña Tecla y su acordeón, la señorita Casandra... Otra serie que no me canso de ver, ni siquiera ahora (también hay adaptación 3D)



¡Buf! Esto va a ser mucho más largo de lo que había pensado. Todavía quedan muchas series que recuerdo con cariño y que me gustaría volver a ver, así que creo que voy a tener que dejar una segunda parte (al menos) para otro día.



domingo, 13 de octubre de 2013

El primer boy scout

La película del Capitán América no está del todo mal. Incluso ha llegado a interesarme cuando el personaje en sí no es precisamente santo de mi devoción. 

Pero es necesaria para ir asentando los pilares que llevaron a Los Vengadores, y necesaria para que el resto del mundo conozca un poco mejor a un personaje tan icónico como el capi.



Todo comienza en los años cuarenta del siglo pasado, cuando un Steve Rogers bastante escuchimizado, pero con un corazón que no le cabe en el pecho, trata una y otra vez ser aceptado en el ejército para volar a Europa a ganar la guerra. Es entonces cuando se cruza en su camino la oportunidad de su vida, en la forma de científico desarrollador de un suero experimental que lleva más allá de sus límites al organismo humano. Steve va pasando una tras otra las etapas de entrenamiento que van eliminando candidatos, hasta que es finalmente elegido.

El suero funciona, sí. Rogers se convierte en un mazas anglosajón y blanco (y probablemente protestante). Pero lo bueno de este chico de Brooklyn es que, además de físico, tiene lo que hay que tener dentro de la cabeza para convertirse en un héroe. 

Por eso no se encuentra a gusto con el papel que le hacen representar, un espectáculo de vodevil en busca de que el americano medio compre bonos de guerra con la que financiar la lucha contra el nazismo. Él estaría mejor en la primera línea del frente, haciendo lo que mejor sabe hacer.

Su oportunidad llegará, pero en lugar de la Alemania nazi, luchará contra un enemigo aún más peligroso: la organización Hydra, regida por el lunático Johann Schmidt (Hugo Weaving), más conocido como Cráneo Rojo.

La historia progresa como viene siendo habitual, en medio de climax pirotécnicos y diálogos pretendidamente inspiradores, hasta llegar a su final, probablemente demasiado frío (dicho sea en todos los sentidos). Después de todo lo que Rogers es capaz de pasar, y a pesar de que se le intenta dar una nota transcendental al asunto, se queda todo como un poco ni chicha ni limoná. Es difícil de creer que no haya otra opción más que la que finalmente se ven obligados a tomar. 

Pero, insisto, con todos sus defectos, es una peli entretenida, con uno de los malos más malos y carismáticos de las pelis de superhéroes (a su lado, el Victor von Muerte de Los 4 F no es más que un maluto de opereta). Da mucho juego y podría dar aún más, si los guionistas son espabilados (en Marvel, las resurreciones están al orden del día...).

Además de Priscilla - Hugo, tenemos a Tomy Lee Jones como el coronel Phillips, pero aquí no le veo yo tanta gracia al papel. Vamos, que me da un poco igual. 

La chica (siempre tiene que haber una en una peli de la SGM) es Peggy Carter (Hayley Atwell, a quien hemos visto en Los Pilares de la Tierra), y es poco más que el contrapunto femenino de Rogers, muy liberal ella, eso sí. Muy políticamente incorrecta.

Resumiendo, Chris Evans está mucho mejor aquí que en Los 4 F y su cara de niño bueno es perfecta para el espíritu encarnado de América. Y Hugo Weaving, a.k.a. agente Smith, a.k.a. Priscilla, a.k.a. Elrond, mola como maloso. 

Un poco difícil tomárselo en serio, ¿no?


Yo le daría un ocho bajo, aunque doscientos cincuenta mil votantes de imdb no llegan al siete. 

Algún día tendré que hacer un repaso de las pelis de superhéroes, pero las hay bastante peores. Capitán América, el primer vengador, estaría con tranquilidad en la zona templada.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Persistir o abandonar

Estaba hoy hablando con mi buen amigo Grimnebulin, cuando tocamos un tema que me hizo reflexionar: ¿qué hacer cuando estás leyendo un libro infumable o, en el mejor de los casos, que no cumple las expectativas creadas y que se está haciendo más difícil de lo que pensaba? ¿Debemos abandonarlo y a otra cosa mariposa? ¿O continuar contra viento y marea hasta pasar la última página?

Lo confieso: yo no soy de abandonar. Sigo pasando páginas, a veces de forma mecánica, hasta que llega el tan esperado FIN. 

¿Por qué? No lo sé con exactitud. La causa más probable es mi cabezonería. Termino el libro porque así puedo criticarlo con conocimiento de causa. Además, ¿quién sabe? Quizá en la última página y media tenemos el giro argumental perfecto que hace que la novela o el relato se convierta en una obra maestra.

Luego no dejo de lamentarlo. No he disfrutado de la historia. No recuerdo apenas nada de la trama argumental, no hay poso. Y no dejo de pensar que ahí fuera hay decenas, cientos de libros mucho más interesantes que merecen leerlos una y mil veces. Y me descubro haciendo un rápido cálculo mental para descubrir que me faltarán años de vida en los que leer aquellos libros que quiero. Así que volvemos al círculo vicioso de las lamentaciones.

Por eso me leí la obra de Artur Balder, de Dan Brown o de José Luis Corral, mis archienemigos literarios. O por eso leí Crimen y castigo o la serie de La Rueda del Tiempo de Robert Jordan (otra sensación de tiempo perdida, en la que apenas pasa gran cosa después de una cantidad ingente de páginas pasadas).

Y lo que digo es extrapolable a otros campos, como las series de televisión. Nunca me alegraré tanto de haber abandonado Perdidos en la segunda temporada.

No me atrevo a decir cuál es la mejor decisión. Supongo que cada cual tiene el sentimiento y los elementos de juicio necesarios para ver qué hacer. 

Lo que no hay que olvidar es que los granos de arena no dejan de caer...



Por cierto, esta entrada hace el número 250 del blog. Un número significativo...

domingo, 6 de octubre de 2013

Homeland (T2)

Hace menos de un mes que dejaba al sargento Brody después del vibrante último capítulo de la primera temporada de esta serie, tan entusiasmado como se ha podido ver en la entrada correspondiente. Es una pena que no se pueda comentar gran cosa de la historia sin destriparla, tal es el número de sorpresas que veremos, así que esta vez seré más breve que de costumbre.

Tan entusiasmado estaba que me he calzado la segunda temporada en un tiempo récord. Los últimos cuatro capítulos durante un fin de semana. 

Hay que decir que la serie mantiene el nivel de la primera temporada. Es más, diría que va ascendiendo poco a poco, metiéndote cada vez más en una trama que no deja de complicarse (aunque algunas subtramas no aporten demasiado a la historia principal, sino que sirven más bien para darle volumen a los personajes principales).

Todo hasta que llega el último capítulo de la temporada. Un capítulo que comienza de lo más ñoño y que parece que va a ser poco más que un entretenimiento a la espera de la tercera temporada, pero que de repente sube varios grados en la escala sísmica, dejando al espectador clavado a la silla, con cara de tonto y pensando cómo no lo ha visto venir. 

De hecho, la escena final es impresionante, no por su espectacularidad, sino por todo lo contrario. 

Respecto a los personajes principales, sigo sin poder tragar a Carrie (Claire Daines). Cuando comienza a berrear de un modo histérico y abre los ojos que parece que se le van a salir de las órbitas, no puedo con ella. Lo siento por la actriz, pero no entiendo cómo se puede llevar Emmy tras Emmy. 

En cuanto a los demás, me gusta el protagonismo que está tomando Saúl Berenson, no solo por ser un personaje con el que se empatiza con facilidad, sino porque tengo debilidad por Mandy Patinkin desde que hizo de Íñigo Montoya. Ardo en deseos de ver lo que le depara la tercera temporada.

Supongo que tardaré bastante en reseñarla por aquí, porque la política de emisión de series que está de moda en la televisión hace imposible al españolito medio seguirlas. A ver quién es el guapo que se queda hasta la una de la madrugada o más, para tragarse dos o tres capítulos de su serie favorita. Yo prefiero que se emita por completo y luego verla con calma, o no, a mi ritmo. 

Homeland sigue siendo una serie absolutamente recomendable tras su segunda temporada, manteniendo la alta nota de la primera. 

Por cierto, hay que ver la de vueltas que llega a dar una tarjeta de memoria, ¿no?


domingo, 29 de septiembre de 2013

La estación de la calle Perdido

Había oído hablar de este libro y de su autor, China Miéville, desde hace por lo menos doce o trece años. Desde que leí sobre él en la revista Solaris Ficción, de La Factoría, cuando todavía joven, inexperto e inconsciente. Revista que, huelga decirlo, ponía por las nubes a los libros que ponía en circulación la editorial mientras que ignoraba al resto del panorama editorial español.

La historia nos presenta al científico Isaac Dan der Grimnebulin, al que el garuda (una especie de hombre-pájaro) le hace el encargo de conseguir un modo para volver a volar, una vez que por cierto delito el consejo de su pueblo se encargó de mutilarle las alas.



Grimnebulin se obsesiona con este encargo, buscando por toda la ciudad criaturas voladoras con las que experimentar y estudiar los diversos mecanismos de vuelo. Con todo el gran número de criaturas, recibe un gusano de vivos colores que parece no alimentarse con nada conocido hasta que, por puro azar, descubre algo que sí consigue alimentarlo. 

A partir de ahí, los acontecimientos se desencadenan hasta que tiene que enfrentarse con un enemigo aparentemente inaccesible, contra quien cualquier método de eliminarlo tiene que fracasar. Así que, tras más o menos la mitad del libro en que se nos presenta el escenario, nos embarcamos en una lucha desigual que se alarga por el resto de la novela.

Historia un poco endeble que, sin embargo, se apoya en un sólido escenario, Nueva Crobuzón. Una ciudad - estado que parece anclada en pleno siglo XIX: se utiliza el carbón, pólvora, coches tirados por tracción animal, lo que parece el inicio de la computación con tarjetas perforadas... podría considerarse algo próximo al steampunk si no fuera porque también tenemos magia (con una cierta base cuasicientífica), criaturas extrañas (los garudas u hombres-pájaro; las khepri o mujeres-escarabajo, especie a la que pertenece Lin, la pareja de Grimnebulin; los cactos, exactamente eso; los vodyanoi, curiosos humanoides que crean esculturas efímeras de agua...). 

Hay otros conceptos interesantes, como los rehechos (delincuentes a los que se ha castigado mediante la reconstrucción de su cuerpo con partes mecánicas o animales) o los constructos (algo así como robots con estética steampunk), insectos que son capaces de alimentarse de las emociones de los seres inteligentes; una araña que vive simultáneamente en distintas dimensiones y que parece estar un poco desequilibrada...

Pero el verdadero protagonista de la novela es Nueva Crobuzón. La ciudad en sí. Una tiranía basada en el miedo y la represión, con desigualdades sociales, sórdidos sindicatos del crimen y una masa de habitantes que sufren dia a día sus míseras vidas. 

No puedo poner en duda que haya marcado una que La estación de la calle Perdido ha marcado un hito en la ciencia ficción de principios del siglo XXI, pero a mí me ha costado un mundo acabarlo. El atractivo de la ambientación no ha sido suficiente para compensar una historia que no me ha atrapado. Densos párrafos descriptivos hacían que mi mente divagara durante la lectura, haciendo muy difícil concentrarme, meterme en la historia.

Si a esto añado que el final es muy precipitado y bastante decepcionante (no entiendo cómo la opinión de Grimnebulin sobre Yagharek cambia tanto en apenas dos párrafos), estoy en condiciones de afirmar que no comparto la opinión de los sesudos analistas que la han leído.

Le daré un cuatro, sobre todo por la ambientación. En cuanto a recomendarla... 

Hay otras novelas de Miéville ambientadas en Nueva Crobuzón. Yo esperaré a desintoxicarme mientras me dedico a buscar prados más verdes para pasar el rato.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Civil War

La Guerra Civil, uno de los momentazos históricos del Universo Marvel, es una serie que se compone de más de cien números repartidos por diversas colecciones. Desde la miniserie Civil War, pasando por Civil War Frontline, hasta las diversas series de superhéroes: Spider-Man, Vengadores, Capitán América, Iron Man, Cuatro Fantásticos, Patrulla-X, Punisher, Blade, Caballero Luna, Pantera Negra... Vamos, desde lo más representativo a otros personajes bastante secundarios. 

Porque no solo son las colecciones implicadas, sino la ingente cantidad de personajes implicados: Norman Osborn, Bullseye, Venom, Kingpin, Daredevil, Luke Cage, Halcón, Namor, Muerte, Capa y Puñal, Deadpool, Cable, Hulka... así podría seguir durante bastantes líneas, solo para mostrar la relevancia de este asunto.



Todo empieza cuando un grupo de superhéroes, protagonistas de un reality, se dirigen a capturar a un grupo de supervillanos. Vamos, la cosa más normal del mundo.

Solo que esta vez acaba mal. El maluto Nitro hace estallar un colegio, causando más de seiscientas víctimas. Y todo ello con la televisión nacional grabándolo todo. 

La conclusión, muy estadounidense, es que el grupo de superhéroes no estaba preparado ni entrenado para hacer el trabajo, así que se promulga el Acta de Registro Superhumano (¡toma ya!), por la que todo aquel que quiera hacer el bien en mallas y con máscara, tendrá que registrarse públicamente incluyendo su nombre y dirección (¡toma ya, otra vez!)

Tony Stark y Reed Richards apoyan activamente el acta, junto con un buen puñado de compañeros de farra. Pero, ¿quién lidera la resistencia? Pues nada más y nada menos que el primer boy-scout, el paladín del imperialismo yanqui, el del escudo estrellado y el casco con alas... El Capitán América, que aboga por la libertad del individuo siguiendo una corriente neoliberal de gran éxito...



Asi que la historia se centra en la lucha antagónica de estos dos personajes, antaño amigos pero hoy enfrentados por ideales opuestos. Aunque tienen argumenos de peso para defender su postura, ambos cometen también errores de cálculo que no hacen sino enconar la situación hasta que la confrontación es inevitable. Todo se cierra en una épica batalla que, cómo no, acaba por destrozar la ciudad. Paradojas de la vida. 

La verdad que, debido a la magnitud de la historia, es bastante difícil mantener el tono. A episodios muy interesantes suceden otros más introspectivos, en los que se nos intenta dar una visión más íntima de los protagonistas y sus motivaciones. Eso sí, esa misma magnitud permite jugar con argumentos secundarios que a veces añaden puntos de vista o situaciones de interés, pero que otras veces desaparecen sin aportar nada más que otro puñado de páginas. 

Un punto en su contra es que hay que apechugar con las distintas colecciones, bastante irregulares en cuanto a guión y dibujo y que podrán gustar más o menos...

¿El resultado? Entretenido, aunque no he podido evitar perderme en la maraña de argumentos y contraargumentos.


sábado, 14 de septiembre de 2013

La caja negra

El Círculo de Lectores es una caja de sorpresas. Te puedes encontrar una pequeña joya o, si no tienes suerte, repasas las páginas de la revista hasta que encuentras algo que te puede ayudar a pasar el rato. En esas ocasiones vale más tirar por lo conocido, antes que aventurarse en procelosos cauces de desconocida desembocadura. Y un valor fijo en estos casos es mi primo, Michael Connelly. 

En esta ocasión elegí La caja negra, protagonizado por el inspector de policía de Los Ángeles, Harry Bosch. 



El libro comienza con los disturbios acaecidos a principios de los años noventa en Los Ángeles, que convirtieron a la ciudad, prácticamente, en zona de guerra. Una de las víctimas resulta ser una periodista freelance danesa. La carestía de efectivos y el exceso de trabajo por los disturbios provocan un deficiente desempeño de la investigación inicial, algo que el bueno de Harry Bosch no se perdonará por muchos años.

De vuelta al presente se reencuentra con el caso, al que no ha dejado de dar vueltas una y otra vez. El asesinato de Blancanieves, como conocen a la víctima, sigue sin resolver. Así que, como solo ocurre en las películas y en los libros, Harry decide que se va a poner de nuevo con ello.

Somos entonces testigos de cómo la investigación avanza contra todo pronóstico. Y como solo suele pasar en las películas y en los libros, cada vez que Bosch se encuentra en un callejón aparente sin salida, un golpe de fortuna vuelve a colocarlo en la posición correcta. 

A esto unamos una serie de tópicos bien puestos: un superior tocapelotas, más preocupado de la política y de quedar bien que del auténtico trabajo policial; un aparente desliz que será la excusa para la intervención de asuntos internos; una vida desordenada del protagonista, con matrimonio deshecho y una hija adolescente; unos malos malísimos y otros no tanto que pagarán el pato... 

Ya tenemos libro. 

Y ya véis por dónde va la crítica. 

El libro es bastante previsible y tira de tópicos y de deus ex machina de una forma bastante indecente, además de que el suspense de saber quién es el malo, se despeja cuando queda bastante del final. Final que, todo hay que decirlo, transcurre a un ritmo vertiginoso para lo que ha sido todo hasta llegar allí. 

Lo que pasa es que todo está hecho con oficio y el libro engancha que no veas. Otra cosa es la calidad y todo eso que gusta a los lectores indies. Esto es mainstream total y absoluto con sus (algunas) virtudes y sus (bastantes) defectos. 

Por lo que me entretuvo, pongámosle un seis. Pero con perspectiva negativa ante otros títulos de mi primo. No sé hasta dónde le llegará el crédito.

¡Ah! El título viene de una reflexión del protagonista: todos los casos tienen una caja negra que, una vez descubierta, resuelve el misterio casi por sí sola. 

Ufano, el primo Michael sabe que la ha vuelto a liar