sábado, 16 de abril de 2016

Hiperespacio

¿Y si las cuatro dimensiones que conocemos, considerando el tiempo como una de ellas, no son las únicas?

¿Y si hay más?

¿Por ejemplo, un total de diez dimensiones?

Mareante, ¿no?

Por lo menos a mí me marea. No soy capaz de concebir un espacio más allá de lo que conozco. Quizá porque para ello haya que tener una imaginación desbordante. O porque se necesiten conocimientos de matemáticas avanzadas que no poseo. Y ya no hablemos de dimensiones enrolladas sobre sí misas, de tal forma que prácticamente han desaparecido a la escala que estamos habituados en nuestra vida normal, pero no a escala cuántica.

Un lío tremendo, esto del espacio hiperdimensional

Esta es la base del libro Hiperespacio, del divulgador estadounidense de origen japonés Michio Kaku, el segundo libro que leo del autor después de la apasionante experiencia que fue La física de lo imposible

Vaya por delante que Hiperespacio es bastante más árido y que requiere de un esfuerzo mucho mas activo por comprender por parte del lector. Pero Kaku y su forma de explicar las cosas resulta muy amena pese a las dificultades. Como cuando intercala la historia de Bernhard Riemann y su desarrollo de las matemáticas n-dimensionales y el cálculo matricial. O como cuando comparte con nosotros la singular belleza y simplicidad que ofrecen las distintas teorías (Maxwell, Einstein) cuando se expresan en modelos hiperdimensionales. 

Aspecto de entrañable abuelete.

Michio Kaku simplifica las dificultades utilizando la analogía de un habitante de un espacio bidimiensional (la Planilandia descrita por el teólogo inglés Edwin Abbot en 1884) que interacciona con un habitante de un espacio tridimensional, explicando con claridad qué vería uno y qué vería otro. 

Pero claro, es mucho más difícil imaginarse las cosas en nuestro espacio, así que me vuelve a dar vueltas la cabeza. Así que mientras me siento y me pongo un paño frío sobre la frente, no me queda otra opción que recomendarlo a quienes estén interesados en conocer un poco más de la física que hoy en día se estudia en las universidades más avanzadas del planeta.



sábado, 9 de abril de 2016

Charlton Heston, vuelve el hombre

Esta Semana Santa han vuelto, como tantas otras veces, los grandes clásicos a la televisión. Ahora hay tantos canales que es raro que en alguno de ellos no pongan alguna de las películas que hemos visto en decenas de ocasiones. Películas grandiosas, de cuando no había efectos especiales y el dinero se tenía que invertir en decorados faraónicos (nunca mejor dicho) y multitudes de extras, como granos de arena en el desierto. 

Dándole al remo y pensando en sus cosas

Y en muchas de estas superproducciones tenemos al macho alfa por excelencia del cine de los años cincuenta, sesenta y setenta: Charlton Heston (John Charles Carter). Un tipo de más de metro noventa de altura, con mandíbula pétrea y un pecho como un armario empotrado de dos cuerpos que no le importaba lucir en cualquier época histórica o de ciencia ficción. 

En esta ocasión he podido revisionar (no del todo, honestamente) Ben - Hur, Los diez mandamientos (con Yul Brynner como Ramsés) y El Cid (con una guapísima Sofía Loren). En todas ellas es el héroe, inquebrantable, incansable, que es capaz de superar todas las calamidades e incluso de ganar una batalla después de muerto. En todas ellas arranca suspiros de las espectadoras (y supongo que de algunos espectadores). 

Luciendo palmito a la menor ocasión

Pero su filmografía es casi infinita: El mayor espectáculo del mundo (1952, Cecil B. de Mille); Cuando ruge la marabunta (1954); 55 días en Pekín (1963, con David Niven y la no menos bella Ava Gardner); La historia más grande jamás contada (1965, como Juan Bautista); El tormento y el éxtasis (1965, como Miguel Ángel); El planeta de los simios (1968, como el mítico personaje de Taylor) y su secuela; El último hombre vivo (1970, como Neville, en una adaptación de la novela Soy leyenda, de Matheson); Cuando el destino nos alcance (1973, adaptación de ¡Hagan sitio, hagan sitio!); Aeropuerto 75 (1974); Pánico en el estadio (1976) 

A partir de los años 80 se prodigó menos en el cine, pero bastante en peliculas destinadas a consumo televisivo, cuando no series como Dinastía o Los Colby

Envejecido y surcado de cicatrices

En esas ocasiones ya era patente el deterioro físico, principalmente en las dificultades que tenía para caminar, como se puede ver en Un domingo cualquiera (1999), rodada con 76 años, o el cameo en El planeta de los simios de Tim Burton (2001) en la que aparece en la cama. 

Un tipo polémico, miembro de la Asociación Nacional del Rifle, que no escondía sus radical ideología derechista, pero que también será recordado como uno de los actores más prolíficos y más espectaculares de la edad de oro del cine. 

No, ella no es Charlton Heston caracterizado

domingo, 3 de abril de 2016

Lady Halcón

Philipe Gastón, alias El Ratón, escapa de las mazmorras de Aquila. Según él, gracias a la ayuda de Dios. Huyendo de la guardia del Arzobispo, se encuentra con Navarre, antiguo capitán de la guardia que viaja a lomos de un enorme caballo negro y acompañado por un halcón que todas las tardes se posa sobre su antebrazo. 

La primera noche que pasa en compañía de Navarre, Ratón lo pasa bastante mal: una pareja de campesinos piensa que su vida puede dar un giro si saquea y asesina a los dos viajeros, pero todo se vuelve del revés cuando un gran lobo negro surge entre las sombras y acaba con ellos, pero no con Ratón. 

A partir de ahí, Lady Halcón nos cuenta la historia de amor imposible entre el capitán Navarre y la bella Isabeau, de la que el malvado Arzobispo de Aquila está locamente enamorado en secreto. Enterado del amor entre ambos gracias a la indiscreción de un sacerdote, Imperius, trama su venganza y la realiza con ayuda de magia negra, envolviendo a los amantes en un conjuro que impide que vuelvan a estar juntos. Halcón y lobo, lobo y halcón. Siempre juntos, pero siempre separados. 




Una cinta estrenada hace ya más de 30 años y dirigida por Richard Donner (La profecía, Superman, Superman II, Los goonies, Arma letal, 16 calles...), cuenta con Matthew Broderick como Gastón, un jovencito cándido que habla con Dios para justificar sus acciones más o menos ilegales. Broderick de 23 años por aquel entonces, había sido ya protagonista de Juegos de guerra, en la que salva al mundo de una guerra nuclear provocada por un ordenador que piensa que está jugando. 

El capitán Navarre tiene el rostro de Rutger Hauer, el actor holandés que encarna al mítico replicante de Bladerunner, Roy Batty (ya sabéis aquello de que ha visto cosas que no creeríamos y tal) y que en el mismo año de estreno de Lady Halcón sería también el mercenario Martín de Los señores del acero

La bella Isabeau

Pero a Lady Halcón siempre la recordaré por la dulce y bella Isabeau. Michelle Pfeiffer no era muy conocida entonces, y luego fue una actriz muy habitual en los años 90. Ahora aparece de cuando en cuando, manteniendo siempre esa belleza serena a pesar de que los años van pasando. Pero los grandes ojos claros de Isabeau son algo para recordar durante toda la vida.

Lady Halcón es una entretenida historia de aventuras que guarda una bella historia de amor. De vez en cuando todavía la ponen por la tele y me quedo viéndola, como enganchado, dejando de apretar como un loco los botones del mando a distancia. 

¡Y cómo mola la ballesta de dos tiros de Navarre! ¡Quién la hubiera disfrutado en aquellas tardes de rol, cuando las hordas de orcos amenazaban con acabar con nosotros.