sábado, 30 de septiembre de 2023

La ciudad perdida

Aventura y comedia suelen ser dos ingredientes que combinan bastante bien juntos. La ciudad perdida es un buen ejemplo de ello, con la pareja Sandra Bullock / Channing Tatum como protagonistas haciendo gala de un gran sentido del humor. 

Loretta Sage (Sandra Bullock) es una autora de novelas románticas que vende ejemplares como churros, pero que ahora que llega a la mediana edad, no está satisfecha con su vida y busca un cambio después de sacar a la venta su último libro que, por supuesto, se convertirá en un éxito de ventas. 

 

Esa almohada cervical tiene una historia...
... y ese vestido, también

Alan (Channing Tatum) es un modelo masculino, con bastante poco cerebro, que es la imagen del protagonista de las novelas de Loretta, de todas sus portadas, en poses más o menos ridículas, y de los sueños húmedos de muchas aficionadas a las novelas de Loretta. 

Ambos se verán envueltos en una aventura totalmente inesperada, en una isla envuelta en vegetación en la que se supone que se encuentra una ciudad perdida que contiene un artefacto que busca Abigail Fairfax (Daniel Radcliffe),multimillonario bastante peculiar. Loretta será raptada por Abigail, que está convencido de que en la obra de la autora hay más realidad de lo que parece y que podrá ayudarle a desbloquear la investigación en campo que ha llegado a un punto muerto. 

Al desaparecer Loretta, Alan se ve impulsado a ir en su busca, buscando la forma de acercarse al héroe de acción que ha encarnado durante años. 

 

También hay explosiones

A partir de esta premisa, varios minutos de frenética actividad salpicado de malos entendidos y escenas que rayan el surrealismo. Como apoyo, las actuaciones de los actores que aportan una comicidad que en algunos casos no se esperaba (la actuación de Daniel Radcliffe como millonario ido de la olla me ha parecido bastante buena y me he reído con él).

Para el recuerdo, el cameo extendido de Brad Pitt como Jack Trainer, una especie de agente secreto que de una forma bastante particular consigue llegar hasta ellos y rescatarlos (esa escena de explosiones sin fin mientras Brad empuja un carrito de supermercado en el que va sentada Sandra, es bastante no sé....). 

Mientra tanto, entre chorradita y chorradita que te hacen sacar una sonrisa o una carcajada (la escena de las sanguijuelas, por ejemplo), la relación entre Alan y Loretta  deriva a terrenos inexplorados, pero no inesperados porque, al fin y al cabo, esto es una comedia romántica de aventuras. 

Y, no menos esperado, abrimos los ojos con fingida sorpresa cuando resulta que la realidad y la ficción se entrecruzan y lo que Loretta ha plasmado sobre el papel tiene un deje de realidad que sobreexcita la ya de por sí sobrecalentada excitación de Abigail Fairfox, al que se le cruzan los cables, hacen cortocircuito y se le va la pinza de forma definitiva. 

 

Un poco sí que se les va la pinza

¿El final? Pues el que se espera. ¿Cuál si no? La peli es honesta y coherente de principio a fin y acaba como tiene que acabar: bien. Hay gente que se muere, claro, pero prescindible. Ninguno de los importantes. No sea que facture lo suficiente para justificar una segunda parte.

Diría que, en  ocasiones, la cinta no se toma en serio a sí misma. O que, sabiendo lo que hay, ofrece lo que tiene que ofrecer: casi un par de horas de entretenimiento blanco, apto para todos los públicos. La ciudad perdida cotiza hoy a un digno 6,1 en imdb. A lo mejor le pondría un poquito más, 6,5 o así, para recompensar la transparencia de la ofrenda. 

Y Sandra Bullock, pasados los cincuenta, sale revalorizada como actriz de comedia, décadas después de sus primeras incursiones en el género. Aunque me parece que La ciudad perdida saca varios cuerpos de ventaja a Miss agente especial y su secuela. En el caso de Sandra se podría decir que no todo tiempo pasado fue mejor y que vivir el presente es lo adecuado.

domingo, 24 de septiembre de 2023

El proyecto Adam

Contra todo pronóstico, dados sus inicios, Ryan Reynolds se está convirtiendo en una estrella del cine de ciencia ficción, con proyectos de mediano tamaño que tienen interés y cierto éxito, Deadpool aparte. 

El proyecto Adam, de Netflix, salió a la luz el año pasado y se trata de una muestra más de esa carrera que se está forjando, pasito a pasito.

Ryan Reynolds es Adam, un piloto que sufre un aterrizaje más o menos accidentado en una zona boscosa cerca de una casa en la que buscará refugio, donde viven una joven madre y su hijo preadolescente, con el que es inevitable que trabe una relación personal (algo evidente desde el minuto uno). 

Una serie de detalles pueden hacernos sospechar la realidad (la forma de abrir y cerrar la nevera, el comportamiento del perro...): Adam y el chico son la misma persona, en épocas de su vida totalmente distintas y el artefacto en el que hay llegado el piloto resulta ser una máquina del tiempo. No es casual que se haya dirigido a esta época y lugar concretos. 

A medida que se va desgranando la historia, el fallecimiento del padre, dónde trabajaba y en qué, y vamos recibiendo información de cómo se ha conseguido viajar por la línea temporal, iremos definiendo el marco de la aventura, que con bastante simpleza se puede resumir en lo de siempre: buenos y malos, los primeros idealistas, los segundos aprovechados que pervierten un invento bienintencionado en aras de su bienestar particular. 

 

El perrete sí que sabe

Así hasta el también inevitable desenlace, por supuesto satisfactorio aunque con las convenientes dosis de tensión, acción y todo lo demás. 

La película se basa sobre todo, además de en una historia sencilla que sigue sin descarrilar, en el innegable e incomprensible carisma de Ryan Reynolds (y esa cara de pánfilo que sabe poner como nadie), al que en esta ocasión acompañan sobre todo Zoe Saldaña y Mark Ruffalo. 

Es de agradecer una película que se base en los personajes y los actores, de vez en cuando, sin que sea necesaria la acostumbrada avalancha de efectos especiales y movimientos erráticos de cámara, que en muchas ocasiones saturan los sentidos y aportan más bien poco, más preocupados por tener al espectador con la boca abierta mientras los brillos de las explosiones se clavan en el cerebro. 

 

Las armas grandes con lucecitas que no pueden faltar
 

Es también de agradecer una película que sepa contar una historia con su planteamiento, nudo y desenlace, en un tiempo razonable. El proyecto Adam dura una hora y tres cuartos, créditos incluidos. Suficiente para no desear que el director hubiera metido tijera ni para tener ganas de mirar el móvil con ojos vidriosos. 

Al contrario, la película es entretenida y no cansa. Perfecta para una sesión de fin de semana con la familia, grandes y pequeños. Una nota de 6,7 en imdb es más que decente.

domingo, 17 de septiembre de 2023

Trilogía de los tres cuerpos

Esta es mi primera incursión en la ciencia ficción que no sea europea o norteamericana. La verdad es que había oído muy buenas referencias del autor y su obra, incluso tenía los libros en mi lista de próximas lecturas (suelo programar mis lecturas a un año y medio vista, más o menos). 

Conversaciones con mi buen amigo y compañero Antonio, hicieron que El problema de los tres cuerpos se colara en la lista. Sus referencias fueron también muy buenas, así que decidí probar suerte a principios del verano de 2022 (sí, se suceden las entradas de rabiosa actualidad). 

 

Al principio hay que acostumbrarse a un estilo y a un entorno al que no estamos acostumbrados en Occidente. Y, a pesar de todo lo anterior, también hay que superar ciertos prejuicios mientras las páginas van pasando. 

Recuerdo que estaba sentado en una mesa del área recreativa de Moniello (cerca de Luanco, muy recomendable para pasar el tiempo con la familia), cuando uno momento concreto del libro en el que el protagonista está intrigado con una cuenta regresiva que parece estar centrada a su alrededor, hizo que me explotara la cabeza. A partir de ahí, me enamoré de la historia y poco a poco fueron cayendo los libros hasta terminar la trilogía. 

Todo empieza con el descubrimiento de una civilización extraterrestre en un mundo que orbita tres soles. Ya de por sí, el modo de tratar y narrar los problemas que pueden surgir en una situación de este tipo, con una órbita muy alejada de las suaves elipses de nuestro sistema solar, podría dar para una buena novela hard, pero Liu va construyendo una historia mucho más grande cuando esa civilización, por puro azar, descubre la existencia de nuestro planeta. Más avanzada que la nuestra, esta civilización planea la invasión para desplazar a la Humanidad como especie dominante al tiempo que contacta con un grupo reducido de personas, tomando una forma similar a un culto religioso.  


 Por suerte, los planes de los trisolarianos se descubren y la Humanidad decide prepararse. A pesar de lo avanzado de su tecnología, el viaje desde Trisolaris hasta el Sistema Solar llevará cerca de quinientos años, bastante para que nuestra tecnología avance lo suficiente para que los sistemas de defensa puedan hacer frente a la amenaza. Pero los trisolarianos parece que han tenido todo en cuenta y envían unas sondas cuánticas que interfieren en los esfuerzos científicos de la Humanidad y producen su estancamiento en áreas clave de la física. 

La trilogía narra los esfuerzos de la Humanidad para hacer frente a una amenaza que cada vez está más cerca, un enemigo que parece que lo ha planeado todo y no ha dejado ningún resquicio para la esperanza, a pesar de todos los esfuerzos. Veremos también los cambios que se producen en la sociedad, desde la situación inicial con la sorpresa de descubrir una civilización extraterrestre que además resulta ser hostil, pasando por el optimismo cuando  se construye una flota potente para proteger los confines del sistema solar, hasta llegar al desencanto y la desesperación cuando el enemigo se muestra mucho más potente de lo esperado.

 

 

El atractivo de la trilogía de los tres cuerpos puede que no esté en la historia, que hay que reconocer que en ocasiones me resultó algo tediosa y difícil de seguir, pero aparte de la mera narración nos encontramos con conceptos que son muy interesantes. 

El más importante sería el concepto del bosque oscuro, que da título al segundo libro de la trilogía. Consiste en la idea de que el universo es como un bosque en la noche, en el que hacer ruido o encender una luz puede suponer ponerse a uno en peligro al atraer potenciales riesgos. Cixin Liu juega con ese concepto y, aunque no la nombra, con la paradoja de Fermi, que ya traté por aquí (¿por qué no tenemos noticias de civilizaciones vecinas si la vida resulta algo común?). 

En la novela, uno de los vallados (otro de los conceptos desarrollados por Liu) decide que, si los trisolarianos emprenden acciones hostiles contra la Tierra, se emitirá una potente señal al espacio exterior señalando la posición de Trisolaris. Como efecto secundario, la posición de la Tierra también sería revelada a potenciales civilizaciones agresivas. Es otro ejemplo de libro de disuasión basada en la destrucción mutua asegurada, puesto que la Tierra no pierde nada en esa situación. 

El autor, ya talludito

La trilogía de los tres cuerpos, una vez que superas los prejuicios y te acostumbras a una manera de narrar que es algo diferente a lo que estamos acostumbrados, es una serie la mar de entretenida. Ya hay una adaptación televisiva china y dentro de poco se estrenará la versión de Netflix. El autor, por su parte, tiene más libros en su haber, aunque ninguno ha sonado tanto como estos tres. 

Un notable alto sería una nota ajustada. En cualquier caso, estamos ante una de esas obras que puede llegar a ser recordadas como una de las más grandes del género. El problema de los tres cuerpos ganó el Hugo en 2015 y El final de la muerte ganó el Locus y fue nominada al Hugo en 2017. Como referencia, el primer volumen se publicó en China en 2006. A mí, sin embargo, me gustó más El bosque oscuro.

sábado, 9 de septiembre de 2023

Smiley

George Smiley, espía profesional y director circunstancial del Circus británico, es hijo de una época de confrontación subterránea entre los dos bloques dirigentes en el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta los años finales de la década de los noventa del siglo pasado en que la Unión Soviética implosionó dejando a los Estados Unidos como potencia hegemónica indiscutida. 

Esa época nos ha dejado innumerables libros y películas en la cultura popular, muchas de ellas muy recomendables. Autores como Ian Fleming (creador de James Bond) o Frederick Forsyth (autor de El cuarto protocolo o La alternativa del diablo). O como John Le Carré, el creador de Smiley y autor de un carro de libros de espías. 

 

Tengo La gente de Smiley desde hace décadas, literalmente, en casa de mis padres. Recuerdo que lo intenté leer de adolescente y me aburrió hasta que lo dejé al poco de empezar. Han pasado más de treinta años hasta que he tenido la ocasión y, sobre todo, las ganas de leer toda la serie. 

Me ha encantado la forma de escribir de John Le Carré. Es una prueba más de que la literatura de género puede ser también buena por sí misma y estamos seguramente ante una de las joyas de siempre. Un estilo elegante, sobrio, pausado, alejado de los artificios, de las escenas de acción y de la espectacularidad y las situaciones límite. Al contrario, John Le Carré es un autor de tramas y de personajes, que te va sumergiendo desde el principio en un universo alternativo de espías, mensajes ocultos, procedimientos de seguridad, seguimientos, registros, pasaportes falsos y redes de inteligencia.

 

 

Por eso, es probable que las historias que escribe no sean para todos los públicos, precisamente porque no son fáciles de leer. No estamos ante literatura de consumo rápido. 

George Smiley es también un personaje alejado del estereotipo del espía que resulta atractivo para el gran público. Bajito, regordete, con gafas, un personaje gris al que no te volverías a mirar porque nada en él llama la atención. Lo cual, bien mirado, resulta de cine para un espía. 

Su atractivo, su valor añadido, es su cerebro. Capaz de urdir las operaciones más complejas para llegar al objetivo final, manejando informadores, agentes de campo y redes de inteligencia como nadie.

 


Le conocemos siendo un personaje gris que investiga el asesinato de un funcionario que oculta algo mucho más siniestro, peligroso e importante de lo que parece en Llamada para el muerto.  

Asesinato de calidad es el segundo título de la serie y George apenas es más que un secundario que aparece para dar luz a otro asesinato sucedido, en esta ocasión, en el ambiente de un colegio universitario de élite británico, asesinato que no tiene relación con el espionaje ni la lucha de bloques por la hegemonía mundial, sino que está motivado por las pasiones humanas. 

El topo es el momento brillante de George Smiley. Karla, su némesis en el Centro de Moscú, ha conseguido infiltrar un topo en el Circus. Un topo al más alto nivel que ha permanecido inadvertido durante décadas, mientras se forjaba una carrera propia y ponía todo el entramado de inteligencia británico. Control, el director del servicio secreto, cae por su propio peso y George Smiley se enfrenta a la titánica tarea de desenmascarar al traidor, capturarlo y hacer un análisis de los daños. Con su eficiencia habitual lo conseguirá, pero las respuestas al enigma son muy dolorosas en lo personal. 

 


El honorable colegial transcurre después de El topo, cuando George continúa siendo el director y está intentando reconstruir desde las cenizas. No obstante el protagonismo se desplaza de nuevo y enfoca a un activo en la todavía colonia de Hong-Kong (no olvidemos que está ambientada en los años setenta del siglo pasado) y el operativo para conseguir un triunfo, más moral que práctico, que vuelva a dar confianza al servicio secreto británico y, sobre todo, vuelva a ponerlo en el tablero internacional y consiga sacudirse la tutela de sus primos estadounidenses. 

Por último, La gente de Smiley es una novela crepuscular. Smiley está ya retirado del servicio activo, pero recibe una llamada del nuevo director porque uno de los agentes más antiguos, un anciano general letón que ha dado grandes servicios ha sido asesinado cuando intentaba ponerse en contacto con Smiley, habiendo informado de tener pruebas determinantes contra su archienemigo, Karla. George volverá a calzarse su gabardina y su sombrero, viajará a Alemania y recabará la información necesaria para derrotar finalmente a su enemigo. De fondo, como testigo privilegiado del momento, un encendedor caído en la nieve. 

 


El atractivo de Smiley es que se trata de un personaje normal y corriente, incapaz de proezas físicas como James Bond. Es lo más cercano a las personas normales, a los lectores que están pasando las páginas. 

Una serie de notable, muy recomendable para los lectores que hayan vivido la Guerra Fría y para aquellos que estén interesados en aquellos momentos en los que todo estaba al filo de la navaja. Deseando echarle mano a otros libros del autor.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Godzilla vs Kong

Un placer culpable. Esta sería la mejor definición de Godzilla vs Kong, el enfrentamiento final de los monstruos más representativos del cine de Oriente y de Occidente, que sirve además como nexo de unión de las dos franquicias que se han estado desarrollando en las pantallas de cine durante los últimos años. 

En Godzilla, rey de los monstruos, fuimos testigos de cómo el dragón radiactivo puede ser un elemento beneficioso para la Humanidad además de un foco de caos, al luchar contra otros monstruos similares para defender su posición en la cúspide de la pirámide alimenticia. 

 


De un modo similar, en Kong: la Isla Calavera, vemos que Kong no es sino el último representante de una especie de simios gigantescos que han luchado durante siglos para defender la superficie de la Tierra de una especie insectoide que habita en los subterráneos. Además, aumenta considerablemente el tamaño del simio frente al que protagonizó la película de Peter Jackson. 

Era cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriera cruzar ambas líneas argumentales y enfrentar a los dos colosos, para disfrute del cine palomitero. 

No merece la pena hablar de los actores, algunos de relumbrón como Millie Bobbie Brown o Alexander Skaarsgard, porque todos, al igual que el resto del género humano, son meros espectadores en la lucha de los dos monstruos. Tanto es así que incluso no resulta fácil encontrar imágenes en la red en la que se puedan ver a los "protagonistas".

Es más fácil empatizar con Kong, con el que los protagonistas humanos interactúan más y son capaces de comunicarse con él de forma rudimentaria mediante el lenguaje de signos. Es posible incluso definir a Kong como el paladín de la Humanidad en este combate. En cambio Godzilla es como un verso libre y neutral, que no puede evitar ser como es y para el que no somos más que un daño colateral de sus acciones.


Merece la pena recordar ese guiño que tenemos a la hipótesis de la Tierra hueca, según la cual nuestro planeta está hueco y bajo la superficie terrestre existiría un mundo diferente en el que las leyes físicas se comportan de otra manera, con techo en lugar de cielo. Un mundo iluminado por un sol interior. 

Son menos de dos horas, incluyendo créditos. Y aunque es verdad que el argumento no se puede estirar mucho más, que los actores son algo residual y que todo se basa en el atractivo de los monstruos y en los efectos visuales, la película es bastante entretenida. 

En imdb está hoy con una nota de 6,3. Un poco excesiva, pero en cualquier caso se le puede dar un aprobado. 

Tampoco merece la pena extender más la reseña. Una película transparente, que da exactamente lo que ofrece.