viernes, 28 de marzo de 2014

Sherlock (T3)

Ha merecido la pena, la espera.

Después de un lapso demasiado largo de tiempo, debido principalmente a las apretadas agendas tanto de Martin Freeman como de Benedict Cumberbatch, Sherlock está de vuelta con una esplendorosa tercera temporada.

Brutal.

Como siempre, solo tres capítulos. De noventa minutos de duración, eso sí, como un telefilme de esos que ponen los fines de semana. Solo que con toneladas de calidad. Calidad para repartir. 

El primer capítulo (El coche fúnebre vacío) da respuesta a cómo Sherlock ha sobrevivido al encuentro con Moriarty en aquella azotea. Vemos además cómo ha continuado la vida de todos sus amigos / conocidos: Lestrade, la señora Hudson, Mycroft y, sobre todo, Watson. Que se ha dejado además un ridículo bigotito sobre el que girarán la mayor parte de las bromas. Conoceremos además a Mary, la futura señora de Watson. Es, sin duda, el capítulo más flojo de los tres.

El bigote, curioso por lo menos


Pero seguimo subiendo a la cima con la segunda entrega (El signo de los tres). Un capítulo en el que asistimos a la boda de Watson con Mary, en el que alternamos el presente con repetidos flashbacks narrados por Sherlock. Hay momentos tronchantes, como la despedida de soltero, y momentos sublimes, como la forma que tiene Sherlock en resolver el misterio. Comenzamos a sospechar que la señora Watson es algo más que lo que aparenta.

Tres eran tres...

Y, para finalizar, los fuegos artificiales del tercer capítulo (Su último juramento). En él encontramos a un villano a la altura de la pareja, un villano sin escrúpulos, capaz de orinarse en la chimenea del 221b de Baker Street, o de amenazar a quien se ponga por delante con tal de conseguir sus objetivos. Se confirma lo que sospechábamos de la señora Watson; Sherlock está a un tris de estirar la pata (esta vez de verdad); el malo es realmente odioso; y el final... ¡qué final! Sorprendente es poco. 

El enemigo final


En definitiva, una temporada en irresistible ascenso, soportada por unos guiones fantabulosos y el magnífico trabajo de un elenco de actores con oficio y carisma. Gotas de humor, fino humor inglés, aderezando nuestros platos de misterio preferidos. 

Es de las cosas más grandes que se pueden ver en televisión en este momento. Si no es lo más grande. Sin duda, un nueve. Y contando los días para la cuarta temporada.

domingo, 23 de marzo de 2014

El secreto de los hermanos Grimm

Otra película añeja que he visto en una de esas cadenas de cine que proliferan en la tele por cable. El título original (The brothers Grimm), es mejor que la traducción al castellano, demasiado spoiler para mi gusto. 



Dirigida por Terry Gilliam en 2005, cuenta en su reparto con grandes rostros como Matt Damon, Heath Ledger, Monica Belucci o Lena Headey (antes de ser conocida por sus papeles en 300, Las crónicas de Sarah Connor o Juego de Tronos).

Nos presenta a los hermanos Grimm, Wilhel y Jakob, como unos buscavidas que recorren pueblos y villas de los Estados Alemanes de principios del siglo XIX, aprovechándose de la credulidad de los lugareños. 

Su modus operandi es el habitual en este tipo de negocios: llegan a un pueblo; en el pueblo suceden cosas raras; ellos se ofrecen para expulsar al duende/bruja/loquesea; exhiben sus armas de hojalata y sus grimorios de hechizos; éxito invariable y monedas a la bolsa; viaje hasta otro pueblo o villa y vuelta a empezar.

Lo dicho: los típicos buscavidas.

A la de tres... echa a correr


Pero entonces, el invasor francés los detiene por algo de lo que no me acuerdo (ya he visto la peli hace varias semanas, no me pidáis encima que retenga todos los detalles), se cree a pies juntillas sus habilidades (claro, ellos no pueden reconocer que son unos farsantes) y, como suele ocurrir en estos casos, se ven envueltos en una misión que no pueden rechazar (so pena de perder la cabeza): investigar la misteriosa desaparición de una decena de jóvenes en un pueblo perdido de los Estados Alemanes.

Pero, amigo, la misión que no se puede rechazar los llevará al límite. Al principio viajan convencidos de que se las verán con otra troupe como ellos. Pero, por primera vez en sus vidas de pillos y buscavidas, se encuentran con unos hechos en verdad inexplicables (a pesar de los intentos del personaje de Matt Damon de explicar todo lo que estan sufriendo como una magistral puesta en escena de los supuestos farsantes del pueblo).

En este pueblo se encontrarán con Alexa (Lena Headey), una chica que podríamos considerar algo rarita: cazadora y guía, será quien los conduzca por el tenebroso bosque que se extiende algo más allá de los campos de cultivo del pueblo. 

Y, en lo más frondoso del bosque, una torre de cuento de hadas bastante venida a menos, en la que vive (bueno, técnicamente vive) una Rapunzel bastante alejada de la versión del cuento que conocemos. Ahora que lo pienso, además de Rapunzel tiene bastante de la madrastra de Blancanieves (espejito, espejito). Esta mujer maldita tiene el rostro (y todo lo demás) de Monica Bellucci. 

Espejito, espejito


La señora en cuestión está inmersa en un ritual que le devolverá el vigor, la lozanía y la belleza de la juventud. Lamentablemente, el efecto no será el mismo en los sujetos que necesita para dar fuerza al hechizo...

Hasta aquí la historia que cuenta la película. Una película que se ve con agrado pero que también es bastante alocada, en algunos momentos sin pies ni cabeza, como si no supiera muy bien a dónde ir a parar. Efectos especiales de baja intensidad ayudan a no salirse por completo de lo que estamos viendo (que bastante raro es ya de por sí). Los personajes no dejan de ser unos esbozos poco desarrollados y los actores están ahí por aquello del vil metal, no nos engañemos. O sea ,la típica película  de palomitas que utilizan los actores serios como modo de ganarse la vida entre rodajes de pelis trascendentes.

No obstante, es una peli entretenida para una tarde-noche de invierno en la que no puedas seguir de casa. Yo le doy un cinco, y ya.

¿He comentado ya que está Monica Bellucci?

Caperucita no pinta nada aquí, pero bueno...

domingo, 16 de marzo de 2014

La alta literatura no es para mí

Me he dado cuenta de que la alta literatura no es para mí. O la literatura que no sea de género, diríamos mejor. Ya con anterioridad han fracasado mis incursiones en Dostoievski, pero ahora también he sufrido más de la cuenta con Jorge Luis Borges.

Por mi cuarenta cumpleaños me regalaron los cuentos completos de Borges en una muy manejable edición de bolsillo, pero me ha costado un mundo poder terminarlo. En mi descargo tengo que decir que ya estoy notando una presbicia galopante y que se me ha hecho muy difícil leer el tamaño de letra impresa sin tener que activar mis gadgetobrazos y alejar el libro mucho más de lo que era habitual hace apenas unos pocos meses. Parece que unas gafas con cristales progresivos están en el entorno de los mil leuros, pero ni siquiera me planteo gastarme ese pastizal todavía... me voy por las ramas.

Ya te explico el final luego, si eso...


Volviendo al tema principal, la primera toma de contacto fue prometedora. Además, los cuentos no son demasiado largos, por lo que prometía ser una lectura amena, agradable y cambiante cada pocas páginas... 

Pero poco después vi que no iba a ser así. Añadida a mi deficiencia visual, que me hacía replantearme noche tras noche el coger el libro, pronto se hizo evidente la circunstancia de que no entendía los cuentos. 

Así de claro lo digo, y sin rubor. No entiendo los cuentos. Y por eso me llevaba una sensación extraña, como de pesadez en la cabeza, como de ser tontuno. 

Yo creo que la razón de esto es que tenía una idea equivocada de lo que eran los cuentos de Borges. A mí me gustan los cuentos que hilan una historia que se precipita en un final climático y muchas veces con giros argumentales sorprendentes. Probablemente una influencia de la ci-fi de la era dorada. Y por lo que he podido ver, los cuentos de Borges no son así, salvo algunas excepciones. 

No obstante hubo alguno que me sorprendió gratamente. Y, sobre todo, me gustaron los conceptos mostrados en La Biblioteca de Alejandría o El Aleph.

La sensación es de no haber podido aprovechar una oportunidad de disfrutar de la obra de Borges, más por mi propia incapacidad que por otra cosa. 


domingo, 9 de marzo de 2014

Informe en minoría

Hace ya tiempo que tengo pendiente esta entrada, desde que vi por TV la película Minority report, estrenada allá por 2002. Antes pude echar un vistacillo, también en la TV, pero sin solución de continuidad hasta que la pude ver con tranquilidad, sin interrupciones.

Basada en un relato de Philip K. Dick (una de mis asignaturas pendientes como autor ci-fi), el protagonista absoluto es Tom Cruise (a quien no soporto demasiado como actor), o sea que el panorama no era lo que se dice muy alentador. Lo único que era positivo, en principio, era la dirección de Spielberg, pero tampoco tanto, que conste.



La historia es interesante. John Anderton (Tom Cruise) es agente de policía, departamento de Precrimen. Detiene a los sospechosos antes de que cometan un crimen. Todo esto es posible gracias a los precogs, una especie de telépatas (dos hombres y una mujer, que es la pieza central del rompecabezas) que son capaces de ver los sucesos violentos con días u horas de antelación. Menos en el caso de los asesinatos o sucesos no planificados, los que se producen por un arranque de emociones, que no pueden ser previstos más que en unos pocos minutos. 

El tema es que, evidentemente, el crimen prácticamente ha desaparecido en Washington D.C. El siguiente paso lógico es ampliar el programa Precrimen a todos los Estados Unidos. A eso dedica sus fuerzas el jefe del departamento, Lamar Burgess (el siempre solvente Max von Sydow).

Luego, la cosa se complica de una forma que no entiendo del todo pero que, por lo que he leído, parece típica de Philip K. Dick: John Anderton es señalado por los precogs como autor de un futuro crimen, por lo que debe huir. Se presenta entonces un dilema bastante curioso: si Anderton comete el crimen, irá a la cárcel; pero si no lo comete, el departamento de Precrimen habrá fallado, poniendo en un brete su expansión a nivel nacional.

En la película, se trata repetidas veces el tema de que los precogs no pueden ser engañados, pero el desarrollo de la historia pondrá en entredicho esta afirmación, que es la base de todo. 

Por lo demás, hay unos cuantos puntos bastante interesantes desde el punto de vista de la ci-fi. Por ejemplo, la cirugía ocular a la que se somete el personaje de Tom Cruise. Esta cirugía le permite pasar desapercibido a los múltiples detectores repartidos por la ciudad, desde los destinados únicamente a emitir publicidad personalizada en un centro comercial hasta los detectores de uso policial. Es memorable una escenita en la que Cruise vuelve al edificio del departamento de Precrimen con sus ojos en una bolsa de plástico; los necesita para pasar el control de identificación, pero uno se le cae, rueda por el suelo y... también es, por qué no decirlo, un poco desagradable...

John Anderton, en acción


Otro punto interesante es la forma en que se puede descargar información de la memoria de un ser humano y guardarla en un soporte físico. Como quien se baja información de internet, vamos...

Y tampoco son desdeñables algunos dilemas éticos que se plantean:

  • ¿Es una forma humana de trato el que se dispensa a los precogs? Sometiéndoles a las sensaciones de crímenes violentos, haciéndoles sufrir lo que sufren las víctimas, mientras viven con sus cuerpos atrofiados por la falta de ejercicio en una sala cerrada, semisumergidos en una piscina ¿Acaso no son también personas? ¿No merecen otro tipo de trato?
  • ¿Son culpables los delincuentes detenidos antes de cometer su crimen? Todavía no lo han cometido, luego ¿de qué se les juzga? ¿No existen las garantías constitugionales? ¿Cuál es la base legal de todo el sistema?
En resumen, Minority report es una  película entretenida, pero demasiado liosa para quien busque el mero divertimento. A mí me pareció bastante interesante, pero tampoco me ha llegado a apasionar más allá de lo ya comentado. Es mejor por lo que te hace pensar que por la película en sí. 

Por todo eso, podemos darle un siete. En Imdb recibe un 7,7 de media tras más de trescientos mil votos.

sábado, 1 de marzo de 2014

De infantas y verificadores

Tarde llego a comentar dos sucesos ciertamente sangrantes en la actualidad de este país. Dos sucesos que hacen pensar que el espectáculo de vodevil en el que se ha convertido la vida pública de España está lejos de sufrir crisis. Antes al contrario, continúa con buena salud y gran éxito de critica y público. 

El pasado sábado 8 de febrero, la infanta Cristina acude a ¿declarar? a los Juzgados de Palma de Mallorca, en calidad de im-putada. Días antes, asistimos con sorpresa a los frenéticos intentos del fiscal (repito, del fiscal) para que esto no suceda.

Se podía haber ahorrado el trabajo y el papel, porque la verdad es que esta señora se dedicó a tomar el pelo al juez durante las horas que durara el interrogatorio, en el que supongo no se utilizó un flexo ni la lectura en voz alta de párrafos de El código Da Vinci (seguramente por estar prohibido por la Cruz Roja).

Una pantomima, vamos. Que si no me acuerdo, que si no me consta... Ni siquiera recordaba haber dado un curso de baile... Pero tampoco preguntaba a su marido, el duque em-palma-do (solo por eso merecía que le corrieran a papirotazos de aquí a la frontera francesa), por sus actividades ni por el origen del chorro de dinero que entraba en su casa... 

Y es su marido el que ahora tendrá que pensar muy bien qué va a hacer. Su mujercita le ha dejado a los pies de los caballos, se enfrenta a una pena que puede superar los quince años y está defenestrado y humillado por la opinión pública.

¿Ella? Entró en los juzgados sonriente. ¡Manda huevos!


No me acuerdo... o no me consta... apunte lo que quiera, Sr. Juez


Unos días después asistimos a la última farsa perpetrada por la banda terrorista (sí, no nos equivoquemos por querer ser políticamente correctos) ETA. Llegan entonces un grupo de personajes con pinta de intelectuales que se hacen llamar Los Verificadores y se monta el espectáculo mediático.

ETA afirma que está inutilizando su arsenal, así que el papel de Los Verificadores es dar luz y taquígrafos a la maniobra. La pena es que lo que realmente hacen es de chiste: un par de individuos encapuchados (estos ni siquiera tienen pinta de intelectuales) sacan unas cuantas armas cortas, un poco de munición y tal y lo ponen todo junto encima de una mesa. Los Verificadores van corroborando un listado y, como todo parece estar correcto, le ponen un sellito. ¡Hala, ya está!

Pero en estas que los muchachotes de ETA ponen todo en una caja de cartón, la cierran con una cinta de embalar y se la llevan. "¿Qué hacéis"? dicen Los Verificadores, que comienzan a sudar un poquito. "Nada, que nos lo llevamos otra vez para que no moleste. Total, hemos puesto los sellos y prometemos no utilizar estas armas". Los Verificadores se miran. "Ah, bueno, si lo prometéis..."

Y tan panchos, oigan.

Si es que tiene razón Carlos Herrera, cuando dice que ya no cabe un tonto más en este país...


Si, amigos... el desarme de ETA cabe en dos folios... Con sello, eso sí...