martes, 31 de octubre de 2023

Cazafantasmas: más allá

Estamos en una época en que la creatividad en el cine está en entredicho. Los proyectos son cada vez más conservadores, moviéndose en entornos familiares y conocidos, buscando una y otra vez las mismas fórmulas de éxito, una de las cuales es apelar a lo nostalgia de los aficionados de antaño que hoy son padres, con la esperanza de que lleven a su progenie y que ésta se convierta en una nueva legión que tome el relevo, sobre todo para merchandising y posibles secuelas. 


Hay que reconocer que lo hacen bien, los condenados. Renuevan el producto, generalmente con rostros adolescentes para enganchar a la juventud. Si son conocidos, mejor, así que ahí entra Finn Wolfhard (Stranger things) o Mckenna Grace (desconocida con la caracterización y con una carrera ya bastante amplia). Ponen a una serie de actores y actrices conocidos como Paul Rudd (Ant-Man) o Carrie Coon (The leftovers) con un caché medio para no encarecer demasiado el producto y sacar una mayor rentabilidad. Aderecemos esto con una cierta tensión sexual no resuelta, blanca, para todos los públicos, porque tampoco queremos asustar a nadie.

Pero lo gordo está en el poso del original, cuya alargada sombra es omnipresente en este tipo de productos. Aquí no estamos ante una excepción, porque tenemos no solo a casi todo el cuarteto original (solo falta el fallecido Harold Ramis, por motivos obvios), el vehículo original y el fantasma zampón original. 


A partir de ahí se mezclan los ingredientes y sale un producto poco original, un refrito de situaciones ya visitadas, a veces calcadas. Y lo agitan como si fuera un cóctel, te lo sirven y tú te lo tomas. A veces tienes que taparte la nariz o cerrar los ojos, pero te lo tomas. 

Y si, por un casual, piensan que eso no es suficiente, juegan la baza de los sentimientos para engancharte otra vez. Son maestros en eso. 

 


Cazafantasmas: más allá es uno de estos productos. Recoge el relevo de la película anterior solo de mujeres y, como aquella, tiene sus momentos. Al final se juntan minutos para completar dos horitas, entretenidas pero sin pretensiones. No se puede negar que cumple su función y que entretiene a toda la familia en el rango de 8 a 50 años.

Hoy en imdb cotiza a 7,1. Demasiado alto, pero seguramente empujado por la nostalgia.

 


sábado, 14 de octubre de 2023

El ala oeste de la Casa Blanca

El ala oeste de la Casa Blanca es historia de la televisión. Ya está. 

Un total de 155 capítulos de unos cuarenta minutos de duración repartidos en siete temporadas, que cuenta la historia de la Administración del presidente demócrata Josiah Bartlet (Martin Sheen). Una serie coral, con un puñado de personajes que aporta su personalidad definida al conjunto, apoyados en diálogos brillantes. 

Casi cada capítulo engancha, pase lo que pase, desde la música del inicio hasta los títulos de crédito finales. Cuarenta minutos sin apenas aparatar los ojos de la pantalla. 

 

La figura central es el Presidente Bartlet, católico, irlandés, antiguo gobernador de New Hampshire y economista de prestigio, con el rostro de Martin Sheen (Ramón Estévez). Algunos miembros de su familia son personajes recurrentes, sobre todo su mujer Abigail (Stockard Channing) y su hija menor Zoey (Elizabeth Moss). Durante los siete años de mandato que narra la serie suceden múltiples cosas y se enfrenta a diversa crisis, tanto internacionales como políticas, pasando por un atentado o la polémica surgida cuando su esclerosis múltiple se hace pública. 

Al presidente le rodea su personal de confianza, encabezados por Leo McGarry (John Spencer), su mano derecha y amigo, ex-alcohólico y finalmente candidato a la vicepresidencia con el congresista Matt Santos (Jimmy Smits). 

La mano derecha del presidente tiene una mano derecha propia, Josh Lyman (Bradley Whitford), quea su vez tiene una ayudante, Donnatella Moss (Janel Moloney),que terminará siendo algo más. 

El jefe de comunicaciones es Toby Ziegler (Richard Schiff), tan inteligente como poco empático en ocasiones a la hora de dar sus opiniones. Su ayudante es Sam Seaborn (Rob Lowe), que hacia la mitad de la serie es sustituido por Will Bailey (Joshua Malina). 

La jefa de prensa es C.J. Cregg (Allison Janney), que sobresale tanto por su simpatía como por su altura y que terminará siendo jefa de gabinete tras el ataque al corazón que sufre Leo McGarry. 

 

Serie coral

Inolvidable también el puñado todavía más secundario, desde la señora Dolores Landigham (tristemente desaparecida en la segunda temporada), secretaria del presidente, hasta su ayudante personal Charlie (Dulé Hill), y las secretarias y ayudantes del resto del personal.

Todos ellos, desde el primero hasta el último, los habituales y los que aparecen solo unos pocos capítulos (Marlee Matlin, Glenn Close, Christian Slater, Alan Alda, Jimmy Smits, John Goodman...) rayan a un nivel brillante.

Y sobrevolando todo, Aaron Sorkin, guionista y creador cuya mano se percibe durante las primeras cuatro temporadas. Hay quienes dicen que tras su marcha, la serie sufre un bajón. La verdad es que yo no lo he notado, quizá porque deja un mecanismo perfectamente engrasado donde todo el mundo sabe lo que tiene que hacer y el espectador sabe lo que tiene que esperar. Puede ser que no haya ningún capítulo memorable como unos cuantos de las primeras cuatro temporadas, pero el interés se mantiene hasta el mismo capítulo final. 

En la sexta y séptima temporadas la serie da un giro arriesgado, de la que sabe salir airosa: deja de lado la figura central del presidente Bartlet y se centra en la carrera presidencial que emprende el congresista por Texas, Matt Santos (Jimmy Smits). Primero para conseguir la nominación demócrata, que consigue contra todo pronóstico, empezando desde lo más bajo y enfrentándose a la poderosa maquinaria del partido y de algunos candidatos como el propio vicepresidente Russell. 

 

Ya sabemos que allí la bandera es protagonista

La última temporada nos lleva de la mano a través de la campaña presidencial, enfrentando a Santos contra el senador Vinnick (soberbio Alan Alda), el republicano perfecto y pesadilla de los demócratas. Dos capítulos frenéticos nos llevan al día de la elección, decidida en un pequeño estado. 

Se le puede achacar a El ala oeste de la Casa Blanca un aire bastante idealista. Todos los personajes, sin excepción, son idealistas, creen que lo que están haciendo mejora en realidad a la sociedad. En ese sentido, no es real, sino bastante ingenua. Puede que sea por eso por lo que conecta tan bien con el público, porque los espectadores queremos creer que lo que estamos viendo es verdad. El otro extremo del espectro podría ser House of Cards, otra grandísima serie truncada por la polémica judicial de su protagonista Kevin Spacey. En varia ocasiones he oído o leído que El ala oeste de la Casa Blanca describe cómo debería ser el Gobierno, mientras que House of Cards retrata  cómo es en la realidad. Ni tanto, ni tan calvo, quiero creer. 

El buen gobierno

La serie no ha envejecido nada mal, teniendo en cuenta que su andadura comenzó en 1999 y su último episodio fue en 2006. Maltratada en su momento por TVE, que la emitía en horarios intempestivos por La2, ahora hay múltiples opciones para conseguirla y además se pueden comprar paquetes actractivos de DVD. 

Sé que son muchas temporadas, muchos capítulos y mucho tiempo, pero si no la has visto, tienes que darle una oportunidad. Muchas veces te hará pensar, pero no te asustes, no te dolerá la cabeza. En imdb cotiza a un soberbio 8,9. Para mí es, como poco, un notable alto y está sin duda muy alto en mi escala de valoración. 

Este enlace de Fotogramas es un poco antiguo, pero sirve para dar pinceladas de algunos de los capítulos más brillantes y que merece la pena ver. 

 

sábado, 7 de octubre de 2023

Rompenieves

Hace ya diez años de Rompenieves. Tenía esta película en el objetivo desde hace ya tiempo, hasta que pude echarle el ojo hace unos meses (sigo con el retraso de un año con las cosas que comento, así que muchas veces toca tirar de memoria, cada vez menos fiable a medida que me hago viejo). 

Chris Evans pone rostro a Curtis, protagonista de esta historia distópica ambientada en un ambiente claustrofóbico (que gana puntos de distopicidad). En esta ocasión, el planeta se encuentra en una perenne edad de hielo de la que no recuerdo las causas. Los restos de la Humanidad viven en un tren de cientos de metros de largo que se encuentra en un viaje infinito alrededor del planeta, siempre buscando el sol. 

A la izquierda, irreconocible, Tilda Swinton

 

La sociedad dentro de este tren se ha estratificado. Un gobierno dictatorial con tintes fascistas (cómo no) protege a un puñado de afortunados que viven a todo trapo en los vagones principales, mientras que la inmensa mayoría de la sociedad se apiña en los vagones de cola, hacinados, sucios y enfermos, viviendo de la caridad de esas élites que se materializa en una pasta de aspecto horrible que es la comida que reciben a diario. 

Con cierta periodicidad, los niños de la cola son enviados a la fuerza hacia el frente junto con algunos adultos que tienen circunstancias particulares (músicos, por ejemplo). De forma inevitable, estas medidas hacen subir el nivel de resistencia de las clases humildes, que de forma invariable deben ser sometidas por la fuerza. 

Curtis es un joven que vive en esas condiciones, pero su espíritu es rebelde. Gilliam, su mentor, es un anciano que ha vivido tiempos mejores y que mantiene viva una chispa de resistencia que encontrará en el joven la yesca para prender y arrasar todo el tren. 

 

La troika revolucionaria
 

Un día, los abusos a los que se ven sometidos los habitantes de cola les hace explotar y los paramilitares son, por una vez, incapaces de retener la oleada de indignación y violencia. Así, casi sin querer, lo que es una protesta violenta se convierte en una auténtica revolución que, como una marea, va avanzando por el tren en una mezcla de sangre y muerte, hasta que es finalmente derrotada y todo parece volver a su ser. 

Es entonces cuando la realidad interna golpea con brutalidad al espectador y al protagonista. Se revela información que termina de dar relieve a todo lo que sucede en ese tren. La realidad de la rebelión, el verdadero origen de la pasta asquerosa que han estado comiendo toda su vida, qué pasa con los niños y adultos que pasan hacia el frente del tren, quién dirige en realidad el tren... Todo estalla como una supernova en la cabeza del espectador. Y aunque algunas cosas las ves venir., se trata de algo tan descarnado que sorprende y asquea a partes iguales. 

Y en ese final, brilla Ed Harris, que ha pasado de héroe a villano en el cine actual. Y lo hace muy bien, con ese rostro surcado de arrugas y los ojos azules y fríos de un caminante de Juego de Tronos.  

 

La calma que precede a la tempestad

Vimos Rompenieves en una de nuestras sesiones de cine de los sábados por la noche, los cuatro. Y la verdad es que no triunfó. El ambiente opresivo, la violencia y la realidad que representa no son para todos los públicos Creo que es una de las películas que peor recuerdo nos han dejado. 

Ojo, como relato distópico no se le puede poner un pero. Es solo que no es una película para ver en familia. Seguramente, de haberla visto solo, tendría una opinión distinta. 

En imdb cotiza hoy a un bastante decente 7,1 y ha dado pie a una serie del mismo título que no he tenido todavía ocasión de ver, a pesar de contar con Jennifer Connelly. O sea que estamos ante una película reconocida que no me atrevo a desaconsejar por culpa de una experiencia equivocada.

Como último apunte, la película está dirigida por Bong Joon Ho, de la oscarizada Parásitos