sábado, 29 de junio de 2019

Ún, dos tres...

Hace apenas un par de semanas que saltó la noticia de la muerte del gran Narciso Ibáñez Serrador, Chicho. Fue el 7 de junio de 2019, apenas un mes antes de haber cumplido los 84 años. 

Chicho Ibáñez Serrador es historia viva de la televisión española. Un mito para los que crecimos en los años 80 del siglo pasado y que cada viernes volvíamos a casa con la ilusión de ver un nuevo Un, dos, tres... concurso que está grabado a fuego en nuestra memoria. Un programa de humor blanco, apto para todos los públicos, que llegaba a juntar delante del televisor a padres e hijos, abuelos y nietos. 

Sin duda, un adelantado a su tiempo que llegó a convertir en oro a todo lo que tocaba y a garantizar un futuro esplendoroso a todos aquellos a los que descubrió para sus programas. 



Pero Chicho no es solo Un, dos, tres... 

Apenas un par de películas sirvieron para que revolucionara el terror patrio. En especial me quedo con ¿Quién puede matar a un niño?, un relato desasosegante que era una adaptación de la novela El juego de los niños del gijonés Juan José Plans (al que luego descubrí en el programa Historias, de RNE). 

Y más que todo eso, quizá, fueron aquellas Historias para no dormir, una serie que también marcó a una generación, esta vez la de mis padres allá por los años sesenta, cuando la televisión apenas estaba empezando en este país. Chicho y su padre, Narciso Ibáñez Menta (otro genio), aterrorizaron a los espectadores en formato en blanco y negro. Todavía es hoy el día en que mi madre recuerda alguno de aquellos capítulos espeluznantes con un escalofrío. 



Coincidí con Chicho en un avión, no recuerdo si de ida o de vuelta al archipiélago canario, hace unos cuantos años y ya estaba el hombre muy desmejorado. Algunos años más tarde coincidí con Mayra Gómez Kemp, icono del Un, dos, tres..., primero como azafata y luego como presentadora, en el Pasapalabra en el que fui humillado. Tengo un recuerdo agradable de ella, y sobre todo del comentario que hizo en una pausa de publicidad en el que dijo que yo me parecía mucho a Chicho cuando era joven. 

Ojalá me pareciera de verdad a este genio, al que no llego ni a la suela de los zapatos. 

Y hasta aquí puedo leer...


domingo, 9 de junio de 2019

Castle

Desde siempre me han gustado las series policíacas, Starsky & Hutch, Los hombres de Harrelson, Canción triste de Hill Street, Spenser..., pero tanto o más que estas me gustan las de suspense. Colombo o Se ha escrito un crimen, por ejemplo. Series que podía ver toda la familia, porque no había sangre y al muerto se le solía ver tapado con una sábana blanca. Era raro también ver el funcionamiento de una persona: la mejor arma del investigador era su cerebro y en el caso de Colombo esa última pregunta que llevaba a descolocar al sospechoso.



La televisión ha cambiado mucho desde que yo era un niño. Muchas cosas son mejores, otras son peores. Pero todavía se pueden encontrar series como las de antes.

Castle es una serie que alcanzó ocho temporadas, lo que no está nada mal en los tiempos frenéticos televisivos que corren actualmente. El protagonista es Rick Castle, un autor de éxito que busca una experiencia real con la policía para documentarse y escribir su nuevo libro. Durante esta experiencia traba relación con la inspectora Kate Beckett, que le impresiona tanto como para inspirarse en ella para su protagonista. Al inicio no se pueden ni ver, pero la cosa acabará de una forma muy diferente...

Y así, amigos, hasta 173 capítulos, la mayor parte de ellos muy entretenidos (el conjunto de la serie puntúa 8,1 en imdb), aunque la liaron con una trama de espionaje y conspiración que quizá no venía muy a cuento y que no aportaba gran cosa. 

Momento inolvidable


Una de las patas del éxito de Castle, además de unos casos de lo más interesantes, es el enorme carisma de sus protagonistas. No solo Castle y Beckett, sino de todos los habituales: Martha (la madre de Castle, interpretada por Susan Sullivan, a la que recordaréis - o no- de Falcon Crest), Alexis (su hija) y los detectives Ryan y Esposito. Todos ellos ayudan a construir una ficción creíble, dándole volumen y perspectiva. 

Otra de las patas, que sustenta o se sustenta en la primera, son los guiones: historias atractivas capítulo a capítulo hacen que los nuevos espectadores se enganchen a la serie; las historias personales de los personajes hacen que la ficción tenga una continuidad y un sabor familiar. 

Y la tercera pata es el tremendo carisma de Nathan Fillion, un actor que hace que de forma inmediata amemos a su personaje, ya sea el capitán de la Firefly, el hombre del tiempo novio de la hija de Phil Dunphy en Modern Family o un cuarentón novato de la policía en The Rookie.

De forma sorprendente, Castle sobrevivió incluso al final de la tensión sexual no resuelta entre Castle y Beckett, que incluso acabaría en boda. Y también a la aparente mala relación entre Nathan Fillion y Stana Katic en la vida real. Con buen criterio decidieron que la ficción no debería sobrevivir a la salida de uno de sus protagonistas y por eso acabaron por darle un final digno, sin hacerla arrastrarse por la parrilla televisiva. 

Otro momento inolvidable


Castle es de lo mejorcito que he visto en televisión en los últimos tiempos y todavía hoy, tres años después de su cierre, me quedo mirando alguno de sus capítulos en las infinintas reposiciones que se hacen en las cadenas de televisión digital.


viernes, 7 de junio de 2019

75 años de Omaha

Omaha la sangrienta
 
Juno

Gold

Utah

Sword

Aquello tuvo que ser escalofriante. Bajar de las lanchas de desembarco, tropezar en la orilla, oír zumbar las balas de una MG42, ver caer a tus compañeros justo a tu lado... 



Ayer se han cumplido 75 años del amanecer del 6 de junio de 1944. El Día D. 

Miles de muchachos británicos, canadienses, estadounidenses, algunos de los cuales ni siquiera sabrían ubicar Francia en un mapa, asaltaron la Fortaleza Europa y abrieron el segundo frente que los rusos llevaban años reclamando. A partir de ahí a Alemania se le fue escapando el aire poco a poco, aunque la guerra duraría casi un año más. 



Lejos de identificar a todo alemán con un nazi (aunque el tema daría para una entrada completa, sobre todo esa silenciosa aceptación del régimen por parte de la inmensa mayoría de la población y salvo muy honrosas excepciones), sí es verdad que seguramente estos muchachos salvaron al continente de un largo período de oscuridad. 



Siempre en el recuerdo, los caídos y los cada vez más escasos supervivientes de aquella jornada.