domingo, 28 de abril de 2019

Fantasma Blitz

Otro juego de mesa que gustará a niños y a mayores es Fantasma Blitz

El juego tiene una dinámica muy parecida a Dobble, pero algo más complicada de digerir. En esta ocasión no se trata de buscar el dibujo en común de un par de cartas, sino de coger con la mayor rapidez el objeto correcto dependiendo del dibujo que muestra una carta. 



Ya digo que es algo más complicado, puesto que hay que fijarse bien en el dibujo, si sale el fantasma, si sale la lechuza, qué color tienen, qué se refleja en el espejo... dependiendo de todo eso, el objeto a coger será uno... u otro. Al final, el jugador más rápido se queda con la carta, y gana el que al final del juego tenga más cartas. 

Ojo, porque aunque las reglas básicas son muy sencillas, hay excepciones que te harán pensar más de la cuenta y perderás. 

Combinar las cartas con figuras que se colocan en la mesa delante de todos los jugadores, garantiza un ritmo frenético, risas y que el juego sea apto tanto para adultos como para pequeños. Y, aunque es divertido jugar a dos, lo es mucho más cuanto más gente se siente alrededor del botín. 

Los componentes, de buena calidad, se guardan en una caja pequeña que apenas ocupa espacio si te lo llevas de viaje, aunque es necesario una base estable para jugar o de lo contrario las figuras pueden caerse al suelo y quizá perderse. 

Me lo he pasado muy bien con Fantasma Blitz.


viernes, 19 de abril de 2019

Veinte mil leguas de viaje submarino

Prosigo incansable con mi labor de redescubrimiento de los clásicos, libros de obligada lectura de juventud que, por uno u otro motivo no leí en su día. Es el caso de Veinte mil leguas de viaje submarion, la fantástica epopeya del capitán Nemo y su submarino Nautilus. 

De nuevo el visionario Julio Verne construye una historia de aventuras y lo que hoy llamaríamos ciencia ficción, adelantándose a su tiempo al describir el funcionamiento de un submarino de propulsión eléctrica (debemos suponer que conocía los principios básicos de la navegación submarina, aunque por supuesto no los de la motorización eléctrica) e incluso de sistemas de buzo autónomo que no se verían hasta casi un siglo después de la publicación del libro. 



El libro empieza con una relación de extraños avistamientos de una especie desconocida de animal marino, un leviatán que realiza ataques a barcos de distintas nacionalidades en zonas oceánicas muy distantes entre sí. Los protagonistas, Pierre Aronnax (siempre, o casi siempre, hay un francés en las historias de Verne), su criado y el arponero Ned Land son capturados por la tripulación del Nautilus después de uno de estos episodios. 

Después de unas horas de amable, pero firme, cuativerio, se presenta ante ellos su captor y en estos momentos dueño de sus vidas: el misterioso capitán Nemo. 

Las páginas del libro narran las vicisitudes de estos protagonistas mientras recorren el fondo del mar, incluso bajo el casquete polar, como invitados forzosos del capitán hasta que éste los libera antes del último enfrentamiento. 

Verne nos narra con detalle las zonas por las que navega el submarino, haciendo gala de un conocimiento enciclopédico y/o de una gran labor de investigación. Utiliza a Pierre Aronnax como su alter ego, su voz en la novela, para transmitir todo ese torrente de conocimientos al lector, que se refleja en el criado de Aronnax, el joven Consejo. Pero en no pocas ocasiones el nivel de detalle es tal que llega a aburrir, con listas de especies animales y vegetales que ocupan páginas y más páginas. 



Más aún, en ocasiones la historia avanza a trompicones, con la sensación de estar leyendo una serie de relatos relacionados entre sí, pero con grandes espacios en blanco entre ellos. Como cuando cambias de marcha en un coche, que notas cada uno de los engranes. 

Aún con todo lo anterior, que me hace pensar que estoy ante una historia que hubiera disfrutado más cuando era un tierno preadolescente, Veinte mil leguas de viaje submarino es ya parte del imaginario colectivo, con diversas adaptaciones a sus espaldas: cine, tebeo, televisión... James Mason o Patrick Stewart han prestado su rostro al misterioso Nemo y hasta Geronimo Stilton ha viajado en el Nautilus. 

Y quizá sea por la fascinación que el capitán Nemo causa en el lector, sino porque Julio Verne hace del Nautilus un personaje más, casi en pie de igualdad que el resto. Sin duda los dos se cuentan entre las creaciones más redondas de Julio Verne. 



Por cierto, que el episodio del pulpo gigante no es tan importante en el libro como en las distintas adaptaciones.

jueves, 18 de abril de 2019

Dobble

Hace ya unos años que cada moneda de dos euros que cae en mi poder no vuelve a ver la luz del sol: la guardo raudo y veloz en mi hucha, que empiezo el día uno de enero y que abro el día 31 de diciembre. De esta forma consigo acumular un pequeño capital, entre 350 y 400 euros, que son de mi entera propiedad y que no se encuentran en los libros de cuentas de mi unidad familiar.

Yo lo llamo Frikigeld.

 ¿Y para qué lo quiero?

Pues, evidentemente, para comprar cosas frikis. Y encima sin tener que justificarme...

Esta introducción me sirve para decir que desde hace un par de años me estoy haciendo aficionado a los juegos de mesa. Un par de veces al año me paso por mi tienda habitual, aquella en la que solía comprar los juegos de rol hace más de veinte años: Capua Hobby´s (en realidad es mi segunda tienda; Arco Iris dejó los juegos hace tiempo y ahora es una tienda de comics). Una vez allí sufro una especie de síndrome de Stendhal: todo lo que veo me gusta y lo quiero, pero el Frikigeld no es suficiente para eso.

Pero algo cae, siempre...



Dobble es un juego bien barato, que gusta a niños y adultos. Se juega con unas "cartas" circulares que están repletas de dibujos de colores: delfín, cristal de hielo, hombre de nieve, iglú, lápiz, perro... así hasta no sé cuantos más. No sé cómo se las arreglan, pero dos "cartas" solo comparten un dibujo y, básicamente, los jugadores tienen que ser los más rápidos en identificar el dibujo que comparte la "carta" que tenga en su mano en ese momento con la de la pila. 

Esto nos lleva a partidas frenéticas y súperdivertidas, sea cual sea el número o la edad de los jugadores. Me lo paso igual de bien jugando cara a cara con mi hija mayor o en los raros momentos en que somos más jugadores. Como se trata más de un juego de agudeza visual y rapidez mental que otra cosa, los niños son rivales excelentes para los viejunos como yo.

Las instrucciones de uso describen cinco modalidades de juego y sí es verdad que para que alguna se necesitan más de dos jugadores. 

Fijaos bien: solo un dibujo en común entre dos cartas


Dobble se presenta en una pequeña lata metálica que contiene las "cartas" y las instrucciones de juego, lo que hace que sea ideal para llevarlo de viaje o a un paseo por la calle y poder jugar en ratos muertos (las partidas no duran más de diez o quince minutos). Además las "cartas son de buena calidad, por lo que no tiene que darnos miedo jugar en la calle.

Sin duda es una de mis mejores compras y siempre que vamos de viaje y elegimos un par de juegos o tres para llevarnos, Dobble viene con nosotros. Tenemos la edición inicial, pero sé que han sacado una más orientada a los más pequeños, pero no la considero necesaria.

domingo, 7 de abril de 2019

Sajones, vikingos y normandos (#1 a #6)

El año pasado descubrí esta serie de novela histórica: Sajones, vikingos y normandos. Escrita por el británico Bernard Cornwell, que tiene en su haber otra serie protagonizada por el fusilero Sharpe, junto al que visita muchos de los escenarios fundamentales de las guerras napoleónicas, incluyendo lo que los sajones llaman Peninsular War. 

El marco temporal de la saga que nos ocupa es el de las invasiones vikingas de los reinos sajones de lo que hoy es Inglaterra (Northumbria, Anglia Oriental, Mercia y Wessex) durante el siglo IX y, más en concreto, el reinado de Alfredo de Wessex, que pasa a la Historia como Alfredo el Grande. 



Bernard Cornwell utiliza, como muchos autores de novela histórica, un personaje ficticio como cadena de transmisión y relator de hechos históricos.

Este personaje es el niño Uthred, hijo de Uthred, desposeído señor de Bebbanburg por su propio tío, emprende una travesía vital que comienza en la casa del jarl Ragnar y que va pasando por diferentes etapas, muchas de ellas conectadas con el rey Alfredo. Durante varias décadas de su vida vemos cómo va progresando, a veces a duras penas, mientras se mantiene fiel a los dioses nórdicos con los que ha crecido aún habiendo sido cristiano en su niñez. 



Poco a poco toma posiciones de responsabilidad, vuelve a caer en desgracia y es tomado como esclavo, pero después recupera con creces su estado, a pesar de las envidias y las malas artes de los príncipes de la iglesia que desaconsejan a Alfredo que un pagano sea tan importante. A pesar de todo ello, Uthred se convierte en la espada de Wessex, el caudilllo en el que todos confían cuando los normandos deciden atacar los reinos sajones desde su bastion de York. 

Incluso tiene un cierto aire heroico al matar en combate a Ubbe Ragnarsson, hijo del mítico Ragnar Lothbrok, y derrotar a Ivar Ivarsson, nieto de Ragnar e hijo de Ivar el deshuesado. 

 

Cornwell decide, con buen criterio, utilizar los nombres sajones de ciudades actuales: Lundene, Ieofervic, Witanceaster, Cippanham... Aunque quizá dificulte la lectura, ayuda a entrar en la ambientación. Ayuda a dar sabor, por así decir. 



Y no cae en la tentación de endulzar las cosas. La Alta Edad Media era un tiempo difícil y peligroso para vivir, donde un guerrero estaba muy por encima del común de los mortales, no solo por su habilidad con las armas, sino por el equipo: espada, hacha o lanza, escudo, casco, cota de malla... Eran poco comunes, sobre todo los de calidad, así que no era de extrañar que los supervivientes de un combate despojaran a sus enemigos de todo lo que de valor podían encontrar para equiparse ellos mismos. 



Lo mismo que sus descripciones de batallas son fieles al período y al marco geográfico. Los choques armados en el siglo IX en Inglaterra reunían a varios cientos o unos pocos miles de guerreros entre ambos bandos, muy lejos de las enormes batallas de la Antigüedad o lo que posteriormente serían las guerras en Europa de los siglos XVIII y XIX, con centenares de miles de combatientes y numerosísismas bajas. 



Aunque no es una saga deslumbrante, ni mucho menos, se lee con agrado. Sobre todo si se está familiarizado o interesado en el marco histórico de las invasiones vikingas. Incluso diría que está un peldaño por encima de la serie de Simon Scarrow sobre Macro y Cato (salvando las diferencias de ambientación entre una y otra). En cualquier caso, se agradece la agilidad de lectura y la ligereza en las descripciones y diálogos.