sábado, 23 de febrero de 2013

Tarde en los recreativos

Hace unos días he comprado dos recopilaciones de juegos de recreativas para la PSP: una es de SEGA y la otra es de CAPCOM. En ellas hay juegos míticos, como Sonic, Golden Axe, Ghosts `n` Goblins, King of Dragons, Street Fighter... 

No he podido evitar recordar aquellas tardes que pasábamos en las salas de máquinas de Gijón, principalmente en la ya tristemente desaparecida ERGI. Pero nosotros la conocíamos por Jichomáticos.

Los primeros recuerdos que tengo son de cuando me llevaba mi hermano cuando era un criajo. Me iba a buscar a la sesión de cine dominical que hacían en el cole (otra que merecería una entrada propia) y luego íbamos hasta la sala de juegos. Bueno, jugaba él, porque yo apenas llegaba a los mandos y era más torpe que un perezoso con guantes.

Le recuerdo, con total nitidez, jugando al Dragon´s Lair, ayudando al valiente caballero Dirk el Intrépido a rescatar a la bella princesa ¿Daphne? El juego era una maravilla de la técnica por aquel entonces (inicios de los ochenta, no lo olvidemos), y para un niño como yo era entonces, llamaba la atención. La historia se desarrollaba como una peli de dibujos animados, intercalada con los tramos "jugables". Estos tramos eran extremadamente difíciles, pues había que combinar una serie de movimientos en el momento justo, para salir airoso. Un poco demasiado pronto, o un poco demasiado tarde, acababa con el buen Dirk en la cuneta.

Dirk, el intrépido

No era yo mucho de recreativas por aquel entonces, aunque ya empezaban a aparecer las Nintendo portátiles. No recuerdo haber echado muchas monedas hasta COU. Entonces, en plena Selectividad, salíamos corriendo de los exámenes para echar unas partiditas al 1942, típico arcade de aviones que nos volvía locos con tanta bala perdida en el cielo repleto de nubes. 



1942

Después llegaron los shoot´em up. Recreativas que se jugaban con pistolas, disparando a una película. Jugamos mucho a uno de ellos del que, lamentablemente no recuerdo el nombre. La primera fase era un secuestro en un banco u oficina, y salían unos enmascarados de negro que eran muy malutos. Perdías vida si te mataban o si te cargabas a un rehén o un poli (cuántos polis corruptos cayeron abatidos, por la espalda, por fuego "amigo"...). Las monedas de cinco duros caían como locas en la ranura. 

No fui mucho del Street Fighter, aunque alguna partidita sí que eché. También a otro en el que había un personaje torero, con un movimiento llamado bloody spin bastante difícil de contrarrestar. En el mismo juego, yo solía utilizar un taekwondista que metía hostias como panes. 

Pero el siguiente juego que se llevó buena parte de mi asignación semanal fue el Samurai Showdown. ¡Qué tardes echábamos los seis colegas en lo que llamábamos un kumite (qué daño hicieron las pelis de Van Damme a la juventud de los 80 y 90)! El personaje que más me gustaba era Haohmaru, con músculos como sacos de melones y una katana que cortaba que no veas. Populares también fueron Hanzo y Galford (este, con perrito). Yo creo que fue uno de los que más nos duró la afición.


¡Camino de Bushi es como morirse!

Esa era la época en la que nuestro fin de semana se reducía a quedar juntos, echar unas partidas, ir a la Ruta de los vinos a tomarnos un martini blanco (con hielo... literalmente, aunque luego evolucionamos en gustos y nos pasamos a las cervezas y los combinados), volver a echar unas partiditas y esperar al domingo para nuestra sesión de rol semanal. Normalmente jugábamos Samurai Showdown a la ida, y la Patrulla X a la vuelta, en otra sala que estaba justo al lado de la Ruta. En esta máquina, como éramos de costumbres fijas, siempre teníamos a los mismos personajes: Rondador, Cíclope, Lobezno y yo, Coloso. ¡Qué tiempos! ¡Y qué broncas con los compañeros! 


¡Golpe y fueraaaaaa, cojones!


Nuestra afición al rol se vio reforzada también en las recreativas. Apenas jugué al mítico Golden Axe (lo tenían en una pizzeria al lado del cole, y en el recreo había carreras para llegar el primero y jugar), pero sí eché bastantes partidas al King of Dragons, bastante parecido aunque algo más moderno. Podías también elegir entre varios personajes (elfo, guerrero, clérigo, mago y enano) y había un avance de niveles dependiendo de los puntos que mantenía siempre el interés. 


King of dragons





¡Ahhhh!

¡Qué tiempos!

Todavía ahora, después de tantos años, disfruto como un enano en la minúscula pantalla de la PSP. ¡Me gustaría saber cuántas pesetas me pulí (apenas he jugado desde que entró el euro)!

El ocio está más fácil ahora: consolas, ordenadores, tablets... de todo. Pero el sabor de una buena partida con los colegas, en un antro lleno de humo (y probablemente sustancias estupefacientes de diversa índole), es insuperable.



sábado, 16 de febrero de 2013

Comportamientos obscenos III

Otra vez, con amargura, tengo que volver a un tema recurrente: mientras la crisis golpea con dureza al país, algunos no hacen más que aprovecharse de todo y de todos, aumentando el descontento social. O, más bien, aumenta el desconcierto. Porque lo que estamos viendo no deja de parecer ciencia-ficción. 

Empecemos por Urdangarín. El duque em...palma...do. ¡Tócate las narices, macho! Este tío es un payaso que se ríe de una ciudad que les ha dado, a él y a su mujer, un título y un reconocimiento. Así se lo devuelven... Le está bien empleado todo lo que está pasando: si hizo todo lo que hizo a propio intento, le pasa por listo... o por pasarse de listo. Si, como él defiende, no tenía ni idea y su socio era el que movía los hilos, le pasa por tonto... o bobo, como queramos. En cualquier caso, poca defensa parece que tiene el chico. 

En cuanto a la infanta (me niego a ponerle las mayúsculas), no cabe en ninguna cabeza medianamente amueblada que no tuviera ni idea de lo que estaba pasando. ¿Es que vive tan fuera del mundo real que se cree que el dinero es de monopoly, o qué? 

Ninguno de los dos sabe el daño que están haciendo a la Institución que representa la unidad de este país (que se llama España, como ya sabemos). 

Pero, claro... algo huele a podrido al sur de Dinamarca... o de la Zarzuela. No las tengo todas conmigo respecto a que la Corona no haya tratado de ocultar el asunto. Si es así, muy mal, señores. Las cosas se le están poniendo muy cuesta arriba al futuro Felipe VI, y no digamos ya a Leonor I. Mal que me pese, por devoción y convicción. 

Hablemos ahora del asunto de los sobres del PP. Las apariencias indican que ahí todo quisque rascaba del bote, en cantidades importantes y sin aparente control externo. El B de toda la vida, vamos. Resulta escandaloso que, a pesar de la duda, aquí nadie mueva ficha ni tenga la vergüenza torera de dimitir. Ni Rajoy, ni Cospedal, ni Mato, ni Cristo que lo fundó. Aquí todos miran para otro lado y se tapan la nariz, mientras formulan el mantra que tantos resultados da: ¡Y tú más! Lo que pasa es que, probablemente, todos estén enfangados de la misma mierda. Lo único es que a estos parece que les han pillado. 

¿O no? ¿Cómo puede ser que una investigación se sustente en meras fotocopias? ¿Dónde están los originales? Si los tienen El País o El Mundo, ¿por qué no se les obliga a presentarlos? Ya sabemos todos que todo es mentira, salvo algunas partes. ¡Toma ya, con un par! ¡Y sin ruborizarse! Total, ¿para qué?

Por último, ¿hasta qué punto es leal montar la que se está montando, sabiendo que el país se verá perjudicado? No el gobierno, no... el país. 

Espionaje en Cataluña, que parece que no se limita allí sino que es generalizado en todo el país. La familia Pujol que se trae billetes de quinientos euros (¡quinientos euros!) a puñaos desde Andorra. El 3% de comisiones. Los ERE en Adalucía. Gürtel y Pokemon....

El panorama es triste. Las cuestiones peliagudas... ¿A quién votaré? 

NI PUTA IDEA.



sábado, 9 de febrero de 2013

Berlín Negro

Retomo la actividad después de un par de semanas para olvidar en cuanto a viajes y trabajo, que me ha tenido absorbido y con pocas ganas de actualizar durante el poco descanso que he tenido.

No he estado ocioso, no obstante. En este arranque de año 2013 he estado leyendo algo nuevo: la trilogía original Berlin Noir, del autor escocés Phillip Kerr. Se trata de novela policíaca al más puro sabor americano, pero ambientada en el Berlín de los años 30 y 40 del siglo pasado. Se compone, por orden de publicación, y cronológico, de los títulos Violetas de marzo, Pálido criminal y Réquiem alemán.Y tiene como protagonista al detective privado Bernhard "Bernie" Gunther.

Violetas de marzo está ambientada durante los JJOO de Berlín, en 1936. Gunther recibe un encargo de un cliente que se irá complicando poco a poco, con una trama en la que las luchas de poder en el régimen nacionalsocialista tendrán más importancia de lo que al inicio se supone. Como curiosidad, el título viene del nombre que los miembros del partido daban a los afiliados tardíos, cuando ya era evidente de hacia qué lado soplaba el viento. 

La trama se va enredando cada vez más, entrando en juego factores que sorprenden al lector. La figura de Reynhard Heydrich tendrá una importancia capital. En cuanto al desarrollo, la cosa se soluciona algo precipitadamente y se necesita de un deux ex machina bastante inverosímil para llegar a buen puerto.  No obstante, el libro es bastante notable.

Pálido criminal supone la vuelta de Gunther a la Kripo (Kriminal Polizei) para investigar una serie de asesinatos de chicas arias que parecen responder a un ritual judío, durante el año de 1938. La presencia de Heydrich resulta aún más importante que en el primer volumen. En este caso, la historia está mejor desarrollada aunque peca también de inverosímil en algunas fases de la misma. Es lo que pasa cuando se desea meter personajes históricos en una trama de estas características. A pesar de ello, el resultado es francamente satisfactorio.

Quizá resulta Réquiem alemán el mejor de los tres volúmenes. Un Bernie Gunther desencantado de la vida tras haber pasado unos cuantos años en el frente oriental y luego en un campo de prisioneros, que ha retomado su actividad como detective privado, viaja a Viena para ayudar a un antiguo compañero que está acusado del asesinato de un oficial americano. Ambientado en 1947, muestra la relación entre vencedores y vencidos, así como las continuas luchas de poder entre los propios Aliados durante la ocupación del país. Todo se mezcla con un plan de escape de la cúpula nacionalsocialista y el deseo de los Aliados de reciclar para su provecho a algunos tipos de dudosa moral. 

El conjunto de la trilogía es francamente bueno. A las típicas historias de detectives, con sexo y violencia en dosis adecudadas, se añade un más que interesante marco histórico que está recreado con credibilidad (si exceptuamos lo que ya he comentado respecto a ciertos afanes de trascender a niveles superiores). 

Bernhard Gunther es el compañero perfecto para realizar el viaje: cínico y escéptico, pero con una rígida moral y, en la medida de sus posibilidades, combativo contra el régimen. Pero es solo un hombre que se ve arrastrado por la marea que fue el nacionalsocialismo en Alemania durante doce años. 

Phillip Kerr alargó, después de varios años con otras cosas, esta trilogía original con otros tres o cuatro títulos. Aún no los he leído, así que está por ver si estamos ante un nuevo Mundo Anillo (ya habéis visto lo que pasó con Larry Niven) o si se mantiene a niveles interesantes (como el Cadfael de Ellis Peters, por poner un ejemplo). 

El primer y el segundo volumen merecen un siete, claramente. El tercer volumen es francamente el mejor de los tres, así que le vamos a poner un ocho. El conjunto, recomendable, puede merecer un siete.