miércoles, 29 de agosto de 2012

Manus supra idolum

...age prima et septima de quatuor

Sí, señores, ante nosotros está la clave, la sencilla clave, para entrar en la Biblioteca. Con mayúsculas, porque supongo que todos sabemos de cuál estamos hablando.

La Abadía no tiene nombre. La rosa, tampoco. Aunque la novela (y la película) se titule El nombre de la rosa. Los protagonistas sí: fray Guillermo de Baskerville, franciscano, ex-inquisidor y un homenaje a Holmes bastante evidente; y Adso, joven novicio de Melk, una especie de Watson. El autor, Umberto Eco, oscuro profesor al que su primera obra de ficción hace saltar a la fama. 

Fray Guillermo y su speculum per oculo, cum vitro
Una historia que, no por clásica, deja de ser atractiva. Si bien estamos ante una novela de intriga, con una serie de asesinatos en una abadía benedictina en las montañas, el aderezo es lo que le da vida al asunto: una reunión entre los representantes de los franciscanos y los enviados papales, a la que asisten fray Guillermo y su novicio; una serie de asesinatos de difícil explicación; el ambiente cerrado, a veces claustrofóbico, de la abadía; el contexto histórico en que nos encontramos... Pero, sobre todo, los personajes, tanto los principales como los secundarios: Jorge de Burgos, Remigio da Varagine, Salvatore, Adelmo y Berengario, Bernardo Gui... Todos con sus luces y sombras, creando un cuadro de lo más peculiar e interesante.


Aunque en ocasiones el autor se pierde en excesivas disquisiciones para explicar los diferentes puntos de vista sobre la cuestión teológica de fondo, y las explicaciones sobre las distintas herejías que salpicaron la península italiana en los siglos XIII y XIV, con unos cuantos párrafos y alguna página que directamente podrían ser utilizados para levantar un murete de ladrillo, el resultado no deja de ser sobresaliente y, para desgracia del autor, nunca igualado posteriormente. 

El joven Adso y su, reconozámoslo, cara de pánfilo

 Las motivaciones, el desenlace, el culpable...  todo forma un conjunto de innegable calidad.


Si a eso añadimos que la adaptación de Jean Jacques Annaud es una de las mejores que se hayan hecho en cine de una obra literaria, tenemos entonces que El nombre de la rosa es, en sus dos vertientes, una obra imprescindible.

No solo eso, sino que los personajes tienen ya las caras de los actores en el imaginario del aficionado: Sean Connery es Guillermo de Baskerville, Christian Slater es Adso, Ron Perlman es Salvatore... 

Además, en España, un programador visionario creó una pequeña joya en los tiempos del Spectrum (aunque ya el 128 Kb): La abadía del crimen.  Se dice que intentó que Umberto Eco cediera los derechos para el juego, pero que fracasó al intentar explicarle de qué se trataba. ¡Quién lo iba a decir si eso pasara hoy día!

Pues eso, que si no has leído El nombre de la rosa, y/o no has visto El nombre de la rosa, no hay para ti perdón de Dios. Y que Él, en su infinita misericordia, tenga piedad de ti. 

Penitenciagite!
 


domingo, 26 de agosto de 2012

Soñar es gratis

¿Quién no ha mirado por las noches a la luna llena y pensado que estaría bien poder visitarla? 

Apenas una docena de personas han podido hacerlo y uno de estos astronautas, el primero de ellos, nos ha dejado esta noche. Neil Armstrong ha fallecido a la edad de 82 años, víctima de las complicaciones sufridas por una intervención cardiovascular. 

"Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad", dijo mientras descendía del módulo lunar. No sé si se lo dieron escrito o si se estuvo estrujando el cerebro durante días, pero el resultado fue mejor que lo que se oyó en el Enola Gay después de tirar LA BOMBA ("Mira como sube ese hijoputa").

Dicen que las probabilidades de no poder despegar de la Luna y quedarse allí para siempre rondaban el 50%. O una de cada dos. Nada despreciable, vamos...

En un tiempo en que la tecnología estaba en pañales y la informática como hoy la conocemos no era más que ciencia-ficción, había que tenerlos cuadrados para enfrentarse a ello.

Neil Armstrong los tenía bien puestos. Podría haber sido español. 


Fuente: elmundo.es

sábado, 25 de agosto de 2012

John Carter

Acción pulp en un metraje de 132 minutos, producido por Disney y con Taylor Kitsch y Lynn Collins en sus papeles principales. 

Basada en el personaje literario de Edgar Rice Burroughs (por cierto, guiño en la película, hacia el final, con el sobrino de John Carter), narra la historia de John Carter, veterano de la Guerra Civil estadounidense que busca una cueva de oro y en su lugar encuentra... otro planeta. 



Derroche de medios y efectos especiales, para generar la raza alienígena, casi insectoide, que captura a John Carter al principio.

Un poco de steampunk, naves que vuelan sacando energía de la luz solar, especie de láseres que parecen más bien rayos de luz condensados en grandes espejos, ciudades que se mueven dejando un rastro de destrucción...

Buen cine de aventuras, que fomenta el consumo de palomitas y bebidas gaseosas. No hay que buscar una historia profunda (para eso está Bergman o Lars Von Trier o...) ni dobles sentidos ni secretos dentro de mentiras envueltos en papel maché. No hará trabajar vuestro cerebro a más revoluciones de las especificadas, así que es una buena opción para una tarde aburrida o una velada sin pretensiones. 

Cumple su función de entretenimiento con honestidad, sin querer parecer lo que no es ni prometer más de lo que puede ofrecer. Digna adaptación del personaje, también.

A mí me ha gustado. No maravillado, pero sí gustado.

Podríamos llegar a un seis, para John Carter de la Tierra.

sábado, 18 de agosto de 2012

El temor de un hombre sabio

Hace ya bastante tiempo topé por casualidad con una joya, El nombre del viento. Una novela de fantasía que venía a darle un poco de lustre al género y que reseñé aquí (aunque odie autocitarme). Ahora le toca el turno a la tercera parte, El temor de un hombre sabio



La estructura es la misma que el primer volumen: Kvothe, leyenda viviente, dicta su historia al Cronista. Como en el primer volumen, transcurre un día de tiempo real, pero meses o años en la historia personal. No obstante, podemos distinguir cuatro bloques independientes.

El primero de ellos continua con la vida de Kvothe en la Universidad, sus problemas para obtener dinero, sus veladas en las diferentes posadas en las que toca por las noches. Esta parte mantiene el interés del primer volumen y se adentra más en la historia de los Chandrian, los asesinos de su familia. 

Luego, gracias a un amigo, consigue una invitación de un noble extranjero para pasar a su servicio y conseguir, quizás, un mecenazgo. Asì que abandona la Universidad y nos trasladamos a un nuevo entorno. Es quizá la parte más interesante del libro, porque aprendemos mucho de la sociedad en que se encuentra (especialmente atrayente todo el lío que se traen con los anillos y cómo el material de los que recibes -oro, plata, hierro- dispara la rumorología en la corte). Tenemos una parte de intriga cortesana con conspiración incluida, muy bien llevada, y luego una parte de búsqueda de bandidos en los bosques. también bastante lograda.

Al terminar esta parte, o más bien en medio de la misma, Kvothe pasa un tiempo indeterminado con la bella Felurian, una bellísima fata, o elfa. Esta parte parece de relleno y aburre bastante, siendo el único interés la conversación que Kvothe mantiene con el Chtaeh, un árbol malvado que conoce el futuro y que vierte veneno en el corazón de los hombres. Prescindible y/o demasiado larga.

Luego, Kvothe acompaña a Adem a uno de los compañeros mercenarios con los que persiguió a los bandidos en  el bosque. Menos brillante e interesante que otras, pero se describe la sociedad de los mercenarios adem (recuerdan bastante a los tibetanos), que voluntariamente abandona toda expresividad en el rostro y lo sustituyen por signos hechos con las manos. 

Finalmente, Kvothe vuelve a la Universidad con un cheque en blanco de su contratante, aunque no haya podido conseguir el contrato de mecenazgo. Así que, abandonadas las penurias materiales, se abandona al aprendizaje y a devolver antiguos favores. 

Y a lo largo de todo el libro aparece Denna, siendo ya un poco cansina esa historia de encuentro / desencuentro o amor  / desamor. 

En total, 1190 páginas que dejan una sensación agridulce: continúan tanto una ambientación lograda y detallada (ya he hablado de cómo retrata Rothfuss las diferentes sociedades) como unos personajes, principales y secundarios, atractivos y llenos de matices. Pero tras esa cantidad de tinta y papel, parece que hemos avanzado poco en la historia y da la sensación de que sobran 200 o 300 páginas (parecido a lo que me pasa con Ken Follett, por ejemplo). 

Además que son pocos los pasajes en los que Kvothe se revela como alguien realmente especial, si lo comparamos con su fama desmedida. 

El temor de un hombre sabio es, más que un paso atrás, un estancamiento respecto a El nombre del viento. Aunque su calidad es bastante superior a lo habitual en el género, no logra cumplir las expectativas generadas.

Por todo esto, un siete para Rothfuss y su El temor de un hombre sabio.

viernes, 10 de agosto de 2012

El asombroso Hombre Araña

Estamos ya acostumbrados al reinicio (reboot, que dicen los sajones) de las sagas de superhéroes, así que después de tres películas con Sam Raimi y Toby McGuire, tenemos un nuevo Hombre Araña en la ciudad (Andrew Garfield) y un nuevo director (un tal Marc Webb, que no conozco).

La peli tiene bastantes cosas buenas y alguna que otra cosa mala, pero el resultado es positivo y entretenido para más de dos horas de metraje (las películas son cada vez más un tour de force).



Bueno es el ritmo, trepidante desde el principio. Los tíos de Peter (Martin Sheen y Sally Field). El maluto, el Lagarto (Rhys Ifans, muy bien). Guiños al comic, como los lanzarredes que se fabrica el amigo. Por supuesto, el cameo de Stan Lee, genial, el mejor que recuerdo de las pelis de la Marvel, con mucho humor. La trama no está mal, aunque esté un poquito inflada para poder rellenar el tiempo de la peli (vamos, que le falta un poco de densidad, que es un poco aguachirle). Los problemas de Peter para aceptar su nueva situación sin que se le suba a la cabeza, muy en la línea del comic.

Cosas no tan buenas son las típicas y tópicas escenas de moralina, de lagrimitas y de heroicidades del americano medio (eso de alinear las grúas de carga me parece un poco fantasma, vamos). Un poquito más de suspense con el maluto tampoco estaría mal, se deja ver demasiado pronto. La falta de presencia del Daily Bugle y JJ Jameson...

Y lo peor, de largo, es el prota. No lo veo en el papel, y es que la sombra de Toby McGuire es alargada. Tiene una sonrisa medio lela que no le va bien, tampoco, aunque es quizá más creíble en el papel de adolescente de instituto.

Porque Toby McGuire ES Spider-Man, hay que reconocerlo, como Christopher Reeves es Superman o Christian Bale es Batman. 

En resumen, aunque me entretuve mucho durante la peli y me gustaron muchos de los momentos conflictivos (refiriéndonos al canon de Spider-Man, claro), si la comparo con la primera peli del dúo Raimi - McGuire, el reboot sale perdiendo. No por mucho, pero sí lo suficiente. 

Así que vamos a quedarnos con un siete para El asombroso Hombre Araña

miércoles, 8 de agosto de 2012

Haciendo dinero

Esta sería la traducción literal del último libro del Mundodisco que me he llevado a la boca, Making money. ¿En español? Pues, Dinero a mansalva. Bueno, mejorable quizás...

Como mejorable es también el resultado final. No nos encontramos precisamente ante lo mejor de Pratchett, bajando un poco el nivel a lo que estábamos acostumbrados. Aunque claro, un Pratchett mediocre (para él) es infinitamente mejor que un Corral, un Balder o, sí amigos, un Dan Brown (y he aquí a la Tríada Capitolina de mis pesadillas literarias). 



Una decepción, por tanto, la segunda historia de Húmedo Von Mustachen (Moist Von Lipwig), bastante inferior a la primera (Going Postal - Cartas en el asunto).

En esta ocasión, Húmedo se tiene que encargar del Banco de Ankh-Morpork, del que es gerente (el director es Don Tiquismiquis, un perro) por obra y, sobre todo, gracia, de la anterior dueña y del Patricio. 

Sí, tiene momentos, pero bastante espaciados en el tiempo. Lo que hace que la densidad de humor de este volumen sea bastante menor que la normal en la serie. Si a esto añadimos que los personajes secundarios, excepto Vetinari y el loco-que-quiere-ser-Vetinari (y aún este último es un poquito excesivo) son francamente olvidables, tenemos que las patas sobre las que suele reposar la calidad de un libro de Pratchett están algo quebradas desde el principio.

De acuerdo, tenemos también una generosa ración de crítica social, como es costumbre depositada sin que nos demos cuenta pero que tiene una razón de ser propia en el libro. Y su importancia, dándole a la serie del Mundodisco un valor añadido además de hacerte pasar un buen rato. 

La verdad es que me ha costado mucho leerlo, también porque ha coincidido una época en la que estuve bastante liado de curro y con muchos viajes y estancias fuera de casa. Lo que, bien pensado, tampoco dice mucho en su favor, porque en bastantes ocasiones preferí cerrar los ojos y dormir antes que leer diez o veinte páginas para relajarme. 

Lo dicho, vamos a darle un seis, porque esperaba mucho más de él.

jueves, 2 de agosto de 2012

Anglocentrismo

Continuando con noticias de rabiosa actualidad, he caído en la cuenta de que no he comentado nada sobre la ceremonia de apertura de los JJOO de Londres, en este Año del Señor de 2012.

Me ha encantado.

Así, sin más y sin anestesia. A pesar de que la hayan organizado unos perros sajones y herejes, piratas y ladrones que llevan tocándonos las narices cerca de quinientos años. 

Nos sentamos toda la familia delante del televisor (nada difícil, siendo tres personas...) el pasado viernes día 27, a eso de las diez de la noche. Yo estaba dispuesto a criticar todo lo criticable... y resulta que critiqué más la retransmisión de las locutoras de RTVE que la puesta en escena. 

Hay que reconocer que estos señores saben hacer bien las cosas y que las casi dos horas que duró la ceremonia supieron mantener el interés.

Comenzando por ese recorrido por el Támesis a vista de pájaro. Parece mentira que un riachuelo apestoso se convierta en el icono de Inglaterra y de las series de humor inglesas de los años 80... 

La puesta en escena en el estadio también fue espectacular, con la representación bucólica de la campiña inglesa. Pero lo mejor llega con Kenneth Branagh y la revolución industrial. Cómo hicieron cambiar el panorama en un pis pas, bajo la atenta mirada de Ken, vestido de época y con un enorme puro en la boca y una expresión maquiavélica en el rostro mientras sindicatos y sufragistas trataban de hacer valer sus derechos.

El tema de los cuentos y del recorrido por la música me gustó algo menos, también porque empezábabamos a estar un poco cansados. Y el desfile de las 204 delegaciones fue un poco pesado, o más bien bastante pesado.

Pero la cosa remontó con el amigo Beckham, los siete chavales que portaron las últimas antorchas, el homenaje a los campeones olímpicos (estos británicos sí que saben cuidara sus héroes) y el detalle simbólico de los 204 fuegos uniéndose en el pebetero.

Para el final dejo la coña de Rowan Atkinson. Me reí bastante, la verdad, aunque no fuera excesivamente original. Pero sí muy bien traído con el asunto de los Juegos, que dicen que se celebran en Londres por estas fechas...

En resumen, un espectáculo televisivo de primera, con la dirección de Danny Boyle y la presencia de innumerables iconos de la cultura británica (y mundial): Rowan Atkinson, James Bond, Mike Oldfield, JK Rowling, Paul McCartney...

La crítica que más he oido es que la ceremonia fue demasiado anglocentrista. Que parecía una ceremonia diseñada para loar las virtudes de la pérfida Britannia. Puede que un poquito sí, pero solo ellos son capaces de hacerlo de tal forma que parezca que están homenajeando a la Historia del mundo en los últimos doscientos años. 

No tienen la culpa de haber sido parte fundamental de esa Historia, y de que muchos de los logros que ahora mismo podemos disfrutar, han tenido sus inicios en las Islas Británicas.

De lo que nosotros tenemos la culpa es de no tener su mismo orgullo y de hacer las cosas sin temor al qué diran. Aldeanos que somos... Hay veces que me gustaría haber nacido en Inglaterra.

Pero pronto se me pasa, ¿eh?