sábado, 23 de noviembre de 2013

Cincuenta años del nacimiento de un mito

Ayer se cumplieron cincuenta años desde que el entonces presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, fue asesinado en Dallas por Lee Harvey Oswald, un oscuro simpatizante comunista que consiguió su momento de gloria antes de, a su vez, caer abatido por Jack Ruby, un no menos oscuro hampón que se tomó la justicia por su mano.

O al menos eso dice la versión oficial, de la mano del estudio de la Comisión Warren. 

Pero hoy no me interesa hablar de teorías oficiales ni de conspiranoica, sino de cómo la muerte de una persona, en determinadas circunstancias, es el paso previo a su conversión en mito social. 

Ha ocurrido antes y volverá a ocurrir en el futuro: John Lennon, Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Jim Morrison, James Dean... John Fitzgerald Kennedy... generalmente gente joven que muere de forma inesperada y/o en la cúspide de su poder. 

Allá por 1963 Kennedy había prometido poner un hombre en la Luna antes de finalizar la década, había pronunciado un sonado discurso en Berlín (Ich bin ein Berliner, dijo), la había cagado en Bahía de Cochinos, había resuelto con firmeza la crisis de los misiles de Cuba, se ponía del lado de los afroamericanos en la lucha por los derechos civiles y comenzaba a dar importancia al conflicto en Vietnam. Además, había comenzado la frenética carrera para la reelección, no hay que olvidarlo. 

Aquellas balas en Dallas cortaron de raíz esta posibilidad para el presidente más joven de la historia de los Estados Unidos y el primero católico. Los americanos se despertaron de lo que había parecido un cuento de hadas que había durado tres años, desde que Kennedy venciera a Trick Dick Nixon en las elecciones de 1960, por un escasísimo margen. 

¿A dónde quiero ir a parar? Pues a que toda esta vorágine de sorpresa y estupefacción llevó probablemente a idealizar lo que se había conseguido en esos tres años, tendiendo a olvidar los detalles más escabrosos de su personalidad (probable adicción al sexo, relaciones con la mafia, vida familiar cuestionable...) y a sustituirlos por una crónica edulcorada que sirve para vender una imagen prefabricada al americano de a pie. 

Con la perspectiva que da la distancia temporal, la figura de Kennedy se ve más completa, con sus luces, sus sombras y sus contraluces, que de todo hubo, sin duda.





domingo, 17 de noviembre de 2013

Heimdall sigue siendo negro

El pasado fin de semana vi Thor 2: El mundo oscuro en el cine. Ya he comentado que Thor es uno de mis personajes favoritos de la Marvel y además la primera película me gustó bastante, no sé si por ser Kenneth Brannagh el director o porque iba predispuesto a ello, a pesar de algunos detalles. Y sí, también por ese Loki que por momentos se hace el dueño de la escena. 


Así que no tuve dudas en pasar por caja a ver esta segunda parte, con el añadido de que aperece Malekith, uno de los malutos más carismáticos de la serie de comics.




¿El argumento? Hace eones, el elfo oscuro Malekith estuvo a punto de destruir los nueve mundos al utilizar un arma (el éter, no se han roto la cabeza con el nombre) para destruir la luz. El padre de Odín los derrotó, pero no destruyó el éter, sino que lo enterró (¡qué tontería, por dios!). 

Muchos años después, la novieta de Thor lo encuentra por casualidad (¡cómo, si no!) y el éter se funde con ella. 

Ya tenemos el cóctel necesario para involucrar a nuestro dios nórdico favorito que, cómo no, acudirá a la llamada del honor y la gloria, para enfrentarse en una lucha sin esperanza a Malekith, con la única ayuda de Loki (vaya, ¿quién lo diría?).

El dios de las mentiras, Loki, maneja a los mortales a su antojo


A partir de ahí, frenéticos movimientos de cámara tan de moda en el cine de hoy en día, hacen prácticamente imposible seguir la acción. Y hay una poca de acción, todo hay que decirlo.

Los elfos oscuros han defraudado. Son bastante curiosos en la caracterización, y tienen armas láser y naves espaciales. Los supervivientes de la guerra con el padre de Odín se encuentran en animación suspedida y... pero, ¡espera! ¿estamos hablando de Thor o de una peli de cifi? Y es que, en esta segunda entrega, se hace mayor hincapié si cabe en la idea de que los dioses nórdicos no son tales, sino una raza alienígena con avanzados conocimientos indistinguibles de la magia (hala, cita de Arthur C. Clarke sin citarlo). 

No estoy muy seguro de que esto me guste demasiado.

En cuanto a los personajes, Thor está en la línea que ya le conocíamos y Loki se confirma como todo un descubrimiento. En esta ocasión a Odín le toca el momento de ser vengativo, colérico y poco dado al sentimentalismo. Y la doctora Jane Foster hace poco más que ser el receptáculo del éter y ponerle ojitos al rubio musculoso que tiene al lado. Los secundarios, graciosos y poco más, dando un contrapunto cómico que, bueno... tiene un resultado discutible.

La dama Sif


¿Y Heimdall?, negro como un tizón, por supuesto.

Decepcionado estoy. Tanto que le doy un seis raspado, casi dos puntos por debajo de la votación popular en imdb.


domingo, 3 de noviembre de 2013

Reinos Olvidados - Trilogía del Imperio

Los Reinos Olvidados son una de las ambientaciones del D&D, quizá la más popular (aunque de eso ya habrá tiempo para hablar) y, como no podìa ser de otra forma, pasó los límites del juego de rol para convertirse en franquicia literaria.

Lo que no tiene por qué ser necesariamente bueno, ni malo ya que estamos. Aunque por experiencia suele haber más de lo último que de lo primero, con algunos libros bastante infumables y con graves errores de traducción (por ejemplo la serie de Avatar). 

Imperio es una trilogía compuesta por Los señores de la estepa, de David Cook, La muralla del dragón, de Troy Denning y Cruzada, de James Lowder, los tres publicados a mediados de los noventa del siglo pasado por Timun Mas (o Timan Más, si queréis) y que son una adaptación de las invasiones mongolas al universo de los Reinos Olvidados. 

O sea, tenemos tres libros y tres autores. No sé si esto es una buena idea, pero tampoco soy lo que se dice un experto en historias franquiciadas. No obstante, se nota que han intentado minimizar los riesgos: los tres libros tienen un enfoque distinto y unos personajes protagonistas también distintos, así que no tienen demasiada influencia entre ellos.

De todos, el más interesante es sin duda el primero, Los señores de la estepa. Una historia de los mongoles y sus extrañas costumbres vistos a través de los ojos de un lama tibetano, Koja de los khazaris, que se convierte en anda (algo así como hermano) de Yamun Kahan, unificador de las tribus teiganas y autoproclamado emperador de todos los pueblos. Está bien estructurado y muestra las diferencias de pensamiento y obra de este pueblo nómada que acaba de darse cuenta de su poder gracias a un líder carismático. Una dosis adecuada de intriga y acción hacen del libro un cóctel interesante para los que conocemos el percal de los Reinos. Un seis con perspectiva positiva.



La muralla del dragón nos ofrece un cambio de perspectiva en el que seguiremos la historia a ojos de los chinos. Me gustó bastante menos que el primero, entre otras cosas porque hay una concepción más maniquea de la historia: los buenos son honorables, los malos son muy malos y de oscuros propósitos. Posee también algunos de los ingredientes que más me cargan en las historias de fantasía: una mujer de apariencia frágil pero que en realidad resulta ser una ninja experimentada (porque yo lo valgo) y unos niños que hablan y actúan de una forma muy poco infantil (como los cargantes niños de Parque Jurásico, por ejemplo). La historia va avanzando, pero el interés decae. Un cuatro y gracias.



El último volumen, Cruzada, remonta un poco, pero no mucho. El protagonista es Azoun IV de Cormyr, liderando una coalición de humanos, enanos y orcos que tratará de detener a la horda teigana. Buena parte del libro discute las propias motivaciones de Azoun y sus dudas al liderar la Cruzada. Añadimos también un conflicto paternofilial con la princes Alusair, todavía no sé muy bien por qué, resuelto de una forma bastante precipitada. Y, cómo no, aderecemos el asunto con ideas derivadas del propio juego de rol, del alineamiento de los personajes, en este caso un Legal Bueno como Azoun que se reconcome por dentro por mentir y por dirigir ejércitos en batallas en las que, sin duda, morirá gente. Vamos, de lo más creíble todo. Para este va un cinco peladito, más que nada porque me gusta esa sensación de desesperación al enfrentarse con un enemigo superior. Cruzada es también el volumen en el que la magia está más presente (a pesar de un Vangerdahast, mago mayor del reino, que en ocasiones resulta patético).



Es una serie dirigida a fanáticos de los Reinos o del juego de rol. Necesitaba un poco de lectura ligera antes de dirigirme a nuevos pastos, pero solo salvaría claramente al primer volumen.