sábado, 6 de marzo de 2010

Isaac Asimov

El gran Asimov. Uno de los "tres grandes", con Robert Heinlein y Arthur C. Clarke.
Prolífico autor de ciencia ficción y ensayo, estoy retomándolo. Tras mis inicios en la lectura, principalmente con Julio Verne, descubrí a este hombre de grandes patillas y gafas de pasta. Leí bastantes libros, principalmente novela y relatos, y siempre me lo pasé bien. Hasta que al llegar a los veinte años, más o menos, mis gustos fueron por otros derroteros.
Pero nunca olvidé. La Serie de la Fundación (las tres primeras, las otras dos son prescindibles), Susan Calvin, Powell y Donovan, Lucky Starr, R.Daneel Olivaw, Elijah Bailey... los relatos de robots, El niño feo, Anochecer... Tocó también la novela de investigación, los whodunit clásicos: Asesinato en la convención, Los viudos negros...
Y tenía una impresionante lista de artículos de divulgación histórica, física, química, astrofísica... Ahí se nota que era doctor y profesor de Universidad. Se nota que disfrutaba enseñando, y a mí me encanta la forma que tiene de aproximarse al problema, desde lo más sencillo a lo más complejo.
Su personalidad  era peculiar: adicto al trabajo y agorafóbico. Además, su coeficiente intelectual era asombrosamente alto, siendo miembro de Mensa, asociación de superdotados a nivel mundial.
Aunque seguramente su calidad literaria hiciera que no pudiera acceder al Parnaso a no ser que utilizara la puerta de servicio, sus historias son consistentes y con un gusto a la ci-fi clásica que le da un cierto romanticismo literario. Quizá su punto débil sea que sus personajes son demasiado planos en ocasiones, arquetipos. No obstante, se le puede perdonar, pues cuidaba los detalles científicos de forma que no rechinaran.
Inventó la palabra robótica y sus tres leyes, en sus relatos de clásicos de robots.

1. Un robot no puede dañar a un ser humano ni, por su inacción, permitir que sufra daño.
2. Un robot debe obedecer siempre a un ser humano, a no ser que la orden entre en conflicto con la primera ley.
3. Un robot debe preservar su existencia, a no ser que entre en conflicto con la primera y segunda ley.

Posteriormente desarrolló una ley 0, en los prescindibles dos últimos libres de la Serie de la Fundación: Un robot no puede dañar a la Humanidad ni, por su inacción, permitir que sufra daño.
En sus relatos Asimov jugaba con maestría con los efectos de las leyes de la robótica en sus robots. Intentando siempre terminar el cuento con una pirueta que no siempre era brillante, aunque sí resultona.

Murió en 1992 tras contraer el SIDA por una transfusión recibida durante una operación coronaria. Este dato se hizo público 10 años después, debido a las connotaciones negativas que el SIDA tenía en la sociedad.

Recomiendo su obra. Una vez fui un apasionado, hoy saboreo con más calma sus historias y continúo disfrutando.