domingo, 27 de octubre de 2013

Tardes de dibus II

Vamos pues con la segunda parte de estos recuerdos televisivos que tanto revuelo han levantado en el ciberespacio. 

Ulises va volando por las galaxias, más veloz que una estrella fugaz... así empieza Ulises 31, una serie  de la que no me perdía un capítulo hace ya más de 30 años. Su hijo Telémaco, el pequeño roboto Nono... una serie que mezclaba la ciencia ficción con los mitos clásicos de la Odisea. Todavía la recuerdo con mucho cariño.




También francesa, como la anterior, Erase una vez el hombre unía unos dibujos y unas historias que enganchaban a los niños con el afán de educar de una forma amena. Repasaba los mejores momentos de la Historia, desde la creación del mundo hasta nuestros días. A partir de aquí, otras series como Erase una vez el espacio o Erase una vez la vida, tuvieron progresivamente menos interés. Vemos que el amigo Jean Chalopin se hizo de oro con los niños españoles de mediados de los ochenta.


Otra serie francesa, Inspector Gadget, que estaba bastante bien. La venían mis padres conmigo, y también se echaban una risas con el inspector. Si no fuera por su sobrina Sophie y el perro Sultán, otro gallo hubiera cantado. La intro en francés, como la ponían en la tele.



Otra serie francesa más, Los diminutos. En esta ocasión se trata de una especie de roedores antropomorfos, de una cuarta de altura más o menos, y que viven con nosotros escondidos de nuestra vista. 


Pero también en España se hicieron buenas series de dibujos animados, principalmente gracias a BRB. Una de ellas adaptó nuestro clásico El Quijote, con la voz de Fernando Fernán Gómez y la canción del grupo Botones.


Otra adaptación fue La vuelta al mundo de Willi Fogg, del clásico de Verne La vuelta al mundo en ochenta días, en la que los personajes eran animales. El personaje de Tico, huelga decirlo, es propio de la serie de animación y hablaba con un acento muy andaluz. Aquí tampoco repararon en gastos, porque la canción de inicio corrió a cargo de Mocedades. ¡Vamos, Bully!


¿Y qué me decis de Los mosqueperros? D´Artacán, Amis, Pontos y Dogos, el cardenal, Planchet, Milady... Todos perros. ¡Eran uno, dos y tres, los famosos mosqueperros...!



El despertar de la conciencia ecológica llevó a nuestras pantallas al pequeño y carismático David el Gnomo y a su esposa, Lisa. Curiosamente esta serie fue censurada en los Estados Unidos de América: parece ser que para su mente luterana era excesivo ver a una madre amamantando a sus pequeñuelos. Curioso, en una época en la que proliferaban las pelis de Charles Bronson o Chuck Norris. ¡Soy veces más fuerte que tú, muy veloz y siempre estoy de buen humor!




¡Ahhh! Los pitufos, Gargamel, Azrael... han merecido una adaptación de Hollywood después de muchos años, pero en la vieja Europa hace décadas que sabemos de ellos.



Llegamos ahora a un mundo fantástico, lleno de seres extraños. Dragones y mazmorras (Calabozos y dragones en América) adaptación estadounidense de mi querido D&D. Supongo que fue una de las razones por las que todavía hoy leo fantasía y juego al rol cuando puedo, que siempre es menos de lo que quisiera. 



¿Qué podemos decir de robots que se transforman en aviones, coches, camiones? Mola, ¿no? Optimus Prime, Megatrón y los demás luchan por la energía que les permitirá seguir con vida. Transformers, ahora una saga de cine de acción con mujeres cañon



O estos felinos a modo de superhéroes en una suerte de mundo de fantasía épica, los Thundercats siguiendo a su líder Leon-o en una lucha de la que recuerdo más bien poco aparte de esa espada que se va haciendo cada vez más grande: ¡Thunder! ¡Thunder! ¡Thundercats!



En plena preadolescencia, calculo que con doce o trece años, no me perdía un capítulo de Sherlock Holmes de Miyazaki. Una de las mejores adaptaciones del personaje, incluyendo aquí películas y series de televisión con actores reales. Si no recuerdo mal la echaban los viernes por la tarde y era el preludio de un largo fin de semana. ¡Es un detective de lo más singular, sigue cualquier pista hasta dar en el clavo!




Aún más mayor, ya por el COU, no me perdía tampoco un capítulo de Campeones, Oliver & Benji. Echando la vista atrás, era un poco fantasma la serie. Eso de que la portería salía por debajo de la línea del horizonte o que el balón se transformaba en elipsoide cuando le pegaban un patadón... pero Oliver Aton, Benjamin Price, Mark Lenders, Ed Warner, Clifford Yuma, los gemelos Derrick, quedan también en la memoria. 



De la misma época, Los caballeros del zodíaco. Otra serie que no me perdía. Un poco sangrienta, eso sí, y cierta definición sexual en algunos de sus personajes (¿verdad, caballero de Andrómeda?). Comenzó a emitirse los domingos por la mañana y luego se convirtió en serie de diario. Estaba dividida en sagas, en una de las cuales incluso se enfrentaban a caballeros nórdicos. 



Y aunque no se tratan de dibujos, Los Aurones también ocuparon un hueco de la parrilla televisiva. Un poco cutres para mi gusto, pero Gallofa tenía momentos de risa. Producción nacional.




El creador de Los Teleñecos nos sorprendió con Fraggel Rock, los goris, los fraggel, los curris, el tío Matt el viajero, el perro Sprocket...






Bueno, hemos hecho un repaso de nuestra niñez. No puedo evitar sentir nostalgia de aquellos tiempos. Las notas de estas intros despiertan recuerdos imborrables y, por qué no, las ganas de volver a ver aquellas series que me hicieron soñar de niño.










domingo, 20 de octubre de 2013

Tardes de dibus I

Uno ya tiene cuarenta años y su memoria cubre unas cuantas décadas. Los más jóvenes no recordarán que, durante muchos años, después del telediario de fin de semana y antes de la película, ponían en la tele algunas de las series de dibujos animados que marcaron nuestra infancia. También los domingos, más tarde, a eso de las seis o las siete, había alguna serie que otra.

Tiro de memoria en un ejercicio de nostalgia, que no pretende ser más que eso: recordar aquellas series que durante años me tuvieron pegado al televisor y con las que luego jugaba, imaginando que era uno de los personajes. 

Empezando por Marco y su mono Amedio, que ponían cuando yo tenía tres o cuatro años. Su historia, ya conocida: sale de Génova para buscar a su mamá, que se había ido a la Argentina.



Otro clásico de la animación japonesa fue Heidi, con el abuelo, Pedro, Clara y Niebla. Libertad sin límites en los Alpes suizos. ¡Qué miedo de la Rotenmeyer!. Por cierto, unos frikis han calculado la longitud del columpio, basándose en el período de oscilación.



Otro clásico, esta vez gracias a Parchis ya que no me acuerdo de mucho, es Comando G, en su Ave Fénix. El diseño del robot es sospechosamente parecido a R2D2, pero cuidado, que es cinco años anterior al del amigo Lucas.



Más ciencia ficción. Otro clásico es Mazinger-Z, el gigantesco robot pilotado por Koji Kabuto, que luchaba contra los monstruos que un par de malutos, el Dr. Hell y el barón Ashura. Luego de muchos años la volvieron a echar a diario por las mañanas y la veia antes de ir a la Escuela de Ingenieros. Craso error, porque se cayó un mito de mi infancia. Aún así, las órdenes a viva voz de puños fuera y fuego de pecho no se pueden borrar de la memoria.




Vamos ahora con una serie española, Ruy el pequeño Cid (gracias, BRB) que se centraba en los años de infancia de un Rodrigo Díaz, Ruy, que ya apuntaba maneras de héroe. Aparecen también su primo Álvar (¿quizá el que fue su lugarteniente, Álvar Fáñez, Minaya) y Jimena. De pequeño tuve un castillo de cartón y una figuras troqueladas que se sostenían sobre una base de plástico. Con ellas podías soñar que eras un caballero medieval. 





¿Qué me decís del pequeño Vickie el vikingo? Esta serie sí que sigue vigente (de hecho están poniendo una adaptación 3D actualizada y hasta dos películas de acción real). El ingenio del pequeño vikingo, en contraste con la torpeza del padre, saca a sus compañeros de cualquier situación problemática. Los habitantes de Flak, el padre Alvar, la madre de la que no recuerdo el nombre, la pequeña Ylvi, los vikingos Snorre, Tejure, Fax, Urobe, Gorm (¡estoy entusiasma-do!), el bardo... Compartía país de origen (Alemania) y voces de doblaje con la siguiente:




La abeja Maya, dulce abeja Maya, que viajaba con su amigo Willie mientras descubría ese mundo de color del que hablaba la canción. El saltamontes Flip, la mosca Puc (con grandes gafas negras que ocultaban sus ojillos miopes), la malvada araña Tecla y su acordeón, la señorita Casandra... Otra serie que no me canso de ver, ni siquiera ahora (también hay adaptación 3D)



¡Buf! Esto va a ser mucho más largo de lo que había pensado. Todavía quedan muchas series que recuerdo con cariño y que me gustaría volver a ver, así que creo que voy a tener que dejar una segunda parte (al menos) para otro día.



domingo, 13 de octubre de 2013

El primer boy scout

La película del Capitán América no está del todo mal. Incluso ha llegado a interesarme cuando el personaje en sí no es precisamente santo de mi devoción. 

Pero es necesaria para ir asentando los pilares que llevaron a Los Vengadores, y necesaria para que el resto del mundo conozca un poco mejor a un personaje tan icónico como el capi.



Todo comienza en los años cuarenta del siglo pasado, cuando un Steve Rogers bastante escuchimizado, pero con un corazón que no le cabe en el pecho, trata una y otra vez ser aceptado en el ejército para volar a Europa a ganar la guerra. Es entonces cuando se cruza en su camino la oportunidad de su vida, en la forma de científico desarrollador de un suero experimental que lleva más allá de sus límites al organismo humano. Steve va pasando una tras otra las etapas de entrenamiento que van eliminando candidatos, hasta que es finalmente elegido.

El suero funciona, sí. Rogers se convierte en un mazas anglosajón y blanco (y probablemente protestante). Pero lo bueno de este chico de Brooklyn es que, además de físico, tiene lo que hay que tener dentro de la cabeza para convertirse en un héroe. 

Por eso no se encuentra a gusto con el papel que le hacen representar, un espectáculo de vodevil en busca de que el americano medio compre bonos de guerra con la que financiar la lucha contra el nazismo. Él estaría mejor en la primera línea del frente, haciendo lo que mejor sabe hacer.

Su oportunidad llegará, pero en lugar de la Alemania nazi, luchará contra un enemigo aún más peligroso: la organización Hydra, regida por el lunático Johann Schmidt (Hugo Weaving), más conocido como Cráneo Rojo.

La historia progresa como viene siendo habitual, en medio de climax pirotécnicos y diálogos pretendidamente inspiradores, hasta llegar a su final, probablemente demasiado frío (dicho sea en todos los sentidos). Después de todo lo que Rogers es capaz de pasar, y a pesar de que se le intenta dar una nota transcendental al asunto, se queda todo como un poco ni chicha ni limoná. Es difícil de creer que no haya otra opción más que la que finalmente se ven obligados a tomar. 

Pero, insisto, con todos sus defectos, es una peli entretenida, con uno de los malos más malos y carismáticos de las pelis de superhéroes (a su lado, el Victor von Muerte de Los 4 F no es más que un maluto de opereta). Da mucho juego y podría dar aún más, si los guionistas son espabilados (en Marvel, las resurreciones están al orden del día...).

Además de Priscilla - Hugo, tenemos a Tomy Lee Jones como el coronel Phillips, pero aquí no le veo yo tanta gracia al papel. Vamos, que me da un poco igual. 

La chica (siempre tiene que haber una en una peli de la SGM) es Peggy Carter (Hayley Atwell, a quien hemos visto en Los Pilares de la Tierra), y es poco más que el contrapunto femenino de Rogers, muy liberal ella, eso sí. Muy políticamente incorrecta.

Resumiendo, Chris Evans está mucho mejor aquí que en Los 4 F y su cara de niño bueno es perfecta para el espíritu encarnado de América. Y Hugo Weaving, a.k.a. agente Smith, a.k.a. Priscilla, a.k.a. Elrond, mola como maloso. 

Un poco difícil tomárselo en serio, ¿no?


Yo le daría un ocho bajo, aunque doscientos cincuenta mil votantes de imdb no llegan al siete. 

Algún día tendré que hacer un repaso de las pelis de superhéroes, pero las hay bastante peores. Capitán América, el primer vengador, estaría con tranquilidad en la zona templada.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Persistir o abandonar

Estaba hoy hablando con mi buen amigo Grimnebulin, cuando tocamos un tema que me hizo reflexionar: ¿qué hacer cuando estás leyendo un libro infumable o, en el mejor de los casos, que no cumple las expectativas creadas y que se está haciendo más difícil de lo que pensaba? ¿Debemos abandonarlo y a otra cosa mariposa? ¿O continuar contra viento y marea hasta pasar la última página?

Lo confieso: yo no soy de abandonar. Sigo pasando páginas, a veces de forma mecánica, hasta que llega el tan esperado FIN. 

¿Por qué? No lo sé con exactitud. La causa más probable es mi cabezonería. Termino el libro porque así puedo criticarlo con conocimiento de causa. Además, ¿quién sabe? Quizá en la última página y media tenemos el giro argumental perfecto que hace que la novela o el relato se convierta en una obra maestra.

Luego no dejo de lamentarlo. No he disfrutado de la historia. No recuerdo apenas nada de la trama argumental, no hay poso. Y no dejo de pensar que ahí fuera hay decenas, cientos de libros mucho más interesantes que merecen leerlos una y mil veces. Y me descubro haciendo un rápido cálculo mental para descubrir que me faltarán años de vida en los que leer aquellos libros que quiero. Así que volvemos al círculo vicioso de las lamentaciones.

Por eso me leí la obra de Artur Balder, de Dan Brown o de José Luis Corral, mis archienemigos literarios. O por eso leí Crimen y castigo o la serie de La Rueda del Tiempo de Robert Jordan (otra sensación de tiempo perdida, en la que apenas pasa gran cosa después de una cantidad ingente de páginas pasadas).

Y lo que digo es extrapolable a otros campos, como las series de televisión. Nunca me alegraré tanto de haber abandonado Perdidos en la segunda temporada.

No me atrevo a decir cuál es la mejor decisión. Supongo que cada cual tiene el sentimiento y los elementos de juicio necesarios para ver qué hacer. 

Lo que no hay que olvidar es que los granos de arena no dejan de caer...



Por cierto, esta entrada hace el número 250 del blog. Un número significativo...

domingo, 6 de octubre de 2013

Homeland (T2)

Hace menos de un mes que dejaba al sargento Brody después del vibrante último capítulo de la primera temporada de esta serie, tan entusiasmado como se ha podido ver en la entrada correspondiente. Es una pena que no se pueda comentar gran cosa de la historia sin destriparla, tal es el número de sorpresas que veremos, así que esta vez seré más breve que de costumbre.

Tan entusiasmado estaba que me he calzado la segunda temporada en un tiempo récord. Los últimos cuatro capítulos durante un fin de semana. 

Hay que decir que la serie mantiene el nivel de la primera temporada. Es más, diría que va ascendiendo poco a poco, metiéndote cada vez más en una trama que no deja de complicarse (aunque algunas subtramas no aporten demasiado a la historia principal, sino que sirven más bien para darle volumen a los personajes principales).

Todo hasta que llega el último capítulo de la temporada. Un capítulo que comienza de lo más ñoño y que parece que va a ser poco más que un entretenimiento a la espera de la tercera temporada, pero que de repente sube varios grados en la escala sísmica, dejando al espectador clavado a la silla, con cara de tonto y pensando cómo no lo ha visto venir. 

De hecho, la escena final es impresionante, no por su espectacularidad, sino por todo lo contrario. 

Respecto a los personajes principales, sigo sin poder tragar a Carrie (Claire Daines). Cuando comienza a berrear de un modo histérico y abre los ojos que parece que se le van a salir de las órbitas, no puedo con ella. Lo siento por la actriz, pero no entiendo cómo se puede llevar Emmy tras Emmy. 

En cuanto a los demás, me gusta el protagonismo que está tomando Saúl Berenson, no solo por ser un personaje con el que se empatiza con facilidad, sino porque tengo debilidad por Mandy Patinkin desde que hizo de Íñigo Montoya. Ardo en deseos de ver lo que le depara la tercera temporada.

Supongo que tardaré bastante en reseñarla por aquí, porque la política de emisión de series que está de moda en la televisión hace imposible al españolito medio seguirlas. A ver quién es el guapo que se queda hasta la una de la madrugada o más, para tragarse dos o tres capítulos de su serie favorita. Yo prefiero que se emita por completo y luego verla con calma, o no, a mi ritmo. 

Homeland sigue siendo una serie absolutamente recomendable tras su segunda temporada, manteniendo la alta nota de la primera. 

Por cierto, hay que ver la de vueltas que llega a dar una tarjeta de memoria, ¿no?