domingo, 26 de febrero de 2017

Snow Crash

A mediados de la década de los ochenta del siglo pasado, William Gibson revolucionó el mundo de la ciencia ficción con Neuromante, la novela que se considera el inicio del movimiento ciberpunk y que sentó sus bases canónicas: ambientes opresivos, decadencia de los gobiernos tradicionales, grandes corporaciones que los sustituyen, redes globales de comunicación, piratas y contrabandistas de información, admiración por la cultura oriental...

Aquí está, Héroe Protagonista


A principios de los años noventa, Neal Stephenson escribió Snow Crash, que puede considerarse integrante de esta corriente ciberpunk y que incluye muchos, o casi todos, de los clichés comentados. 

Hiro Protagonist (sí, se rompió la cabeza con el nombre.. al hilo del farero Batis Cafó del amigo Piñol) es un repartidor de pizza para la compañía Cosa Nostra (literal, por supuesto... la mafia ahora vende la masa) que pierde su trabajo por una entrega fallida. Durante una de sus visitas a un garito del Metaverso (el megamundo virtual), entra en contacto con un nuevo virus que tiene la facultad de fundir las mentes de los hackers cuyos avatares se ven expuestos a él. Literalmente, el cerebro se "cuelga" y no puede "reiniciarse". El virus se llama Snow Crash y da título a la novela. 

La chica

A partir de ahí asistimos a una serie de sucesos que acercan a Hiro y a T.A. (una repartidora freelance) a descubrir quién y por qué está pasando un virus tan letal por el Metaverso. Irán de facción en facción y se enfrentarán a un malote que da mucho miedo, más que nada porque lleva una ojiva nuclear a la espalda: un tal Raven, de etnia inuit, pero que da mucho miedo (no sé si ya lo he dicho). 

El malote

Pues eso, mucho cliché y poca chicha. La acción pretende ser trepidante en algunos pasajes, pero los personajes no llegan, no son capaces de transmitir y me pasé bastantes páginas leyendo con el piloto automático puesto. Hasta el final es bastante ni fú ni fá. 


El autor. Mola el look.

Así que no puedo recomendarla ni tampoco aprobarla. Un suspenso para Snow Crash. A pesar de que ganara el Ignotus un año antes que La estación de la calle Perdido, de China Miéville (y otra novela que se me hizo bastante dura de leer).

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