domingo, 24 de mayo de 2015

Frikirracismo

Hace muchos, muchos años, en una galaxia muy lejana, me han calificado como friki. Una etiqueta que llevo, cómo no, con orgullo. No en vano soy jugador de rol, leo comics, ciencia ficción, fantasía... Lo que podríamos decir un friki clásico, de Asimov y de Tolkien, pero sin grandes estridencias. 

Sarah Kerrigan, un mal bicho


No soy de los que va disfrazado a convenciones, ni llevo distintivos reconocibles en las solapas ni nada de eso. Soy un friki de incógnito al que solo se reconoce cuando hablas más de un cuarto de hora conmigo.

Tipos de frikis hay muchos. Aún si nos salimos de los campos tradicionales del frikismo y nos acercamos a terrenos más habituales como el mundo del motor, la informática, la fotografía... O los deportes... O los sellos... Los viajes...

No sé quien eres, pero la armadura está currada

Hay un friki para cada cosa, como ves. 

Pero yo tengo una teoría: el frikirracismo existe. Dicho de otro modo, el objeto u objetos de mi frikismo es totalmente respetable. El de los demás, es ridículo. Y claro, si es ridículo es lícito reirte de él. O sea, que estamos ante un reflejo de lo que ocurre en el llamado "mundo real".

A mí no se me ocurriría ir a una convencíón disfrazado , ni se me ocurriría ir a un partido de baloncesto con la cara pintada con los colores de mi equipo. No porque esas cosas sean malas o ridículas per se, sino porque no me sale hacerlo. En cambio, sí compraré compulsivamente manuales de D&D aunque haga años que no tiro los dados, o seguiré comprando juegos de ordenador que luego pasan años sin siquiera salir de su bolsita de plástico. 


No te olvides de la toalla



Bien mirado, una cosa es tan ridícula como la otra. Aunque, como todo en la vida, es cuestión de perspectiva, del punto de vista desde el cual observas a ti y a los demás. 

Quizá esa conciencia de que todos somos diferentes e igualmente risibles nos ayude a ser más comprensivos en algunas facetas de la vida adulta, aunque algunos no hayamos llegado a ella.


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