martes, 25 de octubre de 2011

El último querusco

El último querusco, de Artur Balder (a pesar del nombre es español), es el primer tomo de la tetralogía de Teutoburgo, aunque solo se han publicado tres volúmenes y parece que la aparición del cuarto va para largo por alguna cuestión legal entre autor y editores, o al menos eso he querido entender.

El marco histórico se encuentra en la invasión de Germania por Druso, hijastro de Augusto y padre de Germánico y de Claudio, desde el punto de vista de los germanos. El personaje central de la tetralogía es Armin - Arminius - Herrmann, famoso caudillo que derrotó a Varo en la batalla del bosque de Teutoburgo en el año 9 de nuestra era y que marcó el fin del intento de Roma por apoderarse de la región. No en vano, la batalla ha sido objeto de numerosos estudios que coinciden en otorgarle un papel decisivo en la Historia de la Humanidad o, al menos, de Occidente.

Como mi interés por la Historia de Roma es bastante importante, no he podido sino empezar la lectura de la hasta ahora trilogía.

Decepción es la palabra. 

Un estilo rebuscado, excesivamente prolijo y en ocasiones pedante, haciendo uso de un vocabulario bastante poco habitual y que no parece sino destinado a mostrar los ingentes conocimientos del escritor (utilizar crúor por sangre es una muestra bastante demostrativa de lo que trato de decir). El texto está trufado de vocablos latinos y germano antiguo que se explican en un extenso glosario en la parte final, pero supone un esfuerzo para el lector. Creo que este uso es también una demostración de la impresionante capacidad de documentación del autor. 

Sin embargo, comete errores garrafales que no son perdonables en una novela pretendidamente histórica. El error más evidente e incomprensible es relatar cómo era el Anfiteatro Flavio (el Coliseo, vamos), más de ochenta años antes de su construcción real. Tan evidente es el fallo que incluso he dudado de mi conocimiento, pero son dos veces las que aparece y ya son demasiadas. 

Al lado de esto, el que utilice las divisones clásicas de los legionarios en velites, hastati o triarii, denominaciones ya en desuso desde las reformas de Mario realizadas un siglo antes de la acción, no tiene importancia (ja, y yo me lo creo). 

Aparecen además dos personajes poco creíbles por su longevidad. Uno de ellos, el centurión primus pilus al que llama Cazarratas, parece haber combatido con César en las Galias. Hasta ahí bien, si no fuera porque César dejó esa provincia hacia el año 50 a.C y el centurión aparece luchando en el 16 a.C. No sé por qué, pero a mí me parecen excesivos esos, al menos, 34 años de servicio cuando lo normal eran 20 años en la época en la que nos encontramos.

Son tres pinceladas que echan por tierra la rigurosidad de la obra y que, para aquellos lectores poco avisados pueden ser causa de error. Si a esto añadimos lo comentado anteriormente sobre el estilo tan rebuscado, hacen de El último querusco un acto de fe. Es más, siguiendo lo que decía en la entrada de Historia de España, llegó un momento en que me dije "no hay cojones a terminar este libro". Y lo terminé.

Ahora mismo tengo a Artur Balder peleándose por un lugar de honor con mi amigo Dan (el teniente de Forrest Gump no, el otro) en mis oraciones. Acabo de empezar el segundo volumen, Liberator Germaniae, a ver si remonta o definitivamente es carne de trituradora de papel. 

¿Es necesario puntuar? Bueno, como la temática me interesa, le daremos un cuatro con perspectiva negativa.

Este no lo recomiendo.

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