jueves, 10 de mayo de 2012

The Wee Free Men

Los pequeños hombres libres, en la lengua de Cervantes.

Pratchett no solo escribe la serie del Mundodisco. También escribe otras historias... que pasan en el Mundodisco. Aunque parecen tener lugar en otros sitios, hay siempre alguna referencia que nos sitúa en nuestro conocido entorno: un lugar, un personaje... Quizá la diferencia entre un libro del Mundodisco de pura cepa y otro que no, es que en los últimos no sale la Muerte HABLANDO EN MAYÚSCULAS. Por ejemplo, El Asombroso Maurice y sus roedores sabios...

... o The Wee Free Men. El primer libro de lo que es una serie, las aventuras de Tiffany Dolorido, una niña de nueve años que es bruja... o lo va a ser. 



En este caso, el título se refiere a los Nac Mac Feegle, pequeños hombrecitos azules (no, no son los pitufos) de unos 15 centímetros de alto, pelirrojos y que normalmente solo visten un kilt. Pendencieros, borrachos y ladrones (roban cualquier cosa que no esté clavada; entonces, se llevan incluso los clavos), sin rey, sin reina, pequeños hombres libres... Una raza feérica (como las hadas, vamos) que viven en una especie de colmena formada por una reina de la que todos son hijos y...

Bueno, pues resulta que el mundo de los cuentos se solapa con el de Tiffany, y la chavala se arma de una sartén y un libro que habla sobre enfermedades de las ovejas (viene de una familia de pastores), porque la Reina se ha llevado a su hermano. No es que le importe mucho su hermano, pero es que es SUYO. Y para una bruja esto es más que suficiente para tomarse las cosas a pecho.



Por supuesto cuenta con la ayuda de los Nac Mac Feegle (que, ojito, la tienen miedo) y de un sapo parlanchín que resulta ser algo más...En el país de los sueños nada es lo que parece, pero una bruja es una bruja, en este mundo o en otro.

La historia es quizá demasiado sencilla, un poco light... Para la chavalería, vamos. Lo que no quiere decir que alguien un poquito más talludito (pongamos que yo mismo) se pase un buen rato leyendo. 

Hay momentos de verdadera risa, como cuando vamos viendo por qué conocer el nombre de una persona hace que tengamos poder sobre ella (no lo voy a destripar, merece la pena leerlo) y en muchos otros, al meenos hay una sonrisa. El sello de Pratchett está ahí, para quien quiera recogerlo, raspando un poquito por debajo del ligero barniz de humor e ironía, aunque más diluido para no sobrecalentar las cabezas juveniles.

Pues eso, para pasar un rato agradable. Un siete.

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