domingo, 21 de junio de 2015

Tintín y el secreto del Unicornio

No he leído ningún álbum del famoso reporter del tupé, Tintín, creado por el belga Hergé. Aunque estoy al corriente de las acusacines de racismo y filonazismo que se han hecho últimamente, y de las modificaciones que se pretenden para suavizar el tono de algunos de ellos (lo mismo, lo mismo, que pasa con la obra de Mark Twain, que de seguro se estará retorciendo en su tumba). 

Y no he leído ningún álbum porque, la verdad, me repele el estilo de dibujo. Podríamos decir que no me entra por los ojos. A pesar de que me motiva el comic europeo (Astérix, Thorgal, Blueberry...), Tintín nunca ha sido santo de mi devoción. Más bien al contrario. 



Así que me acerqué a la versión cinematográfica con unas pocas dudas. Dudas que se disiparon en apenas cinco minutos, los primeros de la película, en los que me dio tiempo a darme cuenta de que me encontraba ante una cinta de aventuras como las que veía cuando era chico. 

Esos primeros minutos de película bastan para situarnos, para marcar el tono, un poco pulp podríamos decir, con ese sabor añejo que hemos experimentado con Indiana Jones (por supueto, exceptuando la última), Allan Quatermain o Tarzán. Sabor a tarde de sábado y bocadillos de nocilla. Vuelta a la infancia. 


Una historia que hay que descubrir


Tintín y el secreto del Unicornio es una de las películas que más me han entretenido en los últimos años, un poco saturados ya de niños magos, superhéroes y mutantes. Una historia que atrapa, unos personajes carismáticos, persecuciones, un malvado que da la talla y un derroche de medios técnicos apabullante. Además de un humor inteligente, utilizado como válvula de escape. 

No le veo puntos flojos, la verdad, así que tengo que recomendarla a niños y a grandes, porque el verdadero cine de aventuras es apto para todos los públicos. 

En imdb se cotica a 7,4 y para mí que se quedan cortos. Está bastante más cerca del sobresaliente.

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