El águila en la nieve es una novela histórica que podríamos considerar como clásica después de más de cincuenta años desde su publicación, pero mientras la estaba leyendo, podía pasar perfectamente como una novela escrita hace más bien poco.
Es cierto que todo lo que tenga que ver con Roma me apasiona, pero no es menos cierto que no trago con todo. Todavía me dan escalofríos recordando las novelas de Artur Balder o José Luis Corral, incluso la única que leí de Yeyo Balbás.
Esto no me pasa con la novela de Wallace Breem, ambientada en los últimos años antes del colapso del Imperio Romano de Occidente.
El protagonista, Paulino Gayo Máximo, destinado hace años a la defensa del Muro de Adriano en el brumoso norte de Britania, es testigo de cómo las legiones abandonan la isla, replegándose hacia el continente para mejor defender lo que queda del Imperio.
Él mismo resulta destinado a la frontera del Rhin, cerca de la ciudad de Moguntiacum, en vísperas de un éxodo masivo de pueblos germanos que amenazan con arrasar con el limes como si fuera la marea.
El autor nos muestra, en el caso de Britania, la transición entre el fin del gobierno y control imperial y el inicio del mando de las élites locales, romanas en cuanto a educación y tradición de varios siglso, pero demasiado alejadas del corazón del Imperio como para desarrollar un sentimiento de pertenencia, más cuando la inmediatez del riesgo hace que se deban tomar decisiones rápidas.
En Moguntiacum, a pesar de encontrarse bastante más cerca de Italia, se vive una situación parecida. Por eso Máximo debe negociar con los representantes del gobierno local, incluyendo al obispo cristiano (el general persiste en adorar a Mitra), con resultados desiguales respecto al esfuerzo que se va a tener que realizar para poder mantener a los bárbaros fuera del territorio con las menguadas fuerzas que el Imperio le puede facilitar.
En esta ubicación, Wallace Breem nos describe ambos puntos de vista, tanto el de los romanos como el de las distintas tribus germanas, azuzadas por el hambre, que ven en la otra orilla del Rhin una especie de paraíso en el que asentarse y prosperar con sus familias. No se trata de una guerra de conquista, sino de necesidad, y se encuentran ante un rechazo frontal de aquellos que ven peligrar su modo de vida y, por qué no decirlo, también sus propias vidas.
Las páginas transcurren entre planes astutos de Máximo para rechazar y fomentar la división de las tribus que amenazaban con cruzar el río. Un río que por la zona es majestuoso e indómito, además de estar constantemente vigilado por la flota fluvial del imperio, la Classis Germanica, que en un primer momento impide el cruce de los germanos en improvisadas barcazas.
El azar viene en ayuda de los bárbaros, porque el día de fin de año de 409, el Rhin se congeló y permitió el cruce del río, impidiendo que operaran los barcos romanos y poniendo de manifiesto la inferioridad numérica de los defensores, acantonados en diversos fuertes a lo largo de la orilla romana. De esta forma, por la simple fuerza del número, suevos, alanos y vándalos se desparramaron por las fértiles tierras de la Galia, llegando hasta Hispania y asestando un golpe portal al moribundo Imperio Romano de Occidente, al que ni siquiera un estratega de la talla de Flavio Estilicón, magister militum de origen vándalo, pudo evitar.
![]() |
Classis Germanica. Reconstrucción Fuente: fdra-naval.blogsopot.com |
Y, como telón de fondo, siempre está Roma. Una ciudad que ya había perdido por motivos defensivos la capitalidad del Imperio Romano de Occidente en favor de Rávena, pero que permanecía intacta como símbolo de unidad al que Máximo, que nunca en su vida había estado en la Ciudad Eterna, se puede aferrar. Un símbolo, una idea, una forma de vivir, mucho más poderosa que la fidelidad a un emperador, que no deja de ser una persona falible. Por eso, Máximo no duda en dar su vida por aquello que Roma representa todavía en el mundo civilizado, frente al caos germánico que se viene encima.
Wallace Breem consigue, en mi opinión, dos cosas bastante importantes. Por un lado transmitir la sensación de angustia que Máximo tiene, pues sabe que es casi imposible cumplir las órdenes que Estilicón le ha encomendado, acuciado por las necesidades logísticas y el escaso número de sus tropas. En el fondo de su corazón, Máximo sabe que sólo va a poder retrasar lo inevitable y salvar algunas vidas, sobre todo cuando el ejército de las Galias por el que está esperando, no va a llegar porque su objetivo es rechazar a Constantino, el usurpador que llega de Britania.
Por otro lado, el autor consigue ir dejando unas perlas de conocimiento histórico muy aprovechables para los aficionados a la Historia en general y al período en particular. Lejos de avasallar al lector con una avalancha de datos que lo único que suelen conseguir es intimidar, cortar el flujo de la historia y provocar rechazo ante la actitud del autor, Wallace Breem deja esas pildoritas que el lector recoge con agrado.
En resumen, El águila en la nieve me parece un libro muy notable que todo lector de novela histórica disfrutará como merece.
No hay comentarios:
Publicar un comentario