Los ocho capítulos que componen Taboo, la miniserie de 2017 de Tom Hardy, dibujan la historia de James Keziah Delaney, un aventurero que vuelve a casa después de doce años desaparecido y dado por muerto.
Esta última circunstancia pone patas arriba los planes de mucha gente, poderosos y no tanto, que se habían hecho ilusiones de poder tomar el control de la herencia del padre de James, que entre otras cosas poseía un acuerdo comercial en la isla de Nutka, cerca de Vancouver.
James no solo está vivito y coleando, sino que dispone de una pequeña fortuna en forma de un puñado de diamantes que va administrando para hacer frente a pagos diversos para poner en orden la casa y reiniciar el negocio.
Su actividad le hace enfrentarse a la poderosa Compañía de las Indias Orientales, un estado dentro del Estado, que no repara en medios para hacerse con el control de todas las oportunidades de enriquecerse dentro de su área geográfica de influencia.
Mientras intenta hacer valer sus derechos, vamos a ser testigos de detalles escabrosos de la vida de su padre, de la suya propia y de otros personajes que rodean su vida, siendo Taboo un escaparate del Londres de inicios del siglo XIX, cuando la guerra contra los Estados Unidos está llegando a su fin.
La sociedad londinense de entonces es parecida a la que Dickens retratará décadas más tarde, en plena revolución industrial. Aquí, lo mismo que allí, hay suciedad, desigualdad y pobreza, mucha pobreza. Lo normal es no tener dónde caerse muerto, pero hay un cierto número de afortunados que pueden vivir con holgura y en unas condiciones ciertamente más cómodas. Aventureros como James aspiran a ello y no dudarán en hacer uso de la violencia para conseguirlo.
La serie tambíén muestra detalles cotidianos menos agradables, como la proliferación de los hijos bastardos y la persecución a los homosexuales, que debían encontrarse en lugares sórdidos, siempre con miedo a las redadas policiales y al escarnio público o algo peor.
El enfrentamiento entre James y sus rivales se va a ir acentuando a medida que pasan los capítulos hasta llegar a su punto culminante en el último episodio, en el que los planes de la Compañía de las Indias Orientales se ponen a prueba contra un puñado de desharrapados que demostrarán haber estado un pasito adelante, a pesar de que todo va a pender de un hilo hasta el último momento.
Hay rumores de una segunda temporada, aunque no es en absoluto necesaria porque la miniserie es autoconclusiva. Además, con un flamante 8,3 en imdb demuestra que tiene el visto bueno del público.
A mí me resultó bastante interesante, aunque no niego que en algún momento haya tenido que torcer el gesto por algún que otro detalle escabroso en pantalla. No obstante, estoy lejos de darle tanta nota, a pesar de que Tom Hardy está bastante bien, acompañado por rostros más o menos conocidos como Jonathan Pryce y Oona Chaplin.