viernes, 22 de abril de 2011

Cine de Semana Santa

Ya es Jueves Santo. O más exactamente, vista la hora a la que empiezo a teclear esta entrada, hemos dejado atrás el inicio oficial de la Semana Santa y nos adentramos en las procelosas aguas del Viernes Santo. Empieza la escena de Getsemaní, el Prendimiento y demás zarandajas hasta llegar al clímax de la Historia.

La Semana Santa, como otras muchas cosas en mi vida, ya no es lo que era. El primer cambio fue de la placentera vida de estudiante a la más exigente de trabajador por cuenta ajena, para luego derivar en persona casada. Fundamentalmente, ya no había vacaciones de Navidad, de Semana Santa ni de verano en las que, a pesar de tener alguna que otra asignatura colgando, uno podía disfrutar de las aficiones. Dejar de ser estudiante significó tener que usar el videograbador o seleccionar lo que iba a hacer.

Sin embargo, el cambio más brutal consiste en ser padre. Ahí ya que las aficiones personales de cada uno pasan a un plano marginal. O uno se ve obligado a trasnochar para poder sacar algo de tiempo. En mi caso, eso pasa cada vez menos porque a las horas a las que puedo hacer algo, normalmente estoy demasiado cansado. Eso se traduce en que hace casi dos años que no cojo la PlayStation, hace más o menos el mismo tiempo que no juego con el PC (aunque continúo comprando juegos, de saldo principalmente) o que nos hayamos pedido la Wii para Reyes y la haya puesto ¡dos veces! desde entonces.

Entre otras cosas, recuerdo con nostalgia las sesiones de cine en televisión, incluso cuando había dos cadenas en lugar de las tropecientas que nos encontramos ahora. Entre procesión y procesión, la Primera Cadena ponía clásicos que ya habíamos casi memorizado de las veces que las habíamos visto. Algunos incluso se pueden ver todavía hoy.

Hablo de Quo Vadis?, con la soberbia recreacion de Nerón que nos regala Peter Ustinov, muy por encima del pétreo Robert Taylor o la frígida Deborah Kerr. Muy entretenida, con grandes momentos, es curioso ver cómo las grandes estrellas repiten en las superproducciones de Hollywood de la época (los dos anteriores, junto al actor que encarna a Pedro) aparecen en Ivanhoe. Por cierto, ¿soy sólo yo el que piensa que la apariencia de Pablo es "demasiado" judía?

O de La túnica sagrada, con Richard Burton, Jean Simmons y el inefable Victor Mature, probablemente el peor actor de la historia, pero con un gran sentido del humor ("Señor Mature, lo siento pero no está permitida la entrada de actores a este club" - "Yo no soy actor, señor mío; tengo más de XX películas para demostrarlo") que dio lugar a la menos conocida Demetrio y los gladiadores en la que Mature volvía a mostrar pectorales y la más famosa caída de ojos hasta la aparición de Sylvester Stallone.


Años más tarde, Anthony Quinn sería Barrabás en una superproducción americana con sabor italiano incluyendo la presencia de Silvana Mangano o Vittorio Gassman en el reparto. Ya se dejaba ver la decadencia del cine monumental, que duraría alguna que otra década.

Todas estas películas comparten rasgos comunes: bandas sonoras (las trompetas suenan igual sea donde sea, en Roma, en Jerusalén, en Antioquía...), voces lánguidas de ellas, poses varoniles de ellos... Gusto a cine añejo hollywoodiense.

Recuerdo también Jesús de Nazaret, de Franco Zefirelli. Originalmente una miniserie de televisión, yo la conocí como largometraje. Largo el metraje (382 minutos) y enorme la lista de estrellas. Robert Powell (Jesús) es quizá el menos conocido, compartiendo pantalla con Anne Bancroft (la Madgalena), Ernest Borgnine (el centurión), Ian McShane (Judas), Michael York (Juan Bautista), Christopher Plummer (Herodes), Fernando Rey (uno de los reyes magos), Lawrence Olivier (José de Arimatea), Anthony Quinn (Caifás), Ian Holm (Bilbo Bolsón, digo... Zerah el fariseo), Olivia Hussey (una Virgen María que no envejece a lo largo del metraje). Tan larga es que es imposible de ver en una sentada. Monumental.

En los últimos años aparece La Pasión, de Mel Gibson, bastante gore y aún muy reciente para ser considerada un clásico. Me gustó bastante cuando la vi en el cine, y el final me parece muy adecuado.

Totalmente prescindibles son los peplums que en ocasiones se programaban aprovechando la época y pensando que el espectador no tiene el mìnimo gusto. Adiós a los Macistes, Hércules y demás, totalmente infumables, protagonizados por culturistas fugaces que sólo lucían músculos aceitados. Aunque en algunas ocasiones se puedan degustar grandes películas como La caída del Imperio Romano (Sofía Loren, ñam-ñam) superproducción crepuscular del género hasta que Russell Crowe vino a rescatarlo; o Espartaco.

La verdad es que han sido muchas horas delante del televisor. Entretenimiento, al fin y al cabo, que cumple su propósito con dignidad.

2 comentarios:

  1. A mi padre, todo este cine de Semana Santa siempre le ha encantdo. Cuando vivía con él en casa, recuerdo que se tragaba todas las películas. En ocasiones hasta trasnochaba para verlas entera. A mí, me pegó ese interés y, conforme fui creciendo, le fui acompañando.

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  2. Hola Xuan, encantado de verte por aquí de nuevo.

    Pues sí, el disfrute de todo este tipo de cine es básicamente familiar. Las vacaciones y todo eso, el hecho de que las familias se juntan durante unos días y ¿qué mejor que ponerse a ver la Emisión de Tarde?

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