viernes, 1 de diciembre de 2017

La espada de Joram

Allá por los años ochenta del siglo pasado, arropados por la siempre importante presencia de El Señor de los Anillos y, también, de la creciente influencia de los juegos de rol (Advanced Dungeons & Dragons era, por aquel entonces, la edición actual del mítico Dragones y Mazmorras), llegaron a España las novelas de la Dragonlance. 

Fueron todo un pelotazo (tema aparte sería su calidad literaria, discutible) y su editorial Timun Mas se convirtió en referencia para los aficionados a la Fantasía. 

Tanto fue el éxito, que comenzaron a publicarse libros que quizá no hubieran llegado nunca a España o, en el mejor de los casos, habrían llegado mucho más tarde. La serie de La espada de Joram fue una de ellas. También escrita a cuatro manos por Margaret Weis y Tracy Hickman (recuerdo que dudé durante años si el amigo Tracy era hombre o mujer; hay que comprenderme, de aquella internet era poco más que un sueño). 

La espada de Joram es una historia dividida en tres (luego fueron cuatro) volúmenes: La profecía, La Forja, El Triunfo y El legado de la espada arcana. En un mundo en el que la magia lo es todo, nace un niño sin poder alguno, un niño "muerto", lo que desencadena el caos al ser el inicio de una profecía que adelanta el final de ese mundo.



Ideas interesantes por aquel entonces, como los catalistas, casi una casta sacerdotal, estudiosos de la magia, vitales en una sociedad basada en lo arcano pero incapaces ellos mismos de realizar magia. A cambio pueden canalizar la energía mágica - vida - y verterla sobre los magos para que estos la utilicen en sus sortilegios.

Weis y Hickman crean un mundo, una sociedad, partiendo desde cero, y no está mal. Si no fuera por el puñado de conceptos y palabras de un idioma inventando, que se repiten una y otra vez a lo largo de todos los libros y que canta mucho a inventado porque ninguno de ellos es un lingüista sudafricano que es capaz de inventar idiomas con apariencia real.

Entre el tercer y el cuarto tomo pasaron bastantes años. También se nota eso. Quizá quisieron atar cabos, pero la verdad es que al final todo queda un poco lioso y desigual, aunque no deja de tener su encanto ver nuestra querida sociedad tecnológica desde la perspectiva de la sociedad arcana del mundo de Joram.

¿Personajes? Pues otro puñado. Más que personajes son arquetipos básicos, apenas esbozados. Se quiere que Joram sea carismático, pero acaba por ser cargante y repetitivo. También Simkin resulta cargante, un remedo juguetón de un kender sin ser un kender al que le han querido dar un carácter tan enigmático que se pasan.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es el estilo. No sé si es culpa de la traducción o del original, pero acabé hasta las narices de leer adjetivos antes del nombre al que califican (blancas manos, negros cabellos, hermosos vestidos...). Hasta las narices. Esto sí que es cargante y me estropeaban el "placer" de la lectura cada pocas palabras.

En resumen, un bodrio. Clásico, pero bodrio al fin y al cabo. Solo para incondicionales.

No perdáis tiempo. Hay más peces en el mar.

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