miércoles, 11 de agosto de 2010

Clones

Vamos hoy con un poco de cyberpunk.

Confieso que empecé el libro con un poquito de desconfianza... o un mucho. La fuente que me lo hizo llegar se había descolgado anteriormente con unas recomendaciones harto dudosas, así que no las tenía todas conmigo. Pero esa desconfianza pronto se descubrió infundada o, por lo menos, exagerada.

Estamos en un futuro relativamente cercano, siglo XXII, en una ciudad llamada Nueva Richmond que no es sino un enorme centro comercial volante que ha caído a tierra y cuyos habitantes han desarrollado una cultura exclusivamente urbana, estratificada de tal modo que la pirámide social deja de ser una metáfora para convertirse en una realidad: cuanto más elevada es la posición de una persona, vive y se relaciona en una planta superior del centro comercial, más cerca de la cúspide.

Antes he dicho que hablaría de cyberpunk. No es del todo cierto, ya que la novela podría también clasificarse con la misma facilidad dentro del género negro. El protagonista, Jack Randall, es un antihéroe que narra la historia en primera persona, antiguo policía, drogadicto, alcohólico y autodestructivo. Se dedica a trabajar a deshoras para llegar a casa sin tener que dar conversación. Resulta un ser atormentado no obstante por la muerte de su mujer y su hija de corta edad, horriblemente asesinadas, de la que es sin duda responsable.

Por azares de la vida, se encuentra fuera de Nueva Richmond trabajando en una Granja. Esto no es más que un edificio en el que se crían clones de personas pudientes a los que se extirpan miembros u órganos para reemplazar a los que pueda perder el original. Un ramalazo de ética hace que no pueda soportar esta situación, moderna esclavitud, y huya en compañía de un reducido número de "recambios" (curioso, pues el título original de la novela es "Spares"). A partir de aquí, se desarrolla la trama, alternando secuencias en el tiempo actual con repetidos flash-backs del protagonista que ayudarán a entender la historia y sus motivaciones.

Pero la presencia de los recambios, los clones, y esa nueva esclavitud, finalmente parece una excusa. No hay un desarrollo claro y parece que son mera ambientación. Escrita a mediados de los noventa, el entorno cyberpunk está bastante alejado en cuanto a valentía y calidad de lo que William Gibson hizo con Neuromante. Cuanto más lo pienso, más creo que el ambiente tecnológico no es más que un continente sin demasiado interés para el autor.

Si bien es cierto que la novela está plagada de clichés y peca de escasa originalidad (a no ser la acertada recreación de la sociedad de Nueva Richmond), se lee agradablemente. Tenemos un poco de todo: bajos fondos; amigos de Randall que le ayudan desinteresadamente y que en ocasiones pagan por ello; recreaciones sintéticas de personalidad; tiros; diálogos bien construidos teniendo en cuenta el entorno...

Aún así hay partes que se hacen áridas, como la visita que hacen al Abismo, una especie de realidad virtual en la que se desarrolla una guerra sangrienta y sin fin.

El final se hace demasiado precipitado y choca un poco con el resto del texto. Si hasta entonces hemos tenido una sociedad materialista, ahora se deja entrever un cierto mesianismo que, para mi gusto, está fuera de lugar. Por añadidura, el final feliz del chico-conoce-chica resulta demasiado edulcorado. No es que Jack Randall no se lo merezca, es que resulta un poco forzado y típico final feliz de Hollywood.

A pesar de todo lo dicho, me ha gustado. Merece un aprobado por los buenos ratos que he pasado leyéndola, aunque no entre en los anales del género.

Por cierto, el autor es Michael Marshall Smith.

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