sábado, 25 de septiembre de 2010

El brujo que vino del Este

La Literatura Fantástica de calidad no viene sólo del otro lado del Atlántico. Un caso especial es el de la saga de Geralt de Rivia, del polaco Andrezj Sapkowski. De echo, la saga de Geralt de Rivia es un soplo de viento fresco que viene a regenerar el género, junto con Canción de Hielo y Fuego o El nombre del viento.

La saga se divide en siete libros (ocho en España, por problemas que luego comentaremos) en los que se cuenta la historia del brujo Geralt, cazador de monstruos y defensor de los hombres. Separado de sus padres cuando apenas era un niño, pues es un niño del destino. El detonante es un tópico de los cuentos infantiles: su padre, rescatado por un brujo, promete a éste entregarle lo primero que salga de su casa a su vuelta. El pequeño Geralt sale a saludar a su padre y debe ser entregado.

El brujo se lo lleva consigo a Kaer Morhen, donde viven los miembros de su orden, para ser entrenado. El proceso implica una serie de manipulaciones en el organismo de los chicos que muchos no soportan y mueren antes de completarse. De resultas de estas manipulaciones, los brujos disponen de sentidos más aguzados que el común de los mortales, así como mayor capacidad de resistencia o rapidez de movimientos. Todo se completa con una austera forma de vida y un rígido entrenamiento en combate. Su oficio, cazar monstruos, es siempre arriesgado. Un poco de magia siempre es de agradecer, así como sus dos espadas: de acero para los hombres, de plata para las bestias.

Geralt es más humano de lo que él mismo cree. Algo debió salir mal en su transformación, ya que uno de sus objetivos es despojar al candidato a brujo de sus emociones humanas, para convertirlo en más frío y calculador, esperando que ésto suponga una ventaja en el desempeño de sus funciones. Sin embargo Geralt es cínico, irónico, ama, odia...

Durante sus andanzas veremos a muchos personajes, algunos serán amigos y otros, los más, enemigos. Entre los primeros las hechiceras Yennefer o Triss Merigold, el bardo Jaskier o el vampiro Emiel Regis Rohellec Terzieff-Godefroy.

Si bien los dos primeros libros contienen historias cortas, la mayoría muy buenas como una nueva versión de La Bella y la Bestia o una historia de doppelgangers ciertamente interesante, a partir del tercero son novelas más o menos largas que narran la relación de Geralt con su propia niña del destino, Cirilla de Cintra.

La historia bebe en muchas ocasiones de tradiciones europeas, principalmente del Este del continente, lo que la hace sensiblemente diferente a lo que estamos acostumbrados, del sentido que podríamos denominar canónico cuya base es El Señor de los Anillos (que, paradójicamente, estaba basado en tradiciones anglosajonas, normandas y finesas) y que siguen fielmente las obras escritas en Estados Unidos o incluso en Europa y provocando un estancamiento del género.

Es tal el éxito de la saga de Geralt en su país de origen que se han realizado cómics, película y serie de televisión. Yo conseguí la serie, en polaco subtitulado al inglés y, si bien la estética no es a la que estamos acostumbrados, es muy fiel al original y tiene un toque retro que acaba siendo adecuado.

La edición española está muy bien, en la colección Bibliópolis Fantástica de la editorial Alamut. Cuidada en el diseño y en las calidades, con una edición y traducción sobresalientes y un precio ajustado. Nada que objetar si no fuera por el siguiente detalle: la traducción del último volumen, La Dama del Lago, se alargaba más de lo deseable (el mismo traductor envió una carta de disculpa, alegando bloqueo y saturación) y entre medias se publicó el primer volumen de Las guerras husitas, Narrenturm, traducida por el mismo profesional (lo cual, visto lo anterior, no deja de resultar curioso). La solución de la editorial ha sido publicar el volumen en dos tomos (con el siguiente añadido comercial). Asi que toda su labor quedará para siempre empañada por la duda: ¿ha sido un problema real o una elaborada labor de mercadotecnia y gran visión comercial?

Yo mismo juré y perjuré que por ahí no pasaba. Y pasé. Porque, creedme amigos, merece mucho la pena.

Pero no tengo un ápice de duda de que, si en un futuro más o menos próximo, ocurriera lo mismo con lo último de Dan Brown, no tendría ninguna dificultad de mantenerme firme en mis convicciones. Dios me dará fuerzas.

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