martes, 14 de diciembre de 2010

Furia de Titanes

Este fin de semana he visto Furia de Titanes (Clash of the Titans, en V.O.) y sólo puedo decir que resulta decepcionante. Así, sin más. Ya destripé el resultado...

Y es que FDT es una muestra más de la falta de imaginación de la industria del cine estadounidense. No dejan de revisitar clásicos con esa prepotencia que les caracteriza, pensando que los descerebrados espectadores aplaudirán una vez más el despliegue de efectos especiales que, como fuegos de artificio, trufan el metraje. Piensan que esa vorágine será suficiente para esconder los muchos defectos de la cinta, pero el olor a carroña es más fuerte que el perfume.

Porque FDT no vale mucho. No es más que una sucesión de situaciones a cada cual más arriesgada, de las que el héroe sale con bien, por supuesto. No así sus compañeros, en una muestra más de que ser secundario de una peli de aventuras es una de las profesiones más arriesgadas: no se salva ni uno. Menos mal que sabemos que hay una historia detrás, porque sino sería como un episodio de Benny Hill en el que las escenas de lucha sustituyen a los gags.

La historia es la ya sabida de Perseo, así que para qué darle más vueltas. Lo que no entiendo es por qué meten a unos seres que llaman djinn, que viven en el desierto y que tienen una piel parecida a la corteza de un árbol.

Es triste ver también a actores como Liam Neeson (Zeus) o Ralph Fiennes (Hades) se prestan a salir en la superproducción. Seguramente ganarán una millonada a cambio de lucir palmito y aumentar el prestigio... Que tengan cuidado, no hagan como Jeremy Irons y empiecen a salir en bazofias como Dragones y Mazmorras o Eragon.

Bueno, la verdad es que los efectos especiales son impresionantes, pero carecen de la belleza de la clásica peli de los 80 del mismo título, con Harry Hamlin (el de La Ley de Los Ángeles) en el papel de Perseo.

Y el protagonista (bueno, su doblador) no para de gritar. Es exasperante. Y resulta que, si no recuerdo mal, es el mismo actor de doblaje que el del papel protagonista de Solomon Kane. Donde, por cierto, también grita. Mucho.

Lo dicho, un suspenso ganado a pulso. Un tres.

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