jueves, 24 de marzo de 2011

Cavernícolas feministas

Lo último que he leído es El Clan del Oso Cavernario, primer libraco de la saga que escribe Jean M. Auel desde hace un porrón de años.

He de decir que hasta ahora sólo había tenido vagas referencias de amigos o conocidos, además de haber podido ver, hace ya muchos años y a altas horas de la madrugada, la película basada en el libro protagonizada por Daryl Hannah. Pero siempre me llamó la atención poder comprobar por mí mismo si era para tanto.

He de decir que el resultado del experimento ha sido decepcionante. No tremendamente decepcionante, pero sí lo suficiente como para plantearme seguir con la serie. No obstante, también pienso que si pude con La Rueda del Tiempo, podré con esto.

¿Por qué es decepcionante? Pues por un cúmulo de razones y circunstancias que, analizadas individualmente quizá no sean para tanto pero que vistas en conjunto hacen que el juicio sea, como poco, neutro.

Las primeras 40 o 50 páginas fueron duras, hasta el punto que me planteé dejar la lectura y pasar a otra cosa. Pero las veces que tuve que tomar tan drástica decisión se pueden contar con los dedos de una mano, así que continué con ello. Hasta el final.

De acuerdo que la recreación de la vida de un clan neanderthal está bastante lograda y que se transmite algo de la presumible dureza de su existencia. Pero a partir de ahí, hay un detalle tras otro que hacer rodar el conjunto por la pendiente de mi desinterés.

El principal problema de El Clan del Oso Cavernario es, lamentablemente, bastante habitual en los escritores de best-sellers: la falta de credibilidad, ya sea en las situaciones planteadas, en el transfondo de los personajes o en ambas. Y a mí, esto me parte por la mitad.

Para empezar, es una cuestión bastante dudosa el que un clan de neanderthal se ocupara de una pequeña desamparada, no ya de otro clan sino de otra especie. Es más que probable, en mi opinión, que la vieran como un posible rival en la competencia por la supervivencia. Quizá no la sacrificaran activamente, pero tampoco moverían un dedo por ella.

La hipótesis que plantea de que los neanderthal, principalmente las mujeres, tuvieran una memoria racial que sólo haría falta despertar para acceder a todo el conocimiento acumulado por generaciones y generaciones de humanoides desamparados es, cuando menos, discutible y en cierto modo risible.

Es más que discutible la posibilidad de crías híbridas de las dos especies. Está demostrado que neanderthales y cro-magnones son dos ramas totalmente separadas de la evolución humana. Nosotros no derivamos de ellos, como se pensaba hace tiempo. Incluso en el caso, más que hipotético, de un embarazo de un híbrido, lo más plausible es que éste no llegara a término o que, de ser así, pudiera llegar a provocar la muerte de la madre, si ésta fuera cro-magnon, debido a las importantes diferencias morfológicas entre unos y otros.

Ya estoy más que cansado del concepto del buen salvaje que posee o puede adquirir conocimientos con una facilidad pasmosa (esto último también se aplica a Tarzán, capaz de aprender a leer inglés sin hablarlo).

En todo el texto se aprecia un nada disimulado aroma feminista que me resulta particularmente difícil de creer. En las sociedades primitivas, basadas en la tradición, no existen los conceptos revolucionarios sino que las acciones y actitudes se repiten de generación en generación.

Esta falta de credibilidad, este querer dar a los personajes unos valores marcadamente fuera de su tiempo, este concepto del buen salvaje, son un lastre excesivo para una historia que no se lee mal, desperdiciando unos personajes hasta cierto punto atractivos.

Aparte que el feminismo y su continua justificación histórica, es un concepto que me desagrada especialmente.

Pero eso, es otra historia.

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