domingo, 21 de enero de 2018

Yo, Asimov

Isaac Asimov ha sido durante mucho tiempo uno de mis autores de cabecera. Hubo una época, allá por la adolescencia y primera juventud, en la que leía con deleite todo lo que de Asimov caía en mis manos. Daba igual si era de cosecha propia o si se trataba de una de esas antologías a las que tan dado era. 

Según fui cumpliendo años, Asimov fue cada vez menos frecuente en mi biblioteca hasta convertirse en poco más que una anécdota. No por disgusto, no. Más bien porque necesito expandir mis horizontes y leer más cosas, cosas distintas. Hay muchos libros en mi biblioteca, tanto en papel como en digital, y a una media de veinticinco o treinta libros al año, no me salen las cuentas para toda una vida. 

En estas cosas andaba cuando, hace unos pocos meses me leí la autobiografía que, fiel a su inmenso ego, tituló Yo, Asimov. Un libro que, como todos los suyos, se lee con suprema facilidad, que está plagado de jugosas anécdotas y en el que, con total honestidad, Isaac Asimov cuenta su vida. 




Una pena lo de su honestidad, porque se dibuja a sí mismo sin enmascarar los (muchos) defectos que tiene su personalidad. A su inmenso ego, algo de lo que nunca dejó de reirse, habría que añadir una obsesión por su obra y el dinero, además de demostrar en algunos casos una preocupante falta de empatía con el prójimo mientras que en otros pasajes ocurre precisamente todo lo contrario. O su entrañable fidelidad a sus editores, caiga quien caiga y cueste lo que cueste.

Son varios los pasajes en los que Asimov muestra su preocupación por el dinero (siempre presente, quizá como recuerdo de su infancia, no pobre pero siempre achuchada). Como también son unos cuantos los pasajes en los que muestra su obsesión con el número de libros que ha firmado. Hasta se plantea la duda moral de si las antologías las debería contar o no. Pero él mismo encuentra una rápida solución: hacer un prologuito a cada relato para explicar los motivos por los que lo ha seleccionado para la antología en concreto; de esta forma, su aportación al libro justifica que lo cuente en su producción... o lo mismo que hacerse trampas al solitario.

Eso fue un poco decepcionante. Como decepcionante fue conocer de primera mano el motivo de que dejara la ciencia ficción: la divulgación científica se pagaba más y los derechos eran más duraderos... El vil metal, siempre el vil metal. 

Asimov, una figura con claros y oscuros, pero cuyo enorme prestigio como autor debe continuar intacto. Nada tiene que ver que tú seas un obseso de lo crematístico para que tu obra sea mejor o peor. E Isaac Asimov es el autor de varios de los grandes hitos de la ciencia ficción mundial.

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