viernes, 23 de marzo de 2018

El destino de Júpiter

Las hermanas Wachowski son mundialmente famosas gracias a la trilogía de Matrix, un sueño cyberpunk que, reconozcámoslo, cambió el cine de género de ciencia ficción. Una trilogía que fue de más a menos y que cerró en falso. Aquello fue a finales del siglo XX y principios del XXI y todavía eran hombres. 



Años después, ya con  el sexo cambiado, firmarían El destino de Júpiter, con Mila Kunis en el papel de Jupiter Jones (como el líder de Los tres investigadores, fíjate) y Channing Tatum en el de Caine Wise, un modificado genéticamente que resulta ser algo así como un cazarrecompensas estelar.

Porque El destino de Júpiter es una película de ciencia ficción. Básicamente, hay una civilización extraterrestre muy avanzada respecto a nosotros (no es una novedad) y de la que no conocemos nada. Esta civilización tiene una sociedad parecida a la feudal, con una aristocracia que se reparte los planetas como si fueran señoríos sobre los que tienen un control más o menos total y absoluto. 

Jupiter Jones, jovencita perteneciente a una familia de inmigrantes en los Estados Unidos, resulta ser algo más. Mucho más... Pronto se verá envuelta en un revuelo galáctico, en medio de una lucha entre hermanos de una de esas familias aristocráticas por la posesión de la Tierra. 

La Tierra, como suele suceder en este género, es más importante de lo que parece aún cuando solo sea un guijarro en el cielo. Y, como también suele suceder, su grandeza o su miseria viene por sus habitantes: los terrícolas. Aunque en este caso los terrícolas constituyen un cultivo que debe ser cosechado para que los ricos, los aristócratas de esa sociedad extraterrestre, puedan prolongar su vida.


Protagonista absoluta


El destino de Júpiter es una película que me gustó bastante más de lo que en un principio me podía esperar. Aunque es una película que no se toma en serio casi en ningún momento, con un humor que va de lo fino a lo grueso y con algún personaje al que directamente estrangularía (Eddie Redmayne como Balem Abraxas, histriónico hasta el límite), es una space opera con ciertos toques adolescentes que desmerecen un poco, pero con un resultado agradable al final. 

Para verla en una tarde de sábado, de esas que no hay nada que hacer, y pasar un ratito digno.

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