domingo, 15 de abril de 2018

Gorki Park

El parque Gorki es una zona verde de Moscú, la capital de la antigua URSS, en la que los ciudadanos del Imperio comunista se solazaban de cuando en cuando, haciendo lo que el régimen les permitía hacer: oir música tradicional, beber, patinar... Lo justo para mantenerlos entretenidos y su mente desocupada de conspiraciones. Salvando las distancias, podría ser lo que Central Park es en Nueva York, la nueva Roma. 

En el parque Gorki aparecen unos cadáveres congelados, una mujer y dos hombres, en apariencia asesinados. La mala suerte quiso que el detective Arkady Renko, de la Policía de Moscú, estuviera de guardia y le asignaran este caso. La mala suerte quiso también que los asesinados fueran ciudadanos soviéticos, o sea que no puede escaquearse y derivar el caso a la sección correspondiente de la KGB. 



Así que Arkady, policía ante todo, comienza su labor y desmadeja un ovillo muy liado de tramas y subtramas que resultan ser mucho más de lo que al principio aparentaba, involucrando a un famoso ciudadano americano que es un reconocido amigo del régimen soviético. 

El pobre Renko no sabe que, al tiempo que deslía una madeja, se va liando otra, la de su vida. Su mujer le abandona, viendo que su carrera se verá lastrada por un marido bocazas que ni siquiera está afiliado al partido, mientras que la investigación toca nervios sensibles en el aparato de ese mismo partido y la KGB presiona puntos sensibles en su vida. 

Martas cibelinas, viajes a Estados Unidos, vuelta a la Unión Soviética, tiroteos y confinamientos en granjas retiradas forman el puzle completo de la aventura de Arkady Renko hasta la resolución del caso. 



Gorki Park, la novela de Martin Cruz Smith publicada en los años setenta, fue adapada al cine en la década de los ochenta y, aunque no he visto más que retazos, fue lo que me empujó a leer el libro. Un libro aceptable, pero lejos de, por ejemplo, las series del Departamento Q o de Berlin Noire que he comentado por aquí, aunque Arkady Renko es un personaje interesante y bien construido, sin mucho que envidiar a Carl Morck (creo que Bernie Gunther está aún un par de peldaños por encima). 

La trama, atractiva, está salpicada de algunos retazos de vida típicamente moscovita de la época que ayuda a darle un poco de relieve al libro, pero por lo que sea no acabo de conectar al 100%. Tanto que voy a dejar pasar un tiempo antes de darle una oportunidad al segundo libro de la serie (sí, amigos, también es una serie). 

Un aprobado decente.

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