domingo, 30 de diciembre de 2018

Vengadores: Infinity War

El Universo Cinematográfico Marvel ha ido, pasito a pasito, preparándonos para un final de traca dividido en dos película. La primera de ellas es Vengadores: Infinity War y no defrauda, presentándonos a casi todo el elenco superheroico y al mayor de los villanos al que jamás se enfrentarno: Thanos, el titán loco.


Desde el principio en la nave que transporta a los supervivientes de Asgard, donde acaba con Loki y derrota a Hulk, Thanos se muestra como lo que se supone: un tipo duro, muy duro de pelar. Tiene además un objetivo claro: obtener las Gemas del Infinito y purificar el Universo, haciendo con su inimaginable poder que uno de cada dos seres vivos desaparezcan como si nunca hubieran existido. 

En el lado contrario tenemos a los de siempre. Thor, el Capitán América (que está en Wakanda), Iron Man, la Bruja Escarlata, Visión, Spider-Man, el Doctor Extraño, la Viuda Negra, Hulk (bueno, más bien Bruce Banner, porque el giganete esmeralda se niega a salir a la superficie, quizá acobardado por la paliza a la que le sometió Thanos). A todos ellos se unen los gamberros de los Guardianes de la Galaxia, que ponen un cierto tono de humor. Bueno, Gamora no. Gamora, como hija adoptiva de Thanos, y Nébula, tienen un papel determinante en la consecución de una de las gemas que le faltan al titán loco.


Pantera Negra y su séquito juegan también un papel protagonista, pues es en Wakanda donde se instala la última línea de resistencia mientras intentan extraer la última Gema del Infinito de la frente de Visión. 

Pero Thanos es mucho Thanos y al final logra de una épica batalla logra chasquear los dedos y.... nos vamos de caveza a Vengadores: End game y al final del Universo Cinematográfico Marvel como lo conocemos hoy en día. 

Vengadores: Infinity War es  una película abrumadora, no solo por las dos horas y media que dura su metraje, sino por la cantidad ingente de personajes, principales y secundarios, que acaban pasando por la pantalla. Tanto es así que si no eres un aficionado a las películas, lo más fácil es que acabes perdido en unos pocos minutos y no disfrutes del espectáculo, más preocupado por saber quién es el siguiente tipo estrafalario que va a salir en la película.


Además hay varias tramas que se entrelazan, siendo la más épica sin duda la forja de la nueva arma de Thor, una vez que Mjolnir fue destruido por Hela en Thor Ragnarok. Y digo épica, porque no se puede calificar de otra forma el arrancar de nuevo una forja congelada que toma su energía de una estrella. Y, por si no fuera esto poco, aquí hace su aparición Peter Dinklage en el papel del ¿enano? Eitri, forjador de Mjolnir y que se encargará de forjar la nueva arma.

Una vez más, Tom Holland se hace un hueco en nuestras retinas, con el mejor Spider-Man que hayamos visto. Sí, incluso mejor que el Tobey Maguire de la primera película, pero por supuesto que a años luz de Andrew Garfield. Spider-Man nos gana con sus referencias frikis y la naturalidad de un chaval de instituto que se encuentra en medio de algo demasiado grande, pero que aún así sabe hacer lo que haya que hacer porque él mejor que nadie sabe que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Ciento cincuenta minutos frenéticos, culminados por una de las mejores escenas post-créditos que puedo recordar. Una de las mejores y una de las más duras de ver, con Nick Furia y María Hill envueltos en un atasco. Y el logo de la Capitana Marvel en el móvil, como un faro de esperanza.

Porque está claro que el Universo y los superhéroes que lo defienden van a necesitar mucha esperanza.

Contando los días para Vengadores: End game.


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