sábado, 7 de noviembre de 2020

El halcón maltés

Cuando los caballeros hospitalarios de San Juan de Jerusalén fueron expulsados de la isla de Rodas, el Emperador Carlos V, paladín de la cristiandad, les ofreció la isla de Malta como base para establecerse en una zona especialmente estratégica y castigada por los piratas argelinos. Allí estuvieron durante siglos e incluso repelieron un asedio brutal a mediados del siglo XVI. 

Esto es lo que dice la Historia. Lo que no cuenta, es que los caballeros decidieron pagar la generosidad del Emperador pagándole con un ave de presa, un halcón en concreto. Pero no un halcón cualquiera, lo que hubiera sido un insulto para el Emperador y también para ellos. El halcón debería ser digno de valer lo mismo que la isla en que se encontraban. Lamentablemente, el rastro de ese halcón desapareció entre las brumas del tiempo. 

 

El objeto del deseo

 

Casi quinientos años después, el bueno de Sam Spade se ve envuelto en un turbulento negocio que comienza el día en el que una chica despampanante entra en su despacho y le propone un caso que no va a rechazar. Todo se complica desde el mismo inicio, cuando su socio es vilmente asesinado en la calle, haciendo una guardia que debería haber hecho Sam. 

Y esto es solo el principio: una chica, un hombre desconocido que permanece escondido, un griego, un capitán de barco, un ricachón, unos matones, los polizontes que buscan meter las narices donde nadie les ha llamado.... 

El halcón maltés es un clásico del autor de novela negra Dashiell Hammett, publicada en 1930. Una lectura rápida y ligera, pero que además consigue mantener el interés hasta el final y consigue que el lector empatice con Sam Spade, un hombre que, por decirlo con suavidad, no es un dechado de virtudes a los ojos de la sociedad actual, pero que en la época en la que fue escrita la novela era todo lo que un hombre podía desear ser: duro, cínico, valiente, fuerte y se llevaba a las chicas de calle. 

 

Un rostro para la historia

Un producto de su tiempo, al fin y al cabo, que se ha convirtió en icono cuando tomó prestado en 1941 el rostro de Humphrey Bogart, estrella rutilante del cine por aquel entonces, a las órdenes del gran John Huston. Una adaptación fiel a la novela, transcribiendo las situaciones y los diálogos, casi palabra por palabra, con momentos míticos como esa humillación a Joel Cairo (un Peter Lorre gran candidato a ser humillado) por parte de Sam Spade, o la confrontación entre todos los aspirantes a poseer el legendario halcón. 

 

Demasiados dueños para algo tan pequeño

 

Cualquiera de las dos obras, la original o la adaptación al cine, merece mucho la pena, aunque más de 75 años no pasan en balde y haya podido envejecer de una forma cuestionable. Por eso deberemos aislarnos de nuestra mentalidad actual y disfrutar de la lectura o el visionado sin prejuicios, la historia por el placer de la historia. Seguro que será un buen rato.

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