domingo, 29 de noviembre de 2020

La leyenda de Tarzán

Tarzán, el hombre mono, el personaje creado por Edgar Rice Burroughs, sigue dando que hablar todavía en el bien avanzado siglo XXI, con una nueva recreación cinematográfica. 

Tarzán es, como poco, un personaje polémico que puede ser acusado de racista o supremacista blanco, puesto que siendo el retoño de unos nobles ingleses, no solo se encarama a lo más alto de la jerarquía de una tribu de grandes monos antropoides, sino que siempre se muestra superior a los pueblos africanos que le rodean. Es, por supuesto, hijo de su tiempo, habiendo sido creado a principios del siglo XX. Por eso mismo, puede ser un tanto injusto juzgarle con los ojos de hoy. 

 


Adaptado en infinidad de ocasiones con mayor o menor fortuna, al cine, al tebeo o a la televisión, ha sido encarnado por Johnny Weismuller, Casper Van Diem, Lex Barker, Christopher Lambert o Elmo Lincoln (en la primera adaptación de 1918, apenas seis años después de su debut literario). 

La leyenda de Tarzán es una adaptación digna, tanto del personaje como de los tiempos que corren. Protagonizada por un solvente Alexander Skarsgard, cuenta con Margot Robbie como Jane y Samuel L. Jackson en un personaje poco comprensible y que lo más seguro esté diseñado para el actor, porque de verdad que no tiene mucho sentido. 

 


No hay película de aventuras en general, o de Tarzán en particular, sin que haya un malo. En este caso tenemos al siempre solvente Christoph Waltz, en el papel de un enviado del gobierno belga para asegurar que el flujo de diamantes no se interrumpa en el Congo, cueste lo que cueste desde el punto de vista humanitario. 

Por la trastienda de La leyenda de Tarzán discurre el fantasma del genocidio del Congo, uno de los pasajes más oscuros y vergonzosos de la Historia de la Humanidad, con el rey Leopoldo, un criminal a la altura de los Hitler o Stalin de turno, haciendo y deshaciendo en la colonia como si fuera el patio de su casa (en realidad así era, pues era un feudo personal). Y como contrapunto, como tanto gusta en estos días, la altura moral del héroe europeo que redime a todo el pueblo. 

 

Si quiere un malo, ponga un Waltz en su vida

Una película con un metraje menor de dos horas, entretenida, con una fotografía espectacular como no podía ser de otra forma, pero hasta cierto punto fallida. Entre otras cosas porque el protagonista no consigue conectar con el espectador, o al revés, y la película se convierte en imágenes que transcurren sin llegar a tocar ninguna fibra. Por suerte, Alexander es mejor actor que Casper y carece de la cara de panoli de Christopher Lambert. 

 

 Buena para pasar una tarde o, como fue mi caso, una solitaria noche de hotel, pero no va a pasar a la historia. En imdb tiene hoy un más que digno 6,2. No está mal para lo que es la película. 

¿Pero qué pinta Samuel L. Jackson en esta película?

 

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