domingo, 3 de enero de 2021

Aventuras clásicas de ayer y de hoy

Este año he recuperado el placer de leer libros de aventuras, clásicos de siempre que por un motivo u otro no tuve ocasión de leer en mi juventud. No son historias que sirvan para sesudos planteamientos, ni que vayan a hacer trabajar mi cerebro a altas revoluciones, pero tienen algo que las hace permanecer en memoria con un recuerdo indeleble, como las portadas de las ediciones juveniles que las publicaban en los años ochenta del siglo pasado. 

 En la última década del siglo XIX, Sir Anthony Hope publicó El prisionero de Zenda, la historia de un joven inglés que viaja a la imaginaria nación europea de Zenda. Allí, su extraordinario parecido con el joven rey le traerá más de un disgusto. Tendrá que hacer frente a una conspiración palaciega, al desafecto del pueblo para con su rey e intentar conquistar el corazón de una mujer. 

 

Todo en apenas doscientas páginas que se leen casi del tirón y que fueron trasladadas al cine en la década de los cincuenta del siglo XX con el rostro de Stewart Granger. 

Aún en una fecha anterior, H. Rider Haggard publicó Las minas del rey Salomón, en una época en la que el continente africano hacía las delicias de los delicados lectores europeos, ávidos de aventuras. La novela es la presentación en sociedad de Alan Quatermain, prototipo de cazador blanco con reputación de aventurero y ascendencia sobre las tribus vecinas. 

 


La novela es hija de su tiempo y sufre del paternalismo del hombre blanco frente a las culturas y razas más atrasadas, sobre todo los negros de África. A pesar de todo, siguiendo mi filosofía de no juzgar obras o actitudes antiguas con los ojos de nuestros días es una lectura que se disfruta mucho mientras se acompaña a Alan Quatermain y a sus clientes en busca de las olvidadas minas del rey Salomón. Aventuras, paisajes exóticos y diarios misteriosos. ¿Qué máss se puede pedir?

Adaptada al cine en varias ocasiones, Quatermain también tiene el rostro de Stewart Granger en una de las más recordadas. Luego lo cambiaría por el de Richard Chamberlain a la estela de su éxito en El pájaro espino

Apenas comenzado el siglo XX, un autor de éxito como Sir Arthur Conan Doyle también haría sus pinitos en este género de aventuras con El mundo perdido. Todo comienza con una apuesta en un club de ciencia de Londres que empujará a dos ancianos hombres de ciencia, a un Lord iinglés y a un joven periodista a adentrarse en la impenetrable selva amazónica. Allí encontrará una roca de grandes dimensiones y elevada varios cientos de metros sobre el territorio circundante, en cuya cima en forma de meseta ha prosperado y se ha conservado un hábitat antediluviano. 

 

 

Menos trepidante que las anteriores y un poco más preocupada por mantener una cierta base científica que la historia no necesita para enganchar. A pesar de todo, no llega a alcanzar el nivel. 

En las postrimerías del siglo XIX, en el año del desastre del Imperio Español, el italiano Emilio Salgari publica El corsario negro. Empieza con el rescate de un cadáver y continúa con una historia de venganza y amor imposible en el marco geográfico del Caribe español del siglo XVII. Emilio Roccanera, señor de Ventimiglia, ha jurado venganza sobre el traidor Wan Guld y toda su descendencia. Con sus fieles Carmaux y Wan Stiller, acompañado del Olonés, mantiene una lucha desigual frente a los españoles que controlan el mar Caribe, pero su valor y su juramento le empujarán a conquistar Maracaibo y a abandonar en el mar a la mujer que ama. 

 

 

Emilio Roccanera tendrá el rostro de Kabir Bedi, más conocido en nuestra tierra por dar vida a Sandokán, el tigre de Malasia, aquellas tardes de fin de semana. 

Por último, el asedio turco de Famagusta es el escenario en el que se desarrolla El Capitán Tormenta. La campaña de Chipre, en la que la Sublime Puerta conquista la isla de los venecianos, fue especialmente cruenta. Desde las murallas de Famagusta los cristianos observan con estupor el número de los asaltantes turcos, con los temidos jenízaros al frente. Pero la esperanza se mantiene gracias al esforzado brazo del Capitán Tormenta, que derrota en combate singular al paladín turco, el León de Damasco. Pocos pueden sospechar y menos aún saben que bajo ese nombre se esconde en realidad la condesa de Éboli que ha dejado su hogar en Nápoles para encontrar a su prometido. 

 

 

Otra vez Emilio Salgari nos deja un clásico con un ritmo frenético, amor no correspondido, valor y odio, traición y unos personajes apenas esbozados en favor del ritmo de la historia. 

Todas estas novelas me han hecho pasar muy buenos ratos en este año 2020 que se ha ido. Y todas ellas sin excepción fueron adaptadas a tebeo en aquella recordada y añorada colección de las Joyas Literarias Juveniles. Las nuevas generaciones de lectores, no saben lo que se pierden.


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