Tengo un recuerdo de juventud en el que estoy en la playa leyendo un libro. Tendría trece o catorce años, quizá menos, y el libro era uno de esas ediciones juveniles de clásicos de la literatura, sobre todo de aventuras, que se hacían allá por los años ochenta del siglo pasado. Lo había pedido prestado en la biblioteca, pero no en el edificio central, sino en una especie de sucursal que tenian montada en un quiosco del Paseo de Begoña, en Gijón, y que estaba orientado al público más joven.
Ahora mismo no sé si la edición que estaba leyendo era una completa o más bien una adaptación que recortaba el texto original y lo simplificaba, pero lo que sí recuerdo es una escena en la que un legionario de la Legión Extranjera francesa se encontraba solo en un fortín del desierto, rodeado por el enemigo y recorría con sigilo el adarve para ir disparando las armas de sus compañeros muertos.
Esa escena y el título se quedaron grabados a fuego en la memoria.
Así que hace poco releí
Beau Geste. O casi se podría decir que lo leí, porque no
recordaba nada más. Con un poco de aprensión, he de decir, porque
no sería la primera vez que los recuerdos juegan una mala pasada y
repetir la experiencia no es la mejor de las ideas.
No es este el caso de Beau Geste. Descubri una deliciosa novela de aventuras, de lectura ágil y al mismo tiempo atrapadora, dividida en dos partes muy diferentes.
En la primera parte asistimos a la vida despreocupada de un grupo de jóvenes, los hermanos Geste, y sus amigos. La típica vida de la clase acomodada de la era victoriana, en la que la amistad y el honor personal y familiar son algunos de los pilares sobre los que Gran Bretaña construyó un imperio.
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El dorado de la portada se acababa yendo |
Esos pilares serán fundamentales cuando una noche desaparece una piedra preciosa de la familia. Como suele ser habitual en estas historias, la familia da la oportunidad de reponerla al ladrón (o ladrona) sin más consecuencias, pero éste no termina de dar el esperado paso al frente. La amenaza de deshonra, materializada en la presencia de las autoridades en el sagrado hogar, será suficiente para que uno de los hermanos, Michael, apodado Beau, se autoinculpe en una carta que dejará atrás una vez abandone la vivienda.
La autoinculpación de Michael no solo servirá para evitar la vergüenza del robo, sino otro secreto más escondido alrededor de la piedra.
Sus hermanos no creen en su culpabilidad y todos juntos se embarcan en la búsqueda, que les llevará a alistarse en la Legión Extranjera francesa siguiendo los pasos de Beau, un cuerpo militar en el que el pasado no existe y solo el presente marca el devenir de los reclutas.
La novela cambia totalmente, convirtiéndose en una novela de aventuras en la exótica África, mientras los hermanos van maniobrando para intentar reunirse en la misma unidad de la Legíón, lo que no consiguen, al tiempo que los rumores sobre la joya de Beau llegan incluso a su regimiento, lo que tendrá efectos desastrosos.
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No circulan muchas fotos del autor |
Y el autor nos sorprende de nuevo con una inesperada vuelta de tuerca, presentándonos la misma historia desde el punto de vista de dos hermanos, uno dentro y otro fuera del fortín, hasta que ambas se unen en un final que deja al lector a la vez satisfecho y entristecido.
Beau Geste es una maravilla de novela, escrita en 1924 por Percival Christopher Wren, que todos deberíamos leer al menos una vez. Tanto es así, que su potencial no pasó desapercibido a la incipiente industria cinematográfica y ha tenido varias adaptaciones, la primera en una fecha tan temprana como 1926.
La segunda adaptación, de 1939, probablemente sea la más conocida de todas. Con Gary Cooper en el papel de Beau, tiene a Ray Milland (Crimen perfecto) como su hermano John. Es la típica película que todos habremos visto en aquella mítica Sesión de tarde de TVE.
La segunda adaptación, de 1966, tiene la curiosidad de contar con Leslie Nielsen y Telly Savalas en el reparto, pero los dos portagonistas (Guy Stockwell y Doug McLure) están lejos del carisma de Gary Cooper.
En 1982 se adaptó al formato miniserie e incluso tuvo una parodia protagonizada por Marty Feldman en los años setenta.
Ideal para estos días de descanso de Semana Santa, no defraudará si le podéis echar el guante.
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