Últimamente he dejado un poco abandonado este blog, pero no porque estuviera ocioso sino más bien por falta de tiempo. Entre otras cosas me propuse, en un agotador tour de force terminar una serie de Fantasía que comencé hace casi dos años: La Rueda del Tiempo. Me he leido cuatro tomos del tirón y aún me queda uno, de reciente publicación y que no conocía.
El autor es el estadounidense Robert Jordan, seudónimo de James Oliver Rigney y fallecido en 2007 antes de poder finalizar su magna obra. Ésta se compone hasta la fecha de 10 libros en la edición original en inglés (tres más por publicar), y de 17 libros en la edición española, de los que quedan aún tres por publicar, más una precuela. Como se ve, un esfuerzo impresionante. Además, tiene a sus espaldas un buen número de novelas de Conan escritas a principios de los años 80.
La historia comienza en Dos Ríos, en el Campo de Emond, una pequeña aldea que vive apaciblemente hasta que los sucesos se desencadenan en forma del ataque de criaturas espantosas que forman parte de la leyenda. Rand, Mat, Perrin, Egwene y Nynaeve huyen con la ayuda de la Aes Sedai Moraine y su guardián Lan, dando paso a una gran aventura.
El autor desarrolla un mundo completo, con distintas naciones y pueblos, costumbres y una larguísima historia, dando credibilidad y profundidad al mundo. Los personajes se cuentan por decenas e incluso los meramente anecdóticos se identifican con un nombre propio (algo a mi entender excesivo). Algunas mujeres pueden utilizar el Poder Único, el Saidar, y se convierten en Aes Sedai. Algunos hombres pueden también utilizar el Poder, en este caso el Saidin, aunque con el tiempo enloquecen debido a la infección en la fuente masculina del Poder causada por el Oscuro en la Era de la Leyenda. Para evitar los efectos de esta locura, las Aes Sedai los buscan y los amansan, cortándoles el acceso al Poder y provocando su muerte tras languidecer faltos de voluntad. Sólo el Dragón Renacido, un varón que encauza, podrá enfrentarse al Oscuro en la Última Batalla.
El Poder Único permite curar heridas, lanzar bolas de fuego, modificar el tiempo atmosférico, crear terremotos, viajar grandes distancias instantáneamente...
La historia tiene ciertos ecos de El Señor de los Anillos, la lucha continua entre el Bien y el Mal (en este caso la Luz y la Oscuridad) y no puede desembarazarse de ese peso, aunque también presenta bastantes puntos originales. Sin embargo avanza con lentitud a veces exasperante y hay que hacer un esfuerzo de voluntad para continuar. La verdad es que al llegar al libro 17 da la sensación de que apenas se ha desarrollado después de más de 5.000 páginas. El autor se detiene en hechos cotidianos que dan ambiente pero poco aportan a la historia y que son bastante prescindibles, provocando en demasiadas ocasiones el cansancio del lector.
Otro punto negativo es que los personajes se pierden en una guerra de sexos, al estilo de la fierecilla domada de Shakespeare, que en ocasiones es bastante infantil y que ni siquiera da trasfondo a los personajes. Los pasajes en que los personajes masculinos no entienden la actitud de las mujeres hacia ellos, y viceversa, se hacen demasiado repetitivos. Los esfuerzos por dar importancia a las diferencias culturales de los distintos paises que conforman el mundo derivan invariablemente en una descripción de la profundidad de los escotes de las mujeres, que repetitivamente enseñan una considerable porción de sus senos para escándalo de los oriundos de Dos Ríos. Al principio puede parecer simpático, pero luego todo esto se convierte en cansino y dan ganas de cerrar el libro.
Otra curiosidad, apenas aparecen personajes femeninos que no sean de una belleza espectacular. Como en la vida real, vamos.
La edición que he leído es la de Timun Mas, y aquí también hay bastante que decir. Para empezar, la política de la editorial ha hecho un flaco favor a la obra. Tras los tres primeros tomos se toma la decisión de dividir cada tomo de la edición original en dos, el primero de los cuales lleva el título original y el segundo un título inventado por Timun Mas. Supongo que lo único que pesó fue la valoración económica de la idea, porque la calidad se resiente. De hecho, cada uno de los tomos que conforman la primera parte adolece de un clímax. Al terminarlo se queda una sensación agridulce que en nada ayuda a variar la opinión del lector.
La traducción es de Mila López. Poco sé de ella, aparte de que ha traducido varias obras de la editorial. Pero creo que la calidad de la misma es bastante mejorable. Hay incluso un pasaje en el que se habla de una carpeta, traducido literalmente del inglés carpet (moqueta, alfombra), que si bien aparece en el diccionario de la DRAE es una aportación innecesaria al castellano, que ya dispone de suficientes vocablos propios para ello. Y cada vez que leía la palabra "empero", me daba un escalofrío que...
Resumiendo lo anterior, es difícil tener una sensación del todo positiva. La serie tiene muchísimos seguidores, habiendo generado un juego de rol con sistema D20 y una serie de cómics de buena factura, pero creo que a mi edad he leído cosas bastante mejores. Por sus puntos de originalidad merece una lectura, pero tampoco diría que es imprescindible. Veré de conseguir lo que se vaya publicando, más por curiosidad en ver cómo sigue la historia tras el fallecimiento del autor que porque me haya convertido en un fanático seguidor.
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