lunes, 6 de agosto de 2018

Viaje al centro de la Tierra

Me he propuesto recuperar esos clásicos que en mi juventud, por unos u otros motivos, no he sido capaz de leer. Y como uno de mis autores de cabecera reconocidos es Julio Verne, he decidido empezar por ahí. 

Resulta que, haciendo memoria, no son pocos los libros de Verne que cayeron a la saca en mi juventud, pero veo con sorpresa que ninguno está entre los que se supone que ha leído todo el mundo. Así que me he visto obligado a corregir un despropósito de tal calibre. 

¡Qué preciosas eran, estas portadas!


He empezado por Viaje al centro de la Tierra, clásico entre los clásicos, con miríadas de adaptaciones tanto en el cine como en la pequeña pantalla. Y el resultado no se puede calificar más que como decepcionante. Aún a riesgo de pasar por hereje, Viaje al centro de la Tierra no me ha gustado tanto como pensaba, o como debería. 

Las aventuras subterráneas del profesor Lidenbrock, de su sobrino Axel y del esforzado guía Hans, me han resultado poco más que una sucesión de peripecias, más o menos bien hilvanadas en un contexto mayor. No me ha emocionado, ni me ha maravillado el conocimiento enciclopédico del autor que me deslumbraba de jovencito (luego aprendí que no era para tanto). Esperaba más.

Vale que hay un sabor nostálgico en la historia, y mucho de inocencia también. Vale que todos hemos querido explorar las entrañas de la Tierra y encontrarnos gigantescas cavernas como la que encuentran nuestros protagonistas, tan grande que se forman tormentas en su interior. O que a muchos nos aceleraría el corazón el salir disparados a través de la chimenea de un volcán que va a entrar en erupción. 

No ayudan los personajes, meros esbozos y faltos de volumen. El profesor Lidenbrock, obsesionado con su trabajo, persiguiendo el fantasma de Arne Saknussemm sin importarle nada más. El pusilánime Axel, eternamente enamorado de la ahijada del profesor, la bella (es de suponer) Gräuben, que es incapaz de enfrentarse a su tío. Y, finalmente, el guía Hans, que sabemos que está ahí porque hace cosas y pintaba bien en la historia tener un guía. 

Pues sí, ha sido una gran decepción. No es una historia que haya envejecido bien en los ciento cincuenta años de vida que tiene. Ahora, en mi edad adulta, ha fallado a la hora de fascinarme.

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