domingo, 24 de noviembre de 2019

Elantris

Lo primero que leí de Brandon Sanderson fue el final de La rueda del tiempo, de Robert Jordan. Terminar tan homérica saga (por lo larga y extendida en el tiempo, no de calidad literaria) fue un encargo del que supo salir airoso. 

Elantris es el título de la novela, de 2005, y el nombre de la ciudad que ha sido el faro de Arelon. Una ciudad en la que vivían seres casi divinos, prácticamente inmortales y con un dominio de la magia que les permitía realizar construcciones inalcanzables. Los elantrinos no nacen, sino que son humanos normales que se transforman en ellos. Ser elantrino es una bendición de los dioses.



Pero de un tiempo a esta perte resulta todo lo contrario. La transformación en elantrino no lleva todas las bendiciones, sino que está acompañada por todas las maldiciones. El nuevo elantrino ya no resulta ser divino, sino que recibe una penitencia continua como regalo. Su cuerpo se transforma, no puede morir, no necesita comer... pero siente el dolor de todas sus heridas, desde la más pequeña a la más grande, desde el roce de los zapatos al caminar hasta el corte con un cuchillo. Muchos de ellos enloquecen porque no pueden soportarlo.

Elantris se ha convertido en una sombra de lo que fue. La magia no funciona y este fallo puede tener relación con el desastre que está ocurriendo.

Mientras tanto la geopolítica se complica y los distintos reinos buscan alianzas ante la previsible confrontación. Así llega la princesa Sarene a desposarse con el príncipe Raoden que, amarga coincidencia, acaba de transformarse en elantrino, lo que significa que para todos ha muerto.

La princesa debe aprender a moverse en la política de Arelon, haciendo frente a las diferentes facciones mientras intenta mantener un hilo de esperanza para su pueblo. Al tiempo Raoden busca desesperado una forma de devolver a la magia el sentido que siempre ha tenido y, quizá, hacer que la transformación sea lo que fue en el pasado y la ciudad de Elantris vuelva a ser esplendorosa.

La pareja protagonista


El sacerdote Hrathen de Dereth Shu viene a complicar las cosas, dando un plazo de tres meses para que todos los habitantes de Arelon se conviertan a su religión o serán los regimientos del emperador quien lo haga. Para él los elantrinos son demonios e intentará acabar con Elantris y erradicarlo de la faz de la tierra. La descripción del personaje y de su imperio me recordó poderosamente a los primeros tiempos del islamismo, cuando los fanáticos musulmanes seguían las órdenes del califa sucesor directo de Mahoma, que ostentaba tanto el poder temporal como el divino.

A toda esta complicada historia hay que añadir un sistema de magia basada en los aones, símbolos arcanos que brillan con el poder de los elantrinos (y de nadie más), pero que desde hace años no funcionan como es debido. La explicación posterior de por qué esto ocurre no deja de ser original. Eso y un cierto desarrollo de los personajes, al menos de los principales, aunque hay también bastantes que son poco más que arquetipos o meros antagonistas planos de los protagonistas.

Un fanático


El resultado total es bastante positivo. Ya quisiera yo que mi primera novela fuera como esta. Además el estilo con el que está escrita facilita la lectura, que no se hace nada pesada a pesar de ser un mamotreto de más de seiscientas páginas.

Me dan ganas de seguir leyendo cosas de este hombre.

1 comentario:

  1. Me gustó mucho cuando la leí, y el primer capítulo me pareció una genialidad, de los mejores del género.

    Si no recuerdo mal, Sanderson explicó en una entrevista que empezó escribiendo malas novelas y se planteó dejarlo. Al final decidió seguir simplemente porque le gustaba, y el resto es historia xD.

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