miércoles, 8 de enero de 2020

La casa de papel (T1 a T3)

Confieso que retrasé mucho el visionado de esta serie solo por ser española. Prejuicios.Y eso a pesar de las buenas críticas que iba oyendo y de haber sido testigo del éxito que fue en Alemania, donde no paraba de ver carteles que anunciaban Das Haus des Geldes

Al final claudiqué y me vi las tres temporadas que hay actualmente de la serie, con una diferencia fundamental: las dos primeras fueron emitidas por A3TV y cada capítulo dura más de una hora. La tercera temporada la ha emitido NETFLIX y los capítulos se reducen a poco más de 40 minutos. O sea, de 25 a 30 minutos menos por capítulo.

¿Qué mira usted, caballero?


La temática también cambia, más o menos... Si en la primera y segunda temporadas los miembros de la banda de El Profesor se dedican a imprimir billetes en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, en la tercera temporada se encierran en el Banco de España a fundir oro.

La serie ya impacta desde el inicio, con esa intro y esa canción (My life is going on, de Cecilia Krull) que se han convertido en icono e himno de la televisión española. Y los atracadores con la careta de Dalí, que también se ha convertido en un elemento imprescindible.

A partir de ahí, un ritmo frenético y, sobre todo, un grupo de personajes de categoría: El Profesor, Helsinki, Moscú, Denver, Nairobi, Berlín, Arturito, Mónica Gaztambide, la inspectora... Todo acompañado por un guión en el que El Profesor, el cerebro del golpe, parece tener todo bajo control e ir dos o tres pasos por delante de la policía.

Berlin, el original


Parece.

Porque pronto la cosa se complica, tanto dentro como fuera, dando paso a una serie a veces atropellad, pero siempre capaz de poner un nudo en el estómago y acabar cada capítulo con un clímax que te hace desear ver el siguiente.

Todo lo anterior vale para las dos primeras temporadas, porque la tercera es bastante más floja. No sé si porque la duración de los capítulos es más limitada y los momentos climáticos son menos climáticos. O porque se han perdido por el camino algunos personajes importantes como Moscú o Berlín y los que los sustituyen distan mucho de tener su carisma (asumámoslo, Palermo no le llega a Berlín ni a la suela de los zapatos). O porque la fórmula ya está vista y resulta más complicado sorprender y mantener engachado al espectador. O, quizá, por una conjunción de todos estos factores a la vez.

Vale, entretiene, pero no es lo mismo.

Palermo, la copia


Hasta ahora no he hablado ni de Rio ni de Tokyo. De Río porque es un pagafantas que no me produce empatía. De Tokio, porque no la aguanto. Lo mismo me pasa con Carrie, de Homeland, que se bastó sola para alejarme de la serie.

La tercera temporada a terminado con un clímax muy climático, hay que reconocerlo. Solo por eso, quizá merezca la  pena ver al menos el inicio de la cuarta. 

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