domingo, 14 de junio de 2020

Forastero en tierra extraña

Otro clásico que me decepcionó. Forastero en tierra extraña, de Robert A. Heinlein, uno de los grandes de la Edad de Oro de la ciencia ficción y autor de, entre otras, Las tropas del espacio que se adaptó al cine en los años 90 y por la que fue acusado de fascista. 

Publicada hace casi sesenta años, Forastero en tierra extraña pudo haber sido muy avanzada para su tiempo, transgresora quizá, pero a mí me pareció solo rara. 

En una época en la que la Humanidad ya envió una misión tripulada a Marte, cuatro matrimonios perfectamente compatibles, solo para descubrir que Marte ya estaba habitado. Pero como la misión original resultó fallida, se envía una segunda misión que vuelve a casa con una sorpresa: Michael Smith, humano criado por marcianos, hijo póstumo de una relación adúltera durante la misión original. 



Ajeno a su origen desde el mismo momento de su nacimiento, Michael vuelve a la tierra, un lugar que le es del todo extraño. La gravedad mayor de nuestro planeta hace mella en su delicado organismo, adaptado a la atmósfera y gravedad marcianas. Pero lo que le falta de capacidad física, le sobra de capacidad mental, muy superior al de sus congéneres humanos. 

Se le aísla en un pabellón médico, del que es rescatado por un periodista y su novia enfermera, que le lleva a la casa del diletante (cómo me gusta esa palabra de La llamada de Cthulhu) Jubal Harshaw, que hará de la protección de Michael su cruzada personal, realizando una ofensiva jurídica al invocar la ley Larkin, que hace a Michael el dueño de Marte de facto y su representante en la Tierra, por lo que su persona es inviolable. 

Forastero en tierra extraña continúa con el desarrollo de las extrañas capacidades de Michael Smith y su conversión en algo así como un mesías para decenas, cientos, miles y luego cientos de miles de personas. Michael intenta conseguir el desarrollo de la especie humana hasta la plenitud de sus capacidades y para ello desarrolla una serie de dogmas y ritos que asemejan su filosofía a una religión más, atractiva desde el punto de vista de muchos pues promulga una vida sin propiedad privada y colectivización de todo, incluso del amor y el sexo (supongo que por ahí le viene la fama de transgresora). 

El autor

Salvo los personajes del propio Michael Smith y su protector Jubal Harshaw, el resto no es más que un elenco de arquetipos desdibujados. Hija de su tiempo además, la novela describe a la mujer como poco más que un objeto decorativo. Nada transgresor por ahí, por lo que veo. 

Tampoco es algo nuevo, ni raro para la ciencia ficción de la época. El tratamiento de los personajes no es algo por lo que la Edad de Oro de la Ciencia Ficción vaya a ser recordada dentro de, digamos, cien años. Las historias y el soplo de aire fresco que dio a la ciencia ficción de principios de siglo, debían ser más importantes para los autores que la presentación al lector de personajes memorables. Lejos de Conan, John Carter, Solomon Kane u otros personajes pulp, en ese sentido la Edad de Oro fue un paso atrás.

¿Por qué lo considero un bodrio? Primero por su extensión, demasiado larga; se podía haber condensado en bastantes menos páginas. Y segundo, porque es aburrida. Me costó demasiado leerla. 

La verdad es que no sé el motivo, pero un buen número de los clásicos se me atragantan.

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