martes, 16 de junio de 2020

House of Cards (T1 a T6)

House of Cards es un ejemplo de cómo una serie grandísima se va al traste al final de todo, aunque en esta ocasión sea por causas ajenas a la producción. 

Francis Underwood, Frank, es el coordinador en el Congreso del Partido Demócrata de los Estados Unidos de América. Su mujer, Claire Underwood, dirige una ONG que realiza proyectos de canalizaciones y depuradoras de agua potable en lugares subdesarrollados. Son la pareja perfecta, de mediana edad, blancos, protestantes, demócratas, atractivos para el gran público y el electorado. 



Pronto veremos que ambos son mucho más de lo que parecen. Con ellos y con su fiel colaborador, Douglas Stamper, visitaremos las verdaderas cloacas del Estado. No habrá quien se les resista: periodistas, congresistas, senadores, sindicatos... incluso el mismo Presidente de los Estados Unidos doblará la rodilla ante ellos y su irresistible ambición. 

Veremos también como su matrimonio tiene algunas luces, pero también un sinnúmero de sombras. Un matrimonio con un solo objetivo que lo mantiene a flote: ocupar la Casa Blanca. 



La bajeza moral de Francis y la personalidad despiadada de Claire se combinan a la perfección en el camino repleto de obstáculos que deben recorrer para llegar a su meta. No dudarán en engañar, sobornar, ocultar informacion o incluso asesinar, para avanzar paso a paso, de forma inexorable, hasta la victoria final. 

Personajes memorables, empezando por el propio Frank y sus apartes con la audiencia, siguiendo por Claire y esa estudiada fragilidad que tiene, pasando por la fidelidad extrema de Douglas Stamper. Ellos son, seguramente, la tríada capitolina de House of Cards. Pero no hay que olvidar a otros: el premier ruso Petrov, la Secretaria de Estado Durant, el Presidente Walker, el magnate Raymond Tusk, la fiscal Dunbar, la congresista Sharpe o el lobbista Remi Danton. 

Un ¿matrimonio? ¿feliz?


Una pléyade de personajes entre los que también, aunque son minoría, los hay con ideales: el periodista Tom Hammerschmidt, Lucas Goodwin o el escritor Tom Yates. La mayor parte de estos se verá tragado por el torbellino Underwood y acabará mal. 

Mientras tanto, la meteórica carrera de Underwood llegará a lo más alto y se mantendrá a pesar de ser el blanco de los ataques de una infinidad de enemigos. Incluso llegará un momento en el que el contrato de confianza sobre el que se sustenta la pareja también se resquebraja y parece que el enfrentamiento entre Frank y Claire está hecho. 

Ahí está el clímax de la quinta temporada y prometiendo una sexta temporada apasionante. Hasta que el escándalo de Kevin Spacey y su acusación de acoso a diversos jóvenes dio al traste con todo esto y su personaje desaparece de la sexta temporada, demostrando que Claire y Frank son una suerte de Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto, y que la serie no podría sobrevivir a la falta de uno de los dos (o, de ser así, sobreviviría mejor a la falta de Claire que a la de Frank, que llenó la pantalla durante mútiples capítulos). 


Ponga un Francis Underwood en su vida


El resultado es una sexta temporada de solo 8 capítulos, dubitativa, que no acaba nunca de arrancar y que en su afán de reinventarse a toda prisa acaba incluso replanteándose algunas de las que fueron base de su éxito. Una pena. 

Y todo esto para que Kevin Spacey no fuera condenado. El resultado: una carrera destrozada y una serie magistral que se queda en muy buena. Este es uno de los riesgos de los juicios públicos en los que la gente corriente quiere carnaza y hay que dársela a costa de quien sea. 

Hoy tiene un 8,7 en imdb. Visto como acaba, demasiado generoso. House of Cards se compone de cinco temporadas absolutamente sobresalientes y una sexta temporada casi de vergüenza ajena para lo que estábamos acostumbrados. 

Una pena.

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