domingo, 13 de diciembre de 2020

Antihielo

En una historia alternativa de nuestro siglo XIX, la atracción gravitatoria de la Tierra ha capturado un asteroide del que, con el tiempo, se desprende un fragmento que va a caer en la Antártida y en manos del Imperio Británico, la entonces potencia hegemónica del planeta. 

Pocos pueden sospechar que entre estos restos se encuentra una sustancia que acelerará hasta límites insospechados la incipiente Revolución Industrial. Una sustancia que recibe el nombre de antihielo y que, al contrario que el agua sólida, al calentarse desprende energía en cantidades inimaginables. 

Las cabezas pensantes más privilegiadas del Imperio buscan y encuentran  multitud de aplicaciones para tan maravillosa sustancia. Muchas de ellas son pacíficas y empujan el imparable avance científico y económico de los británicos, sosteniendo su posición como primera potencia mundial. Otros defienden su uso como arma en conflictos bélicos.

 

Portada con sabor clásico


Antihielo comienza en una época posterior a la Guerra de Crimea, donde finalmente los partidarios de la utilización del antihielo como arma han conseguido convencer a los mandatarios británicos. El resultado, que aún horroriza al mundo, es un número ingente de muertos y una implacable desolación en el lugar de su uso. Los defensores de la idea argumentan que el ahorro de vidas ha sido considerable y que la guerra se ha acortado considerablemente. 

Por supuesto, el monopolio del antihielo, celosamente protegido por los británicos, es envidiado por el resto de las naciones de la Vieja Europa, sobre todo por Francia y Prusia, enzarzadas en un conflicto bélico que marcará la historia de estos imperios. 

Un patriota o, depende del prisma por el que se mire, delicuente, sabotea la nave voladora Faetón, propiedad del inventor Sir John Traveller, y encerrado en la cámara de pilotaje, pone rumbo a la Luna. El propio Traveller, acompañado por su sirviente Pocket, el señor Vicars y el periodista Holden, luchan por conseguir de nuevo el control de la Faetón y de volver a la Tierra, no sin antes surcar el espacio y alunizar, ver criaturas maravillosas y conseguir el material necesario para la vuelta. 

 

Lo que me gustó de Antihielo es la descripción de una tecnología maravillosa basada en el anthielo y el vapor, con una evidente analogía con la radiactividad, pero contenida a un científico siglo XIX. El viaje a la Luna se queda en una mera anécdota, a pesar de trancurrir durante una parte apreciable de la novela. Y el inicial marco ucrónico se queda solo en una referencia marginal utilizada solo para centrar la que me parece la idea central de la novela: la crítica de la posesión del avance tecnológico en manos de unos pocos y las consecuencias de que se utilicen para fines discutibles. 

Como suele ser habitual en este tipo de historias, los personajes son también accesorios y, después del tiempo que hace que he leido la novela, apenas permanecen en el recuerdo. 

No obstante, al ser una novelita corta, se lee rápido y es recomendable para familiarizarse un poco con el steampunk. Revisando la nota que le dí al finalizar, me reafirmo en ello: un seis alto. 

Vamos, que he leído cosas bastante mejores, pero al mismo tiempo me entretuvo.

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